Víctor Moreno
Profesor

República, sí, pero, ¿qué República?

Una República, como la II, jamás hubiese permitido una Monarquía como la actual. Que Sánchez se autotitule «monárquico parlamentario» es un insulto a los republicanos que dejaron su piel en las cunetas por defender la II República.

En febrero de 1933, el abogado y catedrático de instituto, Fernando Romero, dictó una conferencia titulada “La cultura como condición de la ideología republicana”. Lo hizo en la Agrupación lerrouxista del Partido Republicano Radical de Pamplona, ubicado en la calle Bergamín número 7. No solo se anunciaba dicho acto, sino que se invitaba a su asistencia a «los afiliados y a cuantos simpatizaran con el ideario republicano». Dicho así, la expresión era un serio equívoco semántico, pues se daba a entender que existía un único ideario republicano, el de Lerroux, y que era igual al de Acción Republicana, luego Izquierda Republicana, el partido de Azaña.

¿Es la cultura condición sine qua non para tener una ideología republicana?

No lo parece. Muchas personas cultas nunca fueron republicanas, sino monárquicas. La cultura no es requisito indispensable para autodeterminarse republicano o monárquico. No es causa primera y eficiente a la que podamos imputar la mayoría de los procesos y decisiones políticas y sociales o institucionales que ha vivido la sociedad tanto individual como colectivamente. Pero puede aceptarse como contexto semántico interpretativo, nunca fatalista, de diversos fenómenos de naturaleza política y social.

Esto ha dado origen a que la «cultura política del republicanismo» nunca fue homogénea, con un indicador común de quienes tuvieran esa ideología, excepto uno: mandar a la mierda la monarquía. Lo habitual en el resto de los conceptos políticos –Estado, Nación, Democracia, Laicismo, Iglesia, Enseñanza, Religión– fue una permanente confrontación ideológica entre los republicanos. Era el sino de la izquierda: no ponerse jamás de acuerdo.

Es curioso observar que siendo la República una forma de gobierno, presente en muchos Estados del mundo, sea solo la II República española la que concite en el ánimo de las derechas de este país un odio sistémico, incomprensible si se tiene en cuenta que ellas mismas gobernaron desde 1933 a 1936 y no les fue tan mal, pues destruyeron todo lo que los «republicanos de verdad» hicieron en los años anteriores. Lo que significaría que la República es un sistema de gobierno que no resulta tan aborrecible como lo pintan una y otra vez las derechas que, al parecer, padecen una merma política importante, la de ser incapaces de regirse por una constitución republicana que deje de lado a su Majestad el rey. En lo demás, pueden hacer y deshacer lo que les convenga, como ya demostraron en el bienio negro. Paradójicamente, al término de la guerra, los golpistas se pasaron la monarquía por el arco de sus perjuros.

Ignoran, además, que hoy cuentan a su favor con la ayuda inestimable de «dirigentes de izquierda» que ni siquiera concitan en la República su imagen ideal de gobernar un Estado nacido de unas elecciones democráticas, sino que, para mayor tranquilidad de los monárquicos irredentos, se declaran «monárquicos parlamentarios», como es el caso del presidente del Gobierno.

Lo dijo con su habitual solemnidad acartonada: «soy republicano, monárquico parlamentario y de izquierdas». Para añadir que era republicano por «tradición familiar y por socialista».

No solamente eso. No tuvo inconveniente en añadir que «los valores de la II República se han recuperado con la monarquía parlamentaria». ¡Ah, los valores de la II República! Ubi sunt? Eso digo yo. ¿Qué valores? ¿Los que representó Largo Caballero? ¿Prieto? ¿Negrín? ¿Besteiro? ¿Azaña? ¿Alcalá Zamora? ¿Julia Álvarez? ¿Margarita Nelken? ¿Los de la UGT? ¿La Constitución y su defensa de los derechos humanos? ¿Cuáles?

No comparto la perspectiva ideológica de Sánchez, tanto es así que me pregunto si no será al revés. ¿No será que la monarquía parlamentaria lo único que ha hecho de verdad es apuntalar la Monarquía con el concurso inestimable de los socialistas y que Sánchez lo único que ha conseguido es apagar la débil lumbre republicana que aún existía en las brasas ideológicas de ciertos militantes del PSOE?

Sánchez olvida que la cualidad más notable de la Monarquía es su nula fundamentación racional. Nadie que se declare republicano aceptará jamás una Monarquía genética, menos aún impuesta «manu militari» por un Dictador, a no ser que tal «republicano» no sepa qué es una Monarquía y una República.

Una República, como la II, jamás hubiese permitido una Monarquía como la actual. Que Sánchez se autotitule «monárquico parlamentario» es un insulto a los republicanos que dejaron su piel en las cunetas por defender la II República.

En cuanto a los «valores republicanos» habrá que suponer que dichos valores fueron los que llevaron a los monárquicos y militaristas a dar el golpe contra la II República y que, ahora, tanto militares como quienes siguen considerándose defensores de la Corona, tienen por fin asumidos. ¿Sí? No.

Dejando de lado el tono sarcástico, ya me gustaría saber en qué medida la «monarquía parlamentaria» actual ha recuperado, pongo por caso, los valores específicamente laicos proclamados por la Constitución de 1931. De los tres ámbitos que podrían aducirse para mostrar este nivel de esta recuperación republicana –Concordato, Enseñanza religiosa, Celebraciones religiosas y participación política en ellas–, me temo que el saldo resultante es de lo más deficitario para el haber axiológico republicano. No hemos avanzado ni un pie.

En cualquier caso, entiendo que la fundamentación de esos supuestos valores republicanos, caso de que surjan, saldrán de la confrontación de las distintas tendencias que integran el actual movimiento republicano, no de los valores que, supuestamente, fueron las señas de identidad de la II República, menos aún si son recuperados o resignificados por parte de una monarquía parlamentaria o constitucional, que, para mayor recochineo, nada tiene de republicana.

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