Txus Pérez Artuch

«Rest in peace», Robin

Hizo del football su forma de vida. Así contó a un compañero-amigo de la televisión la noticia de su diagnóstico de cáncer: «Estoy en el minuto 20 de la segunda parte y voy perdiendo 2-0. Pero tengo a Messi en mi equipo que se está quitando el chándal y va a jugar para mí».

Me enteré casi en directo de la última noticia sobre él, y me emocioné sinceramente. Pusieron algún corte con su reconocible tono de voz y comprobé que ya hablaban en pasado: «Nos ha dejado un amigo, un compañero. Hasta siempre Michael».

De inmediato me llegó a la mente una foto con una enorme sonrisa celebrando un gol con un »pase de pecho» con aquella escuadra situada de mitad de la tabla para muy abajo que rezaba el Padre Nuestro antes de saltar al campo. Osasuna le había contratado en el invierno del 87 para intentar deshacerse de la soga que le arrastraba casi sin remedio al pozo de la segunda. Su garra encajó desde el inicio y se metió el Sadar en el bolsillo. El equipo mantuvo la categoría. Se cuenta en el libro "Michael Robinson: es lo que hay" que, habiendo llegado a Iruñea siendo campeón de Europa con el Liverpool, se molestó mucho ante la humildad que mostraba el equipo en según qué campos; él quería salir siempre a ganar y a luchar al máximo fuese quien fuese el rival.

Aquel inglés que defendió los colores irlandeses por genética materna, no pudo ir a la universidad y aprovechó el deporte para hacer su particular Erasmus y vivir otras culturas.

Una durísima lesión dejó coja a la parroquia rojilla que bajaba entusiasmada al campo para verlo sudar el pellejo con los Martín, «el Cuco» y Rípodas. Ironías de la vida, el club no asumió aquel contratiempo y acabó mal su relación con él. Una lástima que más de uno hoy recordará. Tarde.

Decidió instalarse en Madrid y posteriormente supo crearse un perfil diferente como comunicador aportando una nueva forma de ver el deporte que más le gustaba. Sus programas en televisión y más tarde en radio buscaron siempre el lado humano de los y las deportistas, y descubrieron historias preciosas. Su marcado acento lo hicieron inconfundible. Cuando en mi persona veo lo artificial que resulta expresar sentimientos en una lengua que no es la materna, recuerdo un claro ejemplo suyo: Final de la Copa del Mundo de Fútbol 2010, Holanda-España. Él estaba, junto a Carlos Martínez, como comentarista. Cuando faltaban apenas segundos para que finalizase el partido con la victoria para el equipo español, Martínez no pudo reprimir su deseo: «¡pita ya, por Dios, pita ya!», y cuando el árbitro cogió su silbato, a Robinson le salió de la tripa un enorme: «Yessssss!». No fue un «¡sí!» después de veinte años hablando castellano.

Hizo del football su forma de vida. Así contó a un compañero-amigo de la televisión la noticia de su diagnóstico de cáncer: «Estoy en el minuto 20 de la segunda parte y voy perdiendo 2-0. Pero tengo a Messi en mi equipo que se está quitando el chándal y va a jugar para mí».

Aunque la remontada no llegó a tiempo, gracias por todo el juego que diste.

Liverpool-Ireland-Osasuna. Rest in peace, mister. Goian Bego!

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