Antxon Mendizabal
Profesor de la UPV

Revolución Numérica y Control Ciudadano

Las tecnologías modernas derivadas de la revolución de la microelectrónica han transformado en profundidad las relaciones técnicas, sociales, económicas y políticas de la nueva sociedad.

La revolución numérica haciendo converger el texto escrito, el sonido y la imagen nos ha permitido encontrar un nuevo continente, el ciberespacio donde reina internet. La ciudad del conocimiento de la ilustración se transforma aquí en la «sociedad del conocimiento» y en la nueva fase de «capitalismo cognitivo».

Hacemos mención al apasionado debate que en torno al fenómeno de la telemática e internet, se cristaliza en el mundo actual. Para muchos autores, el proceso internet supone una gran oportunidad de democratización universal de la información a través de la simplificación del acceso de la ciudadanía a esta última (conteniendo una enorme potencialidad democrática que debe ser liberada) y exige una sociedad asentada en «el acceso, la economía de redes y el ciberespacio», que implementa procesos de socialización, multiplica la cooperación social, crea potencialidades nuevas para el desarrollo del tercer mundo e impulsa la comunitarización digital. Reconocidos autores como Jeremy Rifkin sostienen que la revolución numérica actual podría hacer emerger un nuevo mundo fundado sobre la economía social, asentado sobre la redistribución y la colaboración comunitaria.

No obstante, esta bella aproximación no completa su auténtica realidad. La relación: ciencia, tecnología y sociedad, nos muestra que son las relaciones sociales y políticas de cada sociedad concreta, azuzadas hoy por el contexto bélico entre el yihadismo y el imperialismo occidental, las que condicionan la aplicación social de estas innovaciones tecnológicas y científicas. Ello exige abordar la utilización hoy de estas nuevas tecnologías por los nuevos centros de poder para la construcción del más sofisticado nivel de control ciudadano existente en la historia de la humanidad.

Edward Snowden sorprendió al mundo revelando que después de más de 10 años la agencia de seguridad nacional americana (NSA) colectaba los metadatos telefónicos (hora y duración de la llamada, número de la llamada) de casi todos los habitantes de Estados Unidos. Posteriormente la propia agencia de seguridad americana confesaba que interceptaba y recolectaba masivamente los intercambios electrónicos, (llamadas, SMS, correos electrónicos, líneas de contacto y líneas de navegación en internet) sobre millones de personas, tanto nacionales como extranjeras. A través de internet nuestros ordenadores y nuestra búsqueda sobre google comunican directamente nuestra historia, nuestros pensamientos, nuestros análisis, nuestras preocupaciones, nuestra ideología y nuestros proyectos.

A través de internet el Estado controla a la ciudadanía en general y a los disidentes en particular: dónde se encuentran, qué hacen, con quién están hablando y cómo emplean su tiempo. Nuestro teléfono móvil les concede una pista en permanencia. Los grupos revolucionarios, social y políticamente transformadores o exclusivamente críticos, se enfrentan en el nuevo escenario a un reto colosal.

Con cada lectura de internet revelamos nuestras preocupaciones y nuestros centros de interés. Las grandes compañías privadas que gestionan los navegadores y los motores de búsqueda controlan de esta manera nuestra vida cotidiana. Los Estados y poderes políticos trabajan al unísono con ellas y recogen aquellas informaciones que les interesan.

Antes que internet se utilizara masivamente para estas labores, el Estado contaba con otros sistemas como utilizar cámaras en las calles, controles armados y/o registros domiciliarios. Las informaciones más precisas requerían de investigaciones concretas, interrogatorios, y demasiadas veces, en nuestra Euskal Herria, la práctica de la tortura. Hoy, con los mismos objetivos, el estado combina las formas tradicionales y directas de intervención con las modernas e indirectas que se realizan a través de internet.

Las armas del Estado son la legalidad, la seguridad y el miedo. Las lucha antiterrorista su gran argumento. El miedo creado por los atentados y la gran propaganda realizada por los medios de comunicación asientan la impunidad del Estado; e introduciendo el miedo en la población se le está preparando para que renuncie a sus libertades. Recientemente la Asamblea Nacional francesa y posteriormente el Senado francés han votado un proyecto de ley que amplía considerablemente los poderes de vigilancia y control del gobierno sobre el pueblo de ese Estado. En el Reino Unido, David Cameron está tratando de ampliar los poderes de los servicios de investigación y de la policía, prohibiendo los obstáculos que puedan oponerse a sus operaciones. Sin embargo, ambos procesos han pasado desapercibidos y sin la más mínima protesta por los sindicatos u organizaciones de izquierda, que lo han aceptado con total indiferencia. Más tarde, tras los atentados de París, el estado-nación se fortalece en Francia con un nacionalismo y una cohesión social que nos retrotrae a épocas oscuras de la historia europea. En este contexto, emerge contra los derechos democráticos y civiles la ideología y el negocio de la seguridad, camuflada como «necesidad social» prioritaria para las clases, grupos sociales y naciones dominantes, que acaparan el poder económico, político, militar y cultural.

En lo que respecta a la legalidad, la represión se realiza en nombre de la ley, pero se oculta el carácter histórico-espacial de esa legalidad. Así, en la Península arábica, la pena de una violación recae siempre sobre la mujer que la ha sufrido y en países como Turquía o el Estado español, se penaliza hoy la libertad de expresión encarcelando a los tuiteros kurdos y vascos que defienden demandas populares o expresen un relato diferente al permitido por el poder. Y es conocido que Turquía menciona la actuación española para legitimar su represión.

Para nosotros y nosotras se trata también de preservar nuestra intimidad. Se trata sobre todo de que ésta no sea utilizada por las empresas y los poderes políticos para permitirnos y/o negarnos el acceso al mercado de trabajo, para condicionar nuestro desarrollo laboral y/o profesional, pero sobre todo de ser libres para soñar y actuar en función de nuestros proyectos sociales, colectivos, nacionales y comunitarios. Por encima de todo, el gran control del poder económico y político es un elemento clave contra el pensamiento crítico, rebelde y disidente en cualquier Estado. Es un tanque nuclear contra el derecho democrático a la libertad de expresión, de asociación, de acción cultural, política y social. Es el conjunto de derechos democráticos, que está hoy afectado por el uso de internet y de las nuevas tecnologías por el poder establecido.

Pero hay reacciones. En Estados Unidos hay disposiciones parlamentarias que han denunciado e incluso neutralizado diversos procesos de control desde la NSA. En sectores importantes de Europa emerge también la idea de que debemos combatir la utilización de estas tecnologías para el control humano. Se abre una gran batalla en el siglo XXI. Diferentes actores exigen un nuevo cuadro reglamentario protector de los derechos democráticos y de las sociedades; que establezca los derechos de los usuarios y de las usuarias de internet. Se trata de movilizar la sociedad, estableciendo un protocolo de control y vigilancia internacional. Se trata de preparar un gran combate contra aquellos que utilizan internet al servicio de un proceso de dominación indirecto con el objetivo de suprimir las libertades democráticas. Las ideas, los sentimientos, los proyectos, los cerebros, los cuerpos, los pueblos y naciones, no tienen propiedad. Son libres. Defenderemos su libertad.

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