Mikel Arizaleta

San Ignacio de Loyola

No en la teoría pero sí en la práctica la institución de los confesores de los príncipes fue creada –y esto demuestra la gran hipocresía, zorrería y cinismo en este asunto– para influir en política, sobre todo en política, por mucho que se quisiera alegar o poner como excusa la «conciencia» o el cuidado pastoral.

Siempre me ha llamado la atención el amor por el poder y los ricos de los jesuitas. Escribe el gran historiador de la Iglesia, Karl Heinz Deschner: «Los jesuitas todavía poseen en América fincas extensas, inmensos rebaños de ovejas, a veces de 30.000 cabezas, poseen las mayores fábricas de azúcar y minas de plata». «Santísimo padre, escribe el 25 de mayo de 1647 el obispo Juan de Palafox desde México, encontré en manos de los jesuitas casi todas las riquezas, casi todos los bienes inmuebles, casi todos los tesoros de esta provincia de América». Y todavía en el siglo XX es la Compañía de aquel, que no tiene dónde reclinar su cabeza, sin duda la orden más rica, por ejemplo posee el 51% del Bank of America, el mayor banco privado del mundo».

Su poder lo han ejercido en especial mediante lo que se ha llamado pandilla de confesores. «El mismo Ignacio de Loyola fue confesor de la duquesa Margarita de Farnese, de la hija del emperador Carlos V. Y él puso a los padres Le Jay, Polanco y Pelletier como confesores a disposición de los duques Hercules de Ferrara y Cosimo de Medici, así como a los padres González y Miron como confesores del rey de Portugal. El jesuita Cheminot fue el confesor del duque Carlos IV de Lorena, asimismo confesor de la duquesa; el jesuita Bodler fue confesor del duque Felipe Guillermo de Neuburgo y Jülich–Berg; el jesuita Mengin fue confesor del duque Guillermo de Baviera; el jesuita Verwaux fue confesor de Maximiliano I de Baviera; el jesuita Viller fue confesor del archiduque Carlos de Steiermark; el jesuita Maggio fue el confesor del emperador Rodolfo II; el jesuita Lamormaini fue el confesor del emperador Fernando II; el jesuita Kampmiller fue el confesor de la emperatriz María Teresa; el jesuita d'Aubanton fue el confesor de Felipe V de España (la Compañía estableció contractualmente el nombramiento legal de un jesuita como confesor real en Madrid en 1720, incluso mediante un artículo reservado); el jesuita Cloton fue el confesor de Enrique IV de Francia, su hija, la duquesa Cristina de Saboya, tuvo como confesor al jesuita Monod, del que su biógrafo dice que gobernaba sobre París, Madrid, Roma y Turín. El jesuita Caussin fue el confesor de Luis XIII de Francia; el jesuita La Chaise fue el confesor de Luis XIV de Francia, igual que el jesuita Tellier (también escrito Letellier); el jesuita Warner, al tiempo que superior provincial de los jesuitas británicos, fue confesor del rey Jacobo II de Inglaterra».

No en la teoría pero sí en la práctica la institución de los confesores de los príncipes fue creada –y esto demuestra la gran hipocresía, zorrería y cinismo en este asunto– para influir en política, sobre todo en política, por mucho que se quisiera alegar o poner como excusa la «conciencia» o el cuidado pastoral. La orden de esta y otras maneras tuvo en sus manos a la mayoría de soberanos y hombres políticamente influyentes de Europa, «y esto de un modo imperceptible».

Y el general de los jesuitas, el bilbaino Arrupe, y también el papa actual Bergoglio, como provincial en Argentina, que yo sepa, gobernaron a los súbditos de la Compañía con esta santa obediencia, con la del cadáver, que no es sino la anulación del súbdito, de la persona. ¡Y todo, por supuesto, ad Majorem Dei Gloriam! Claro está, al borde del camino siempre hay florecillas, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino…, hombres tiernos, luchadores por la libertad de las gentes. Pero, a mi modo de pensar, son excepción y no regla.

Y traigo a la memoria este artículo porque el día 31, también en el 2018, sigue siendo patrón de Bizkaia san Ignacio de Loyola. Y porque ya es hora de que los santos dejen de ser patronos en la Europa multicultural, se retiren a sus iglesias y monasterios, y se dé paso a fiestas y descansos con conmemoraciones, recuerdos y loas más en consonancia con nuestros anhelos y deseos.

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