Adolfo Muñoz «Txiki»
Secretario General de ELA

Se activan... las personas que pierden

Si resolver la brecha salarial debe ser algo más que palabras vacías las administraciones deben revisar, por ejemplo, su política de privatizaciones y dejar de minusvalorar los trabajos de cuidados ocupados mayoritariamente por mujeres.

Pensionistas en la calle. Rajoy está preocupado y Urkullu olvida que las prestaciones sociales no dependen solo de España. De las personas que perciben la RGI el 25% son pensionistas, y el 57%, mujeres. La economía crece; hay más riqueza que permite un reparto más justo y, sin embargo, continúan aplicando políticas de ajuste, salarios miserables y bajando impuestos y cotizaciones sociales a empresas y capital. Esas políticas, más allá de poses mediáticas, las aplican juntos. Todo esto sucede al mismo tiempo que se hacen públicos los incrementos salariales de consejeros y altos cargos del IBEX-35: un 11%, sin contar las dotaciones para sus fondos privados de pensiones. Es con esos con quienes Rajoy y Urkullu se sacan fotos todos los días. Es vergonzoso.

En Francia, Macron plantea una reforma antiinmigración. Amplios sectores sociales se movilizan contra una injusticia que afecta a personas que se mueren de hambre, y se rebelan para evitar que la extrema derecha, más allá de que no gobierne, condicione las políticas en Europa. En nuestro país, por ejemplo, los recortes en la RGI tienen un sesgo xenófobo. El ariete fue Maroto (PP), que, para desviar la atención sobre la corrupción, no dudó en enfrentar a pobres contra pobres. Igual que en la Francia de Macron, Patxi López y Urkullu aprobaron recortes en la RGI para satisfacer a la derecha más rancia y estigmatizar a las personas inmigrantes. Olvidan el fraude fiscal (más de 3.000 millones de euros) y polarizan la atención sobre el fraude en la RGI, que es mínimo. En Europa los gobiernos usan la inmigración como cortina de humo para evitar que la sociedad juzgue sus políticas, las que castigan a las clases populares, bien sean locales o venidas de fuera. Para ganar a la derecha en valores hay que combatir radicalmente la xenofobia.

El movimiento feminista ocupó la calle. Plantea una revolución cultural que nos afecta a todos –también al sindicalismo– y, claro está, exige decisiones políticas. Cambio cultural y decisiones políticas. Los gobiernos, al ver que la movilización iba a ser un éxito, desplegaron un desembarco institucional el 8 de marzo para tratar de apropiarse del día y reconducir las reivindicaciones a parámetros interclasistas. ELA califica como una hipocresía que quienes durante la huelga de residencias de Bizkaia despreciaron a las mujeres acusándoles de estar siendo «manipuladas» por el sindicato, pretendan ponerse a la cabeza del 8 de Marzo. Aquel calificativo de «manipuladas» era machista y, por supuesto, cómplice de intereses empresariales. Son las mujeres las que deciden ser protagonistas y luchar.

Si resolver la brecha salarial debe ser algo más que palabras vacías las administraciones deben revisar, por ejemplo, su política de privatizaciones y dejar de minusvalorar los trabajos de cuidados ocupados mayoritariamente por mujeres. Si la brecha salarial preocupa a Emakunde debería responsabilizar a gobiernos y patronal. No lo hace porque es un organismo subordinado al Gobierno. Emakunde debería tener una naturaleza similar a la del Ararteko y rendir cuentas ante el Parlamento. ¿Por qué? Porque el Gobierno apoya a la patronal negando el origen económico de muchos de los problemas que sufren las mujeres, y Emakunde justifica la política del Gobierno. Cuando las mujeres en huelga de residencias acudieron a Emakunde para explicarles sus problemas como trabajadoras Emakunde les dijo que las condiciones de trabajo no son de su competencia. Si se quiere avanzar, incluso en el diagnóstico, Emakunde debe ser un organismo que no dependa jerárquicamente del Gobierno.

Lo social preocupa a mucha gente. Quien lo pone en el centro, sale reforzado. No está «pasado de moda». Hace pocos días un medio de comunicación citaba que Iñigo Errejón, de Podemos, había dado una conferencia en París. El articulista –al que se veía el plumero– resumía la intervención de Errejón diciendo que Macron y Errejón comparten diagnóstico: «el debate ya no es izquierda-derecha. Todos aspiran a ser partidos transversales en un tablero cuyos ejes ya no son izquierdas y derechas». ¡Qué drama! La izquierda renuncia a sacar conclusiones de la autodestrucción de la socialdemocracia en Europa.  

Los partidos sistémicos y el capital piden a la izquierda que se olvide de lo social. Le exigen que lo confirme marcando distancias, por ejemplo, con el sindicalismo reivindicativo. ¡Que tire lastre! Sería una catástrofe que la izquierda política rompiera su conexión con movimientos sociales y sindicatos.

Las movilizaciones muestran que lo social importa. Decía Begoña Zabala, componente del grupo Emakume Internazionalistak: «Necesitamos la calle, ahí están las luchas de cada día». Es cierto; no hay cambios sin movilización social. No hay agenda institucional de izquierdas sin movilización social. Esta aclaración estratégica es urgente; más aún cuando el fascismo en Europa deja de ser algo marginal y capitaliza, con demagogia y manipulación, el malestar de mucha gente, incluidos muchos y muchas trabajadoras. Los y las perdedoras se activan. Pero… ¿hacia dónde? Es imprescindible que la izquierda política dé voz a estos colectivos cada vez más numerosos: pensionistas, mujeres, trabajadoras... Estas movilizaciones muestran un camino, son una gran noticia porque refuerzan a quienes defendemos una agenda alternativa. ¡A la izquierda! Por la justicia y la solidaridad, ¡a la izquierda!

Bilatu