Josu Iraeta
Escritor

Ser libre no consiste en tener un buen amo, sino en no tenerlo

Es evidente que, desde hace algún tiempo, el invierno llega a nosotros más tarde de lo que tenía por costumbre, pero llega y cuando lo hace es en la montaña donde enseña sus poderes. Cuando amanece y el aire corta la respiración, es cuando la naturaleza expresa con suma claridad la razón por la que los ciudadanos viven «cómodamente», sin apreciar la contaminación en la que están inmersos.

Es allí, en la montaña, donde arropado por el silencio, y confortado por el fuego tímido que en el interior de la «borda» prevalece de la hoguera nocturna, sin olvidar la mirada cómplice de mi perro, hacen que pueda recorrer con la mente, el largo camino que aún queda para combatir la locura interesada, de los que nada toleran por su torpe ceguera política.

El contraste que se percibe es enorme. Cierto que hemos visto pasar al Olentzero, las Tamborradas, y un sinfín de inauteriak que nos llaman a la fiesta y el recreo, cierto, pero no lo es menos, que todas estas semanas han muerto personas en su actividad laboral, y el calendario continúa, no para.

Veo perfectamente que aumentan de forma increíble aquellos a quienes la sociedad ha dejado de considerar productivos, y califica «exentos» del derecho a una digna calidad de vida. Cierro los ojos, y me sitúo frente a esa otra «mayoría minoritaria» que propone reducir el número de comensales en la mesa de la humanidad, ante el temor de que se vaya a racionar el derroche de gozos y privilegios, que «sumidos en su nube» destrozan día a día.

Vivimos una actualidad que en mi opinión viene diseñada de lejos, tan lejos que algunos pretenden se olvide para evitar concomitancias con el pasado. Un pasado que –en contra de lo que reiteradamente se escucha− debe ser consultado, examinado y contrastado con el presente.

Con esa intención quiero atraer un pasado que fue decisorio, para intentar mostrar con claridad, que lo que venimos en denominar «escenario actual», tanto o más que el fruto de la lucha y el trabajo, es la adecuación planificada del pasado.

Hay una frase que ha pasado a la historia, pronunciada por Francisco Franco; aquello de: «Todo está atado y bien atado». Previsión certera, sin duda, pero hay otra frase menos conocida y que tengo especial interés en su difusión.

El dictador, al enterarse de que el almirante Carrero Blanco había «fallecido», manifestó: «No hay mal que por bien no venga».

Sinceramente, no sé si esta frase y su reflexión ayudarán a entender la dura realidad, pero en lo que no hay duda es que el pasado nos acerca al «escenario actual» de manera clara y evidente. Para ello basta analizar y contrastar los mensajes con los que unos y otros fijan su posición en el día de hoy.

Todo el espectro político, tanto vasco como español, coinciden y conjugan sin estridencia alguna sus herramientas, exhibiendo con ellas una evidente impostura política que define y expresa implícitamente, la armonía y complementariedad de sus proyectos políticos.

El campo de intervención lo marca el hecho de haber legislado −durante décadas− a favor del ejercicio continuado de presión y acoso −contrario a derecho, ya que supera toda barrera democrática− con el único objetivo de asfixiar a la izquierda abertzale, tanto policial, como jurídica y políticamente.

La aplicación de la citada legislación en el tiempo ha mostrado dos versiones; centralista y estatal, la una, periférica y autonómica, la otra.

Entre los primeros, el PP y sus escisiones, afirman; «nada ha cambiado» y siguen sin nada que ofrecer a sus compatriotas, continúan aferrándose al pasado y su mensaje se basa en la negación y el enfrentamiento. Se consideran la guardia permanente de los eternos valores que tantas veces proclamó el dictador Franco.

El otro componente estatal, el PSOE que gobierna desde La Moncloa, se limita a moverse sin estridencias, tiene muchos frentes a los que atender y uno de ellos le está obligando a auto erigirse en lo que José A. Primo de Rivera denominaba el «Espinazo de España». Tampoco parece sencillo soslayar la fuerte amnesia y el escaso pudor político que están exhibiendo algunos de sus compañeros vascongados.

En el ámbito «periférico», quizá tras la «poda» entre los herederos de Jesús Aizpún como en los de Sabino Arana, propicie que los «brotes» metabolicen la nueva situación. De otro modo, no conseguiremos atraer ni convencer, ni a unos ni a otros hacia una deseable normalidad.

Los navarros necesitan tiempo, mientras que con los «jeltzales», hoy, no hay espacio ni para desarrollar siquiera el prólogo del extinto Plan Ibarretxe. Y aunque es evidente que la presión ejercida por la comprensión e implantación del proyecto de la izquierda abertzale, ha motivado planteamientos de aproximación, la historia demuestra con tozudez, que, con la correlación de fuerzas actual, resulta «notoriamente» difícil.

A todo esto, hay que añadir, que, a los «jeltzales» de Sabin Etxea, el hecho de haber legislado durante décadas «a favor de ola», les está obligando a un intenso reciclaje que les faculte para gobernar su embarcación en «mar abierto». Pero si tenemos en cuenta cómo se expresan, tanto el patrón como los dirigentes del «club», no sé si llegarán preparados para la regata.

Permítanme finalizar afirmando que, estando, como estamos, próximos al doctorado y con la vista fija en la cátedra, debemos tener presente que el éxito, no estriba» solo», en la formación y el conocimiento de quienes circunstancialmente componen la dirección de un proyecto. Es la fuerza, el apoyo de quienes comparten el proyecto, quien decide el resultado final.

Recuerdo aquella preciosa canción de Benito que decía; «Kaiolan bizitzeko sortua nintzela»...

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