Txus Pérez Artuch

Silencios

Se acuerdan de lo irritado que se le vio a aquel señor tan campechano que señaló con el dedo primero, y acabó saltando después con aquel: «¿Por qué no te callas?».

A propósito de la marcha del periodista español Jesús Rodríguez Quintero, pionero y maestro para muchos y muchas en su forma y capacidad para entrevistar al igual que por su imán para congregar a los más variados y también marginados/marginales personajes, traigo al tapete la importancia y la necesidad que él mismo demostró con el manejo del silencio.

Estar o quedarse en silencio, muchas veces significa parar, escucharse a uno mismo, y la gran mayoría de esas veces, si uno no está acostumbrado, resulta paralizante, inquietante. A los largos paréntesis o esperas que el onubense usaba para con sus entrevistados y entrevistadas varios medios los han denominado como «incómodos». Para eso hemos hecho de la novedad hábito y llevamos en todo momento los auriculares, la radio en el coche, el móvil, o el altavoz en la moto para que el sonido no permita reflexión.

El silencio puede actuar también, paradójicamente, como plataforma para que la voz resuene más clara que nunca. Hace escasas semanas, cuando los días de luto oficial se prolongaban en Reino Unido por la muerte de su monarca, durante el minuto de respeto realizado en el partido de fútbol entre el Glasgow Rangers y el Dundee United en Escocia, los cánticos de «Lizzy is in a box» (Lizzy está en una caja, en referencia a Isabel II) se llevaron todo el protagonismo.

El refranero castellano mantiene un par de dudosos galones cuando se insiste en que alguien se quedó «callado como una puta», o «quien calla, otorga». Del todo aceptado y transmitido durante generaciones cuando decimos que «de esto no se habla», «ver, oír y callar» o «callado estás más guapo». ¿Y qué me dicen del «voto de silencio»?

Sin embargo, para llegar a tildarlo de incómodo, es justo reconocer que una vez aceptado o asumido, disfrutaremos de su efecto terapéutico a modo de respuesta nunca escuchada, disculpa, serenidad, calma, espacio para enfriar una determinada situación, o incluso saber reconocer el miedo que nos ha provocado quedarnos sin habla.

Se acuerdan de lo irritado que se le vio a aquel señor tan campechano que señaló con el dedo primero, y acabó saltando después con aquel: «¿Por qué no te callas?».

Pues eso: ixo!

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