Juan Mari Arregi

Sintrom, ¿el «asesino silencioso» de Osakidetza?

En los últimos años, siempre que supe que alguien cercano a mi familia o relacionado con mis amistades murió a consecuencias de una hemorragia cerebral, hice la misma reflexión, «seguro que estaba tomando Sintrom», lo que posteriormente me lo confirmaban.

Y no es casual esta situación y esta reflexión. Hace trece años mi compañera que tomaba Sintrom falleció a consecuencia de una hemorragia cerebral en menos de siete horas, pese a haber sido trasladada tras producírsela de forma urgente e inmediata al hospital de Basurto. Amigos médicos, siempre de forma muy discreta, me preguntaron si tomaba Sintrom y, al confirmárselo, me comentaron los peligros que conlleva su consumo habitual. Y no dudaron incluso en afirmar que «el Sintrom es el asesino silencioso del paciente cardiovascular».

Quien suscribe este artículo no es ningún experto y, por tanto, no está en condiciones de valorar ese gravísimo juicio sobre el Sintrom. Soy, sin embargo, un observador de muchos casos de consumidores obligados de ese producto farmacéutico que concluyeron en muerte por hemorragia cerebral. Y además soy conocedor no solo de la incomodidad sino también de los graves peligros que conlleva su consumo. Un consumo muy generalizado que afecta a decenas de miles de personas en Hego Euskal Herria. Y al mismo tiempo he conocido también la existencia de productos alternativos al Sintrom (Apixaban, Dabigaban, Edoxaban, Rivaroxaban) que reducen el riesgo de ataque cerebral, y que, sin embargo, la Seguridad Social, aquí Osakidetza, no los quiere financiar.

Osakidetza, por su parte, conoce muy bien esta realidad y las consecuencias que provoca el Sintrom. En el mismo Parlamento Vasco se ofrecieron ya en el año 2022 los siguientes datos. Dos de cada cinco pacientes en Vascongadas que toman Sintrom muestran unos niveles de coagulación mal ajustados. Y en algunos centros incluso ese porcentaje se eleva al 50. Todos ellos son enfermos que padecen una arritmia denominada fibrilación auricular y la descompensación de la cantidad de fármaco que reciben para controlarla hace que puedan sufrir un ictus isquémico o una hemorragia cerebral.

Sonia Velasco del Castillo, cardióloga del Hospital de Galdakao y presidenta de la Sociedad Vasco Navarra de Cardiología, y Félix González, neurólogo y coordinador de la Unidad de Ictus del Hospital de Donostia, sostuvieron en septiembre de 2022 ante el Parlamento Vasco que este fármaco no interacciona bien ni con otros medicamentos ni con la dieta que sigue el paciente, por eso aquellos que los reciben debe acudir frecuentemente a un centro de salud a medirse los niveles de coagulación en sangre y ajustar a ellos la cantidad del fármaco a recibir.

Para evitar estas discordancias y garantizar la salud de esos enfermos existe desde hace más de una década otra alternativa farmacológica. Se trata de los anticoagulantes orales de acción directa, conocidos como Acod. Su dosis es fija. No varía. Y, además, se trata de un medicamento más seguro. Sin embargo, en Vascongadas su uso está más restringido por las limitaciones terapéuticas establecidas por Sanidad y aplicadas por Osakidetza. Solo los recibe el 43% de los pacientes. En otras Comunidades, según la doctora Velasco, sus servicios de salud son más flexibles. En Nafarroa y La Rioja el 51% de las personas con esos problemas de coagulación reciben Acod o el 72% de Cantabria. La media estatal está en el 60%. En el Estado Francés es del 86%, mientras que en Portugal llega al 90%.

¿A qué se debe que Vascongadas se decante más por el Sintrom que por otras alternativas más estables y seguras? Sin duda, el motivo es puramente económico. «Una caja (mensual) de Sintrom sin financiación, cuesta 3, 45 euros, mientras que una de Acod tiene un precio de 85». Así de contundente se mostró la doctora Velasco.

¿Pese a ello es más económico el tratamiento con Sintrom? No lo parece, tal como lo explican los especialistas. Julio Agredano Lozano, presidente de la Asociación de Pacientes Freno al Ictus, indicó ya en 2022 que en Vascongadas cada año 3.500 personas sufren un ictus, de los que el 30% fallece y el 50% sufre algún tipo de secuelas. «Euskadi, dijo, está a la cola de Europa y España en cuanto a la prescripción de estos nuevos coagulantes. Hay un importante número de personas que no coagulan correctamente y esto supone un riesgo mayor de sufrir eventos posteriores. Para el paciente recibir un medicamento o el otro es como el día o la noche».

Según el neurólogo Félix González «el ictus isquémico es la primera causa de muerte en mujeres en Euskadi y uno de cada seis ciudadanos sufriremos uno de estos episodios. El coste de estos problemas para la sanidad vasca ronda entre los 80 y los 100 millones de euros al año, entre tratamiento y procesos de recuperación». De ahí que el especialista considere que para sistemas sanitarios como el vasco «resultará al final más económico prescribir medicamentos como el Cod que el hecho de que pacientes diagnosticados y tratados con Sintrom puedan sufrir un ictus o una hemorragia cerebral».

Así las cosas, es increíble que Osakidetza no dé el paso necesario para asegurar la financiación de productos más seguros e incluso al final más económicos que el Sintrom. En todo caso, lo menos que debería hacer el nuevo gobierno vasco es garantizar que toda la ciudadanía de ingresos inferiores pueda tener también acceso a esos productos alternativos y en consecuencia a su financiación. Sería un buen primer paso popular, social e incluso económico y por supuesto político del nuevo equipo de gobierno de Gasteiz. Alejaríamos así para siempre ese más que fantasma del sintrom como «asesino silencioso» de Osakidetza.

Bilatu