Elías Anton Murgiondo
Iruñea

Sobre la incineración de las basuras

Ante el debate actual sobre las formas de tratamiento de los residuos sólidos urbanos (RSU) o basuras, desde mi humilde experiencia en el tema he considerado oportuno participar en el mismo por si puedo aportar algo que sirva para avanzar y permita aclarar algunas cuestiones que parecen enquistadas y suponen una fractura seria en las relaciones políticas para un correcto desarrollo de las labores pendientes.

Debo decir que no soy imparcial en este tema, dada la larga y profunda experiencia adquirida en tiempos pasados, sobre todo por haberme enfrentado a lo cotidiano de la basura real. Sí, basura. Se produce y se saca al portal, al contenedor o se tira en cualquier lugar, sin tener en cuenta (la mayoría de las veces) la importancia de la misma en materia de contaminación o reciclaje y aprovechamiento. La basura no «es un tesoro», como alguien solía repetir, pero puede ser aprovechada en una buena parte si se adquiere conciencia para un buen reciclaje mediante la correcta separación de la misma.

En poco tiempo se ha avanzado mucho en materia del tratamiento de los residuos urbanos; no hace mucho tiempo que la basura se amontonaba en las calles y plazas para ser recogidas por los empleados municipales, o se utilizaba en las huertas o como comida para los animales; también los chatarreros recogían la fracción férrica o metal y los muebles en desuso eran aprovechados por los vecinos necesitados. Y el papel y el cartón se quemaban en las cocinas (el plástico prácticamente no existía).

Los tiempos han cambiado con rapidez meteórica y hoy nos hallamos en una situación desbordada, pues los productos vienen forrados de plástico o cualquier otro material en demasía; los productos químicos abundan sin control y no digamos nada de las lámparas, las pilas o las máquinas mixtas de uso cotidiano.

Son los vertederos controlados una solución menos mala dentro del proceso de tratamiento actual, sobre todo a partir de una recogida selectiva rigurosa, con la debida separación de las fracciones del vidrio, papel-cartón, férrico-metal, materia orgánica (sea vía contenedor o puerta-puerta, como tan bien se está desarrollando en algunas localidades vascas), además de la recogida de aceites, grasas y otros productos contaminantes calificados como peligrosos. A mayor reciclaje menor vertedero; a mayor reciclaje mayor conciencia; a mayor conciencia mayor lucha contra el despilfarro y la producción de envases inútiles. Ciertamente, la basura no es un tesoro, pero de la basura se puede atesorar riqueza, es decir, recuperar materia para, reciclándola, volverla a poner en circulación, lo cual nos sitúa en un lugar sensible y más humano, con una aportación a la sociedad impagable en el campo de la solidaridad.

Cuando observo y escucho los intentos insanos de introducir la incineración de los RSU en Nafarroa (Olazti) y en Gipuzkoa (Zubieta), siento una especie de ira que me molesta. Cuando se promueve una planta incineradora «llave en mano» se barrunta un negocio sucio, pues se construye por un montante X y siempre se divide entre los gestores y los constructores el beneficio dinerario. Ahí termina la responsabilidad, pues lo importante llega después. En Zubieta, de nuevo cuño, y en Olazti aprovechando la crisis del ladrillo y las empresas adjudicatarias del tratamiento: «pasaba por aquí...». Lo verdaderamente importante son los sistemas y los resultados de las plantas de incineración. El sistema de volteo para la incineración es el típico de las cementeras, con sus paradas técnicas y sus emisiones aéreas, con su producción de escorias y cenizas que han de requerir un vertedero clasificado para albergar residuos tóxicos peligrosos, cuestión nada baladí, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que pretendemos es llegar al punto basura cero-zero zabor. Los inconvenientes de una planta incineradora de basuras (fracción resto) emergen con problemas múltiples, pues la contaminación aérea resulta verdaderamente grave para el entorno y zonas alejadas, dependiendo de los vientos y adónde lleven las dioxinas y el CO2 que los filtros de la torre de la incineradora no pueden controlar. Está demostrado que estas emisiones en forma de partículas resultan cancerígenas y que la contaminación de los residuos de la incineración, tanto las escorias y cenizas como las emisiones aéreas, requieren de tratamientos especiales que aún no se conocen.

Resulta imposible entender cómo puede haber políticos que sean capaces de defender este tipo de tratamientos de los RSU, algo que compete a toda la sociedad y que influye directamente sobre la misma. Puede entenderse una rabieta por el juguete roto, pero resulta inadmisible que dicha rabieta cueste ingentes cantidades de dinero o la salud a sus propios votantes y a los contrarios.

Desde la experiencia de muchos años en el tema de los RSU y desde la tranquilidad de los tiempos actuales, tengo que expresar mi agradecimiento a todas esas personas implicadas y maltratadas por su compromiso con la solución al problema permanente de las basuras. Las basuras nos incumben a todos, y todos y todas debemos implicar- nos por una mejor solución, sea con el atez-ate y el esfuerzo por zero zabor-basura cero. No quiero acabar sin mandar un recado a los responsables de Bizkaia que, con su mal entendido txokismo, frustran el avance global de nuestra unidad territorial fallida: no basta que nos dividan en tres partes, para que nos vengan las diputaciones a abofetearnos con sus venganzas pobres.

Usurbil, zorionak! Gipuzkoa, zorionak! Europa no regala nada y cuando os felicita es porque os lo merecéis.

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