Mikel Arizaleta

Soja Kosmodemjanskaja

Mikel Arizaleta, colaborador habitual de la sección de opinión de GARA y NAIZ ha muerto hoy tras sufrir un accidente doméstico hace unos días. Publicamos aquí el último artículo que envió a nuestra redacción.

En un conocido blog, el "Sasch's Welt", encontré hace poco una historia impactante, que elaborada por el reconocido periodista del periódico ruso "Trud", Sergei Turtschenko, tras una exhaustiva indagación, os la presento traducida. Se trata de una muchacha de la Unión soviética –una heroína de las muchas que nos libraron del nazismo– y sus andanzas en la Segunda Guerra Mundial. Creo que merece leerse.

Hay quienes, en algunas publicaciones, la han calificado simplemente de pirómana, de incendiaria de pueblos en la periferia de Moscú, condenando a la ruina y a la muerte a la población local en un invierno gélido. Supuestamente los mismos habitantes de Petrischtschewo la habrían detenido y entregado a las fuerzas alemanas de ocupación. Y, ya ejecutada, los mismos campesinos la habrían maldecido.

Raramente una mentira surge de la nada, todos los posibles «misterios» e interpretaciones oficiales de hechos no clarificados son suelo fértil de surrumurrus. Ciertas circunstancias del acto heroico de Soja han sido guardadas en secreto, de ahí su tergiversación desde el inicio. Hasta hace poco no se supo quién fue esta mujer y, en concreto, cual fue su misión en Petrischtschewo. Se considera a Soja como una konsomolzin moscovita (konsomol era la organización juvenil del Partido Comunista de la Unión Soviética), incrustada en la retaguardia enemiga para realizar tareas partisanas y de información, y detenida en Petrischtschewo al llevar a cabo tareas de lucha y combate.

«No hace mucho», dice el periodista Sergei Turtschenko, «conocí a una veterana del servicio de información en el frente de guerra, a Alexandra Potapowna Fedulina, que conoció muy bien a Soja. La antigua espía me relató lo siguiente»:

«Soja Kosmodemjanskaja no fue partisana sino una soldado del ejército rojo de la Diversionbrigate dirigida por el famoso Artur Karlowitsch, quien en junio de 1941 formó el denominado Truppenteil 9903 para llevar a cabo Diversionshandlungen en la retaguardia de los ejércitos enemigos. Un grupo de voluntarios de las organizaciones juveniles de Moscú (konsomol) y su entorno, y los jefes fueron elegidos de entre los oyentes de la academia militar Frunse. Durante la batalla en Moscú se preparó 50 grupos de combate con esta tropa de espías del Frente Oeste. De setiembre de 1941 a febrero de 1942 se infiltraron en la retaguardia enemiga 89 de estos voluntarios, que mataron a 3.500 soldados y oficiales alemanes, liquidaron a 36 traidores, volaron 13 depósitos de combustible y 14 tanques con material incendiario. En octubre de 1941 conocí a Soja Kosmodemjanskaja en un grupo en la escuela de espías de la brigada. Más tarde fuimos juntas a realizar tareas especiales en la retaguardia enemiga. En noviembre de 1941 yo fui herida y, al regresar del hospital, conocí la trágica noticia del martirio de Soja».

«¿Por qué tanto tiempo silenciando a Soja como soldado del ejército rojo en el frente de guerra?», pregunté a la señora Fedulina.

«Porque los documentos, que hablan de la orden de combate –sobre todo los de la brigada de Sprogis– se han mantenido en secreto. Posteriormente me fue posible leer la orden nº 0428 del 17 de noviembre de 1941 dada por el comandante supremo y suscrita por Stalin. Cito: ‘Hay que hacer imposible que el Ejército alemán se instale en pueblos y ciudades, hay que echar a los conquistadores alemanes de todos los lugares habitados y dejarles al intemperie en el campo desamparados en el gélido frío invernal, arrojarlos de todos los cobijos y refugios cálidos y hacer que se congelen en el descampado. Hay que destruir y quemar todos los puntos habitados de la retaguardia enemiga, entre 40 y 60 km adelante y atrás de la línea principal de avance enemigo y de 20 a 30 km a derecha e izquierda. Para la destrucción de los puntos habitados en el espacio indicado se ha ordenado abrir fuego a la flota aérea, atacar con artillería y lanzamiento de minas, intervenir destructivamente con los departamentos de información, de eskies y demás grupos, que están provistos de botellas incendiarias, de granadas y material explosivo. En el obligado repliegue de nuestras tropas… la población soviética tiene que continuar destruyendo sin excepción todos los puntos habitados para que el enemigo no pueda utilizarlos’».

Tarea ésta que en la zona de Moscú llevaron a cabo los combatientes del departamento de Sprongis, y también la soldado del ejército rojo, Soja Kosmodemjanskaja. Probablemente la dirección del país y las fuerzas armadas, tras la guerra, no quisieron informar durante tiempo que los combatientes del Ejército soviético, en zona moscovita quemaron pueblos, porque creyeron no deseable dar a conocer la orden de mando citada y otros documentos de parecido calibre.

Ciertamente, esta orden vierte un panorama poco saludable y muy controvertido sobre la batalla en Moscú. Pero no olvidemos que la realidad de la guerra es básicamente más brutal de lo que normalmente pensamos. Desconocemos qué hubiera ocurrido si esta batalla, la más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial, les hubiera sido posible a los fascistas descansar en las moradas templadas y calientes del país y llenar los bolsillos en las cantinas de los koljoz (granjas colectivas de la Unión Soviética). Por esta razón muchos luchadores del departamento de Sprogis procuraron y se esforzaron sólo en quemar y dinamitar aquellas casas y cabañas, donde se instalaban los fascistas y sus jefes. No hace falta recalcar que cuando el combate es a vida o muerte, al menos en la actuación del hombre rigen y caben dos verdades: una humana, la de sobrevivir a cualquier precio, otra heroica, la de sacrificarse uno mismo y morir por la victoria. Y la contradicción de ambas posturas debe valorarse y tenerse en cuenta a la hora de valorar la heroicidad de Soja, que se dio en 1941 y que se da también hoy día.

¿Y qué sucedió en Petrischtschewo? En la noche del 21 al 22 de noviembre de 1941 Soja Kosmodemjanskaja atravesó con su grupo de información de 10 personas la línea del frente. Ya en zona ocupada toparon en el bosque con una patrulla enemiga. Uno murió, otro retrocedió de miedo y sólo 3 –el jefe del grupo, Boris Krajnov, Soja Kosmodemjanskaja y el organizador del komsol de la escuela de información, Wassilli Klubkow– prosiguieron su camino ya antes estudiado. En la noche del 27 al 28 de noviembre llegaron al pueblo de Petrischtschewo con la misión de destruir, junto a otros objetivos militares nazis, el punto de apoyo técnico de transmisiones, escondido cuidadosamente en un corral de yeguas. Boris Krajnow fijó las tareas: Soja Kosmodemjanskaja debía adentrarse en la parte sur del pueblo y destruir con botellas incendiarias las casas donde se habían instalado los alemanes, Boris Krajnow debía examinar la parte central del pueblo donde se habían aposentado los jefes, y Wassilli Klubkow debía penetrar en la zona norte. Soja llevó a cabo su tarea exitosamente, y con botellas incendiarias destruyó dos casas y un coche enemigo. Y en su retirada al bosque, lejos ya del lugar del atentado, observó al Swiridow, el jefe del pueblo, que llamó a los fascistas. Y Soja fue detenida. Los alemanes en agradecimiento obsequiaron a Swiridow con un vaso de vodka, como luego, tras su liberación, contarían los habitantes de Petrischtschewo.

Soja fue interrogada bajo torturas bestiales pero no soltó prenda sobre su departamento ni sobre sus compañeros. Poco más tarde los fascistas detuvieron también a Wassilli Klubtow, que, por miedo y angustia, contó todo lo que sabía y más. Krajnow escapó milagrosamente al monte.

A Klubkow los fascistas le devolvieron al departamento de Sprogis con una «leyenda» sobre su huida de la cautividad. Pero allí, en el interrogatorio, pronto se descubrió el pastel. En el interrogatorio Klubkow narró el acto heroico de Soja.

En el protocolo sobre el interrogatorio del 11 y 12 de marzo de 1942 se dice cómo Klubkow fue capturado por dos soldados alemanes con cinco botellas incendiarias, la ración alimenticia y una botella de vodka. «Cuando me entregaron al oficial tuve miedo y conté que éramos tres, y dije los nombres de Krainow y el de Kosmodemjanskaja. El oficial dio a los soldados alemanes en alemán una orden y salieron rápidos de la casa, y tras unos minutos trajeron a Soja. No sé si Krajnow había sido detenido. Estuve presente en el interrogatorio a Kosmodenjanskaja. El oficial le preguntó por qué había incendiado el pueblo. Respondió que no lo había incendiado. Luego el oficial comenzó a golpear a Soja y le exigió una contestación pero ella se negó. En su presencia dije al oficial que Soja conmigo había llegado al pueblo para llevar actos de destrucción y que ella había dado fuego a la parte sur. Soja no respondió a las preguntas del oficial. Al ver que callaba la desnudaron y golpearon para obtener respuesta; durante 2 o 3 horas la golpearon brutalmente con barras de goma. Y Soja dijo: «Matadme pero no os diré nada». Luego fue sacada y ya no le vi.

En el protocolo del interrogatorio A. W. Smirnowa del 12 de mayo de 1942 se dice: «Al día siguiente de la quema me encontraba en mi casa quemada y vino la ciudadana Solina y me dijo: ‘Vamos, te voy a mostrar quien le ha pegado fuego’. Tras estas palabras, dichas por ella, fuimos a casa de Kulikow, donde se había instalado la jefatura. Al entrar vi a Soja, vigilada por soldados alemanes. Yo y Solina comenzamos a insultarla, además le arreé dos guantazos y Solina le dio un manotazo. Walentina Kulik no nos dejó seguir preguntándole y nos echó de la casa. Durante la ejecución de Soja, cuando los alemanes le condujeron al patíbulo agarré un palo, me acerqué a la muchacha y a la vista de todos le golpeé las piernas. No recuerdo lo que dije cuando la partisana se encontraba bajo la cuerda para colgarla».

Por lo que dijo un ciudadano del pueblo de Petrischtschewo a Soja le pusieron colgado del cuello un cartel, que en ruso y en alemán decía «incendiaria». Se la cogió por las axilas y se la condujo al patíbulo, ya que merced a las torturas no podía caminar. Alrededor del patíbulo había muchos alemanes y habitantes del pueblo. Al acercarle al patíbulo se la fotografió.

Y ella gritó con todas sus fuerzas: «¡Ciudadanos. No os quedéis mirando, ayudad al ejército a luchar. Mi muerte por la patria es el resultado de mi vida». Luego dijo: «Compañeros, la victoria es nuestra! ¡Soldados alemanes, no es demasiado tarde, entregaos! ¡La Unión Soviética es invencible!». Luego colocaron una caja, a la se subió sin que la ordenaran. Llegó un alemán y comenzó a estirar la cuerda. Entonces ella gritó: «Por muchos que colguéis no vais a matarnos a todos porque somos 170 millones. Pero nuestros compañeros me vengarán». Esto lo dijo con la cuerda apretando su garganta.

Durante todo un mes estuvo su cadáver en el centro del pueblo. El 1 de enero de 1942 los alemanes permitieron a los habitantes del pueblo enterrar a Soja.

En una noche de enero de 1942, mientras se luchaba en los alrededores de Moshajsk algunos periodistas llegaron a una cabaña de Rayon Puschkino, que se libró del incendio. El corresponsal de "Prawda", Pjotr Lidow, entabló conversación con un campesino viejo, que le contó lo sorprendido que quedó de lo que vio en la ocupación del pueblo de Petrischtschewo, donde presenció la ejecución de una muchacha moscovita: «Cuando se la colgó habló. Se la quería colgar y a pesar de todo ella les amenazaba…».

La narración de este señor resultó a Lidow tan sorprendente que la misma noche se dirigió a Petrischtschewo. Y no paró hasta haber hablado con la gente del pueblo y enterarse de todas las particularidades de la ejecución de nuestra rusa Jeanne d'Arc –así denominó a la ejecutada, que la consideraba una partisana–. Regresó a los días con el fotógrafo de "Prawda", Sergej Strunnikow. Se abrió la fosa, hizo una foto y la mostró a los partisanos.

Uno de los partisanos del departamento Werejsker reconoció en la ejecutada a la muchacha a la que él encontró en el bosque antes de que ocurriera la tragedia. Dijo que era Tanja, y bajo ese alias apareció la heroína en el artículo de Lidow. Luego se supo que éste fue un seudónimo, que se había puesto Soja como espía. Su auténtico nombre se conoció a inicios de febrero de 1942: «1. Los ciudadanos del pueblo de Petrischtschewo (siguen los apellidos) por las fotografías presentadas al departamento de información del jefe del frente oeste reconocen en la ejecutada a la consomolcin Soja A. Kosmodemjanskaja. 2. La comisión procedió a la apertura de la fosa, donde fue enterrada Soja Anatoljewna Kosmodemjanskaja. La vista del cadáver… ha confirmado de nuevo que la ejecutada es la compañera A. Kosmodemjanskaja».

Soja Anatoljewna Kosmodemjanskaja será la primera mujer honrada en la gran guerra patria con la estrella de oro de un «héroe de la Unión Soviética». Swiridow, el traidor Klubkow y las colaboradoras de los fascistas, Solina y Smirnowa, fueron condenadas a la pena máxima.

El servicio de información ruso constató dónde se encontraba la compañía de los verdugos fascistas, de los asesinos de Soja. Poco después fue destruida por el Ejército soviético 
toda la compañía con su jefe, el teniente coronel Ruderer, en los combates en los alrededores de Smolensk. En el bolsillo del fotógrafo amateur asesinado se encontraron las fotos de la bestialidad llevada a cabo con Soja en Petrischtschewo. Cinco tomas de los últimos minutos de su vida fueron impresas el 3 de octubre de 1943 en todas las portadas y páginas centrales de los periódicos, creando enorme indignación en el pueblo soviético.

Ljubow Tomofejewna Kosmodemjanskaja escribe: «Abril de 1949. La gran sala Pleyel en Paris – Congreso de los combatientes por la paz. Cuántas informaciones y noticias he oído sobre personas que sacrificaron su vida en la lucha contra el fascismo, que en la Segunda Guerra Mundial lucharon por la victoria de la luz sobre las tinieblas, de lo noble sobre lo rastrero, de lo humano sobre lo inhumano. Nuestro delegado, el héroe de la Unión Soviética, Alexej Maresjew, ocupa la tribuna, acogido con fuertes aplausos. Para todos los presentes Alexej Maresjew es la personificación del pueblo soviético, de su valentía, de su irreductible fortaleza, de su audacia sin límites y de su perseverancia. «Toda persona debe preguntarse hoy qué puedo hacer yo por la defensa de la paz», exclama Alexej Maresjew en la sala. «No hay ahora meta más digna de encomio, más noble, más alta que la lucha por la paz, que obliga a toda persona».

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