José María Pérez Bustero
Escritor

¿Somos cristianos en la izquierda abertzale?

A esta pregunta responde el autor apostando claramente por una defensa de los valores cristianos recogidos en el Evangelio. Pérez Bustero cree que esa es la base teórica en la que debe apoyarse la izquierda abertzale, frente a los mensajes recogidos en el Antiguo Testamento, del que afirma que «una simple ojeada nos hará ver que no es cristianismo» sino «crónicas del pueblo judío», y a las prácticas de la Iglesia Católica instalada en el Imperio Romano desde el siglo IV.

Hay épocas del año en que la religión «católica» se mete en los escaparates, noticiarios y plazas. Precisamente ahora estamos en una de esas épocas. La Navidad, con los belenes, alocuciones y villancicos como referencia. Hay otras fechas, por el contrario, que suenan a pasión, como la viviente de Balmaseda, a javieradas, sanignacios, sanfermines, virgenblanca, nuestra-señora-de-begoña. La religión católica es un transfondo que se repite todo el año. Ahora bien, ¿nos preguntamos alguna vez qué actitud tiene la izquierda abertzale frente a la religión católica? Desde luego, entre los cuestionarios oficiosos no aparece nunca esa cuestión. Puede advertirse simplemente un distanciamiento implícito o explícito de lo religioso, ya que detrás percibimos importantes imposiciones morales, culturales y políticas, confeccionadas por la cúpula clerical y estructuras estatales. Sin embargo, hacernos esa pregunta y responderla sería muy oportuno. Si arrastramos una herencia «católica» y si tenemos un porcentaje de gente que todavía se siente dentro del catolicismo, no podemos alzarnos de hombros y pasar página.  


Se da otra circunstancia. Que no es difícil organizar una reflexión al respecto. Apenas puestos a ello, nos aparecerán tres campos básicos. En primer lugar tenemos delante lo que llaman Antiguo Testamento. Una simple ojeada nos hará ver que no es cristianismo. Son crónicas y reflexiones del pueblo judío. Al vivir durante siglos vapuleado por los imperios que lo rodeaban, se agarró al supuesto de ser elegido de Dios. Así que los diferentes episodios, desde el «varón» creado por dios mientras la mujer era hecha de la costilla de este, hasta el famoso diluvio universal, así como sus crónicas, proverbios y profecías, son literatura judía y a ellos les atañe.


En segundo lugar podemos examinar a esa Iglesia Católica que se instala en el Imperio Romano desde el siglo IV. Tampoco aquí nos será difícil hacernos con un criterio clave apenas le echemos una ojeada. Y es que sentiremos un profundo rechazo y repugnancia hacia la actitud de muchos pontífices, teólogos y alto clero que han dirigido esa Iglesia. Lo mismo coronaban como emperador al conquistador o malhechor Carlomagno, promovían como cruzadas las guerras de control del Mediterráneo, que posteriormente sus teólogos defendían la conquista de América pues era «conforme al derecho natural que tales gentes quedaran sometidas a naciones más cultas» o «como gentes fieras y crueles a gentes excelentísimas» (Juan Ginés de Sepúlveda. año 1550). Y asimismo debemos manifestar nuestro horror ante aquel discurso de Pío XII del 19 abril 1939, dirigido a los «hijos queridísimos de la católica España», «la nación elegida por Dios», baluarte inexpugnable contra el ateismo materialista, animando a todos a seguir «los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta nobleza por el Generalísimo». Parecidamente asistimos con rabia a los discursos, a la estructuración y a los tremendos silencios de la jerarquía española.


Nos queda ir al documento básico del cristianismo. Los evangelios, que exponen el mensaje nuclear y la actitud de «Jesús de Nazareth» frente a la sociedad que le rodeaba. Apenas separemos lo que es lenguaje, alusiones o conceptos que suponían una adecuación a los oyentes judíos, nos aparecerá el mensaje de aquel hombre a quien condenaron a muerte después de tres años de predicación.


Pero, ¿cuál es la médula de ese mensaje? De entrada, se ven profundas afirmaciones que proponen un comportamiento de amor, de vecindad o solidaridad entre las personas. Pero no fue eso lo que le llevó a la muerte. Lo medular de su mensaje, lo que le llevó a ser odiado y condenado a muerte tenía dos grandes facetas interrelacionadas. La primera, imputar y hasta maldecir a quienes constituían la autoridad judía. «Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas... guías ciegos... que os olvidáis de lo más grave de la ley, la justicia, la misericordia, la lealtad..., que estáis llenos de hipocresía y de iniquidad, ...que mataréis y azotaréis a los verdaderamente enviados por dios, y que habéis convertido el templo en una ‘cueva de ladrones’». «Ay de vosotros ricos... Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios».


La segunda perspectiva constituye el tronco en positivo de su mensaje. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados los que lloran, los que padecen persecución por la justicia». Jesucristo promovía una sociedad completamente diferente a la que mantenían en pie el sumo sacerdote y los suyos, el Sanedrín o asamblea de notables, los escribas y fariseos. Estos fueron quienes lo condenaron a muerte e hicieron ratificar su sentencia por el delegado romano.


Evidentemente, ese mensaje cristiano está desaparecido en la cúpula católica. ¡En la cúpula y sus siervos! Pero, seamos justos, hay un sinfín de personas que siguen invadidos por el pensamiento de Jesucristo, mujeres y hombres de todo tipo, que son realmente cristianos, y dignos de toda admiración. Y que dicha cúpula católica tiende a acallar y marginar.


Dicho todo esto, alguien podría insistir «¿y qué nos va a los de la izquierda abertzale?». Tenemos nuestro Olentzero, nuestras sorginas, nuestras raíces en esta tierra a miles de kilómetros de Israel, nos sigue presionando el proceso histórico de repetida autoafirmación y nuestra lengua es de época inmemorial. Evidentemente. Pero resulta que nos viene muy bien inscribirnos en un contexto más amplio. Hemos estado muy atentos a los funerales de Mandela, porque comulgamos con su doctrina antiapartheid y su impulso a la construcción de un Estado reconciliado. Y necesitábamos ser vistos junto a él. También declaramos una gran empatía hacia la evolución de Irlanda del Norte o hacia los pueblos que están emergiendo en Centro y Sudamérica, desde Bolivia hasta Nicaragua y el Caribe. Y es que, aunque lo hayamos aprendido un poco tarde, nos favorece mucho ser visualizados junto a otros, pues no es suficiente vivir a solas con nosotros mismos.


Por ello sería muy interesante social y políticamente que, mientras nos declaramos tremendamente críticos con la religión católica en manos de las aristocracias clericales y de los partidos derechistas, –esos que hablan de aborto, virginidad, misas, ritos e infalibilidades clericales–, declaráramos nuestra empatía con el cristianismo. Precisamente en cuanto izquierda abertzale. Afirmar que coincidimos con la tremenda crítica a la hipocresía de los poderes religiosos y políticos y con el hambre y sed de justicia. Y que nos sentimos incluidos en aquella afirmación de «bienaventurados cuando os insulten y persigan y con mentira digan todo género de mal contra vosotros», porque será la prueba de que vamos por el camino recto.

Bilatu