Tareas nuevas y... pendientes
Como viene siendo habitual al comienzo de un nuevo año, curso o regreso de un periodo vacacional, a menudo se plantean cambios o nuevos propósitos para mudar o conseguir objetivos que consideramos interesantes para el contenido de nuestras vidas. Bien sean nuevas intenciones, enmendar excesos o errores cometidos o acabar de resolver problemas pendientes.
En el caso de nuestra sociedad y más allá de los relacionados con asuntos banales, que también importantes o muy importantes, como perder peso, apuntarnos a algún curso, acabar de aprender euskera, perfeccionarlo o iniciarnos en el tesoro que tenemos como lengua propia, etc. E incluso cambiar de hábitos que mejoren nuestra salud, y por supuesto, comportamientos que nos hagan más empáticos y comprometidos en la tarea de conseguir una sociedad más justa e igualitaria, tenemos los pendientes del país y comunidad a la que pertenecemos.
Estos retos que debemos transformarlos en objetivos inaplazables nos exigen actuar de inmediato para darles la solución definitiva que nos permita con energías renovadas afrontar los sobrevenidos y los que los nuevos tiempos nos están demandando.
La velocidad a la que se están produciendo los cambios político-sociales, llegando en muchos casos a colapsar o bloquear nuestras capacidades de adaptación e incluso de asimilación, creo que ya es un hecho irrefutable, que en gran medida lo estamos normalizando como algo irremediable e irreversible en nuestras vidas y futuro. Pero no es de recibo que ello nos lleve a la indolencia e inanición en vez de actuar para confrontar las injusticias y luchar para mejorar lo que se nos plantea como línea de vida.
El impacto de las nuevas tecnologías e inteligencia artificial y su incidencia en los comportamientos sociales a través de las redes y plataformas en manos de personajes y lobbies ultraneoliberales es algo ya asumido con alarmante naturalidad por la mayoría de las sociedades.
Los movimientos tectónicos que se están produciendo en la economía, medios de producción, masivos movimientos migratorios (África, Asia, Latinoamérica), control de las zonas de influencia sociopolítica (Europa, OTAN), y la hegemonía en el desarrollo de las emergentes industrias armamentísticas, espaciales y de investigación biológica y biotecnológica (pandemias, alimentos...), por parte de China y EEUU, fundamentalmente, nos intentan llevar a un nuevo modelo donde el valor de las personas, sus derechos, quede relegado en favor del control global por las elites.
Sin olvidarnos de la colonización, sin armas o ruidos, en la mayoría de los casos, de las áreas y países con paupérrimas economías, pero depositarios de tierras raras, y otros elementos de gran valor para sus propósitos de dominio o amenaza. La necesidad obliga en muchos y en otros la corrupción manda.
Tampoco todo es amistoso, necesitan también marcar territorio a la par que experimentar y rentabilizar sus potentes industrias armamentísticas.
No vamos a descubrir nada si afirmamos que detrás de estas estrategias neoliberales canalizadoras del pensamiento único supremacista se encuentra el embrión en la promoción de los movimientos globales de extrema derecha y fascistas en el papel mamporrero y ariete en la fabulación del enemigo imaginario como incrustación del miedo y justificación de perdida de derechos e implementación de políticas antisociales y regresivas.
Superar y revertir esta creciente tendencia global, además de las que en nuestro caso particular de Euskal Herria tenemos pendientes, es lo que toca desempeñar. La desaparición de las medidas de excepción, restitución de sus derechos y puesta en libertad de las personas aún en prisión y libre regreso de refugiados o exiliados por motivaciones políticas, no admite más dilación.
La participación de toda la sociedad, principalmente la de los actores participantes en conflicto político y armado, felizmente superado por la voluntad de una de las partes, en la construcción del relato de la reciente historia de nuestro país, junto al reconocimiento de todas las victimas sin distinción, es la única garantía de superación y no repetición. Lejos de las falsas e hipócritas dicotomías que desde los poderes quieren imponer.
El reconocimiento del derecho de la libre decisión de los ciudadanos de las naciones sin estado a decidir su futuro fuera de injerencias de terceros, sean españoles, franceses u otros se torna imprescindible.
La integración de todas las personas venidas de fuera de nuestro territorio a nuestra cultura y lengua, que sin perder sus orígenes y raíces, lo consideren un plus de motivación y oportunidad en su decisión y necesidad de incorporarse a una sociedad diferente debe ser inaplazable. Con especial foco a la juventud tanto nativa como migrante, no olvidemos que ellos serán el futuro. Su formación, conciencia y derechos, bien sean laborales, vivienda o asistenciales es una responsabilidad ineludible para todos, y especialmente para los que hemos superado esa etapa.
De inmediato hay parar el genocidio palestino, las guerras y exterminio del diferente, pueblos o etnias. La investigación e inversión se debe dirigir al bienestar del conjunto de la sociedad y no a las industrias de dominio ideológico y exterminio. Para ello se necesita una urgente regeneración de conciencias, y grandes dosis de compromiso e implicación en la reconstrucción de sectores progresistas y de derechos humanos con agenda global a nivel mundial de defensa y avance en valores democráticos e igualdad de todas sin distinción.