Iosu del Moral y Mikel Labeaga
Militantes Antikapitalistak Euskal Herria

Tarifazo a la luz de un gobierno con muy pocas luces

Hay que terminar con las oligarquías energéticas, y eso solamente será posible a través de una ruptura sin ambages con el sistema actual que permita la emancipación definitiva del yugo de esta cultura y sociedad de consumo dominante.

Hemos pasado de la época en la que el dúo PPSOE, formado por los señores Felipe González y José María Aznar, privatizaban nuestra dignidad social, regalando a las élites económicas una empresa pública, como Endesa, perteneciente a un sector estratégico, a tiempos en los que primero la derecha de manos de Mariano Rajoy atacaba directamente a las renovables, ejecutando incluso el que fuera conocido como impuesto al sol, para más tarde tener que soportar como el supuesto Gobierno más progresista de la historia del Estado, permite subidas desmedidas en la factura de la luz en plena ola de frío, rematando el despropósito con la inmoral imposición de un tarifazo que afecta a la gran mayoría de familias.

Cierto es que, por parte de la derechas liberales, uno no espera nada y que al menos estas se mantienen fieles a su ideario de ir paulatinamente, cual parásitos, carcomiendo los servicios públicos. Tampoco se espera mucho de los social liberales del PSOE, que poco han cambiado desde aquellos tiempos en que dejaban en manos de la iniciativa privada parte del erario público mientras desfilaban por la pasarela de las puertas giratorias muchos de sus dirigentes durante las décadas de los ochenta y noventa. Lo que es totalmente insostenible es que la izquierda institucional y reformista, renuncie incluso a ese rancio posibilismo de mínimos y acabe siendo cómplice en el desarrollo y aplicación de este tipo de políticas. No debemos olvidar que Unidas Podemos forma parte de un Gobierno en el que cuenta con la friolera de cinco ministros, entre los que se encuentran algunos ministerios tan relevantes para este tipo de asuntos, como el de consumo, bienestar social o trabajo.

El verdadero problema reside en permitir desde los poderes públicos la constante mercantilización de los servicios básicos. No podemos seguir culpando a esos empresarios ultra liberales esperando que dejen de hacer su trabajo, que dejen de hacer lo que tienen que hacer y para lo que han sido encomendados según su dogma capitalista. Un trabajo fundamentado en los principios de explotación de los recursos y de la clase trabajadora que de manera voraz especula al servicio de la rentabilidad económica y del crecimiento constante de los beneficios. Lo que debemos exigir es la inmediata nacionalización de los sectores estratégicos y la creación de empresas públicas para las que la finalidad sea garantizar un servicio público y de calidad para la ciudadanía.

Debiera ser inaceptable para cualquier sociedad mínimamente avanzada que empresas como Endesa, la mayor energética del Estado, tras su proceso de privatización, se encuentre año tras año entre las empresas peor valoradas por los consumidores, llegando a ocupar según Facua el pasado curso el número uno de dicho vergonzoso ranking, gracias a prácticas tan deplorables como altas fraudulentas, cortes injustificados o errores continuados en la facturación. Una empresa que además se atreve a través de su directiva a anunciar sin ningún tipo de rubor que gracias a este tipo de subidas este año obtendrá un nuevo record de beneficios, mientras la gente se dedica a planchar y poner lavadoras de madrugada.

Definitivamente hay que apostar por otro modelo de sociedad, un sistema que no deje atrás siempre a las mismas personas. Debemos impulsar iniciativas que recuperen la idea de lo común, de lo colectivo, de lo de todas y todos, entendiendo que los servicios básicos y de uso comunitario como la energía no pueden estar en manos de los buitres carroñeros que sistemáticamente buscan generar plusvalías en beneficio propio y en perjuicio de las mayorías sociales. Los gobiernos, aquellos encargados de gestionar lo público, deben dejar de estar al servicio de las grandes corporaciones y de las élites económicas que lo único que tratan es de salvaguardar su posición de privilegio.

Hay que terminar con las oligarquías energéticas, y eso solamente será posible a través de una ruptura sin ambages con el sistema actual que permita la emancipación definitiva del yugo de esta cultura y sociedad de consumo dominante. Hoy más que nunca es necesaria la trasformación radical hacia un ecosocialismo que ponga en el centro de las decisiones políticas a las personas en vez de al capital. La solución no pasa por el capitalismo verde, si no por dar un giro de 180 grados a nuestra relación con nuestro entorno natural y con nuestra manera de producir y de consumir. Frente a un sistema ecocida y depredador abandonemos las lógicas de la competitividad constante para dar paso hacia un ecosocialismo para cambiarlo todo.

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