Patxi Zabaleta
Abogado

TAV, autopistas y UPN

Es imprescindible y necesario modernizar el ferrocarril. Dicha modernización conviene hacerla con visión general y en parámetros lo más similares posibles al modelo europeo, lo que por desgracia es cada vez más difícil.

Si cogéis el coche en la plaza de Castillo de Iruña y emprendéis viaje a Pontevedra o Huelva o Gibraltar el único trozo de peaje es Berriozar-Irurtzun. ¡Y nosotros, que presumíamos de carreteras! ¿Por qué?

La mayoría de las autopistas del Estado ya han sido rescatadas porque se cumplió el plazo de las concesiones. Son retrógrada excepción, por desgracia, casos como los de la CAV, con concesiones prorrogadas para perjuicio de transportistas y ciudadanía y beneficio de entidades de crédito «aledañas» y oscurantistas gestoras mercantiles.

En Navarra, la injustificada e injustificable prórroga de las concesiones a Audenasa de los dos «peazos» de autopista que llegó a construir (Pamplona-Tudela y Berriozar-Irurtzun) la firmaron el desastroso consejero de Obras Públicas, Palacios, y el «consolado» con la presidencia de Audenasa, Jesús Aizpún. O sea, dos egregios representantes del conglomerado UPN-PP. La prórroga, que fue gratuita, favoreció solo al Estado, titular entonces del 50%; y perjudicó exclusivamente a Navarra, titular del otro 50%.

Efectivamente sin la prórroga de la concesión, los títulos de Audenasa hubiesen valido cero y su valor dimana de aquella inicua prórroga. Casi inmediatamente después de la prórroga, el máximo dilapidador de los bienes públicos, que fue Aznar, privatizó aquella cartera.

Ahora resulta más que patético escuchar a UPN bramando por la liberación del peaje Pamplona-Tudela, que se ha quedado no solo obsoleto, sino ridículo e injusto comparativamente con Pamplona-Logroño. Pocos tonos de broma emplea Esparza, pero si tuviese sentido del humor, se le podría sugerir la creación de un fondo para subvencionar ese peaje. No estaría mal una fotografía de Esparza y Palacios abonando el pago del peaje a los usuarios de los dos «peazos» de autopista, que siguen siendo de peaje por su culpa.

El famoso debate social de la autopista estuvo tan adulterado, falseado y tergiversado como lo está ahora el del TAV. El dilema verdadero era autopista o autovía. Menos mal que Audenasa quebró y no siguió de Irurtzun en adelante, porque en otro caso la mayoría de los pueblos del noroeste de Navarra hubiesen quedado semidesconectados. La derecha ultra navarroide y sus corifeos siempre estuvieron a favor de autopistas de pago. Aquí, en la circunvalación de Madrid y en cualquier parte.

En el caso del tren el tema es aún más complejo. El TAV es como una especie invasora que depreda en el resto de los modelos ferroviarios. En Navarra, la construcción del TAV está ocupando el sitio del ferrocarril como transportador de mercancías. Y precisamente lo que necesitaría Navarra es trasporte ferroviario de mercancías hasta sus naturales puertos de mar, que son Pasajes y Baiona.

Un ejemplo concreto, dramático y enormemente importante es el de Volkswagen. Si Navarra pudiese garantizar trasporte ferroviario desde Europa y a Europa, tanto de materiales y componentes como de vehículos acabados por ferrocarril, su situación seria muy ventajosa competitivamente hablando.

Lo que está ocurriendo es que, mediante miles de mentiras, se trata de ocultar o silenciar un hecho evidente y es el de que el TAV es solo para pasajeros. La obra asumida por el Gobierno de Navarra de eliminar la vía que atraviesa la fábrica tiene precisamente la causa de la carencia de justificación de un tren de pasajeros que cruza una factoría, pero no es ni la resolución del problema, ni siquiera su planteamiento, sino que se trata solo de una circunstancia conexa pero ajena a la cuestión fundamental.

Desde Hendaya se llega a Paris en tres o cuatro horas y el modelo ferroviario europeo, en el que no está el español, permite también el transporte de mercancías, pero el TAV no. Ese es el problema.
La cuestión entre las opciones de Alsasua y Ezkio es una cuestión menor y la gran metedura de pata por fatuidad de Felipe González hace que, por desgracia, siga siendo verdad aquello de que Europa empieza en los Pirineos. Pero resulta bastante más que patético observar cómo, una vez más, la derecha sedicente foralista defiende los intereses del centralismo, igual que lo hizo para mal de los intereses de Navarra en el único tema de esta legislatura en que su voto ha sido decisivo, la modificación del convenio económico.

En la defensa razonada y convincente del futuro de la factoría de Volkswagen en Navarra se han cometido diferentes errores. Algunos de ellos son imputables a la propia empresa y al contexto enormemente competitivo en el que se adoptan estas decisiones. Pero otros errores son estrictamente políticos, y entre ellos está la tergiversación y falseamiento del debate sobre el modelo ferroviario.

Es imprescindible y necesario modernizar el ferrocarril. Dicha modernización conviene hacerla con visión general y en parámetros los más similares posibles al modelo europeo, lo que por desgracia es cada vez más difícil.

Al día siguiente de que se acaben las obras del TAV empezarán las grandes empresas constructoras a fomentar el debate sobre la necesidad de construir una red ferroviaria paralela de transporte de mercancías. Argumentos no les van a faltar.

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