Josemari Lorenzo Espinosa
Historiador

Terrorismo

El diario nacionalista conservador español "ABC" afirmaba en un artículo de 2017, que la guerrilla fue imprescindible para repeler a un poderoso invasor. Y sus líderes guerrilleros, que en otro caso serían comparados con despiadados criminales, «fueron elevados a los altares de la patria y recordados por su actuación en la guerra de liberación nacional».

E.T.A. (Euskadi ta Askatasuna), o Movimiento Vasco de Liberación Nacional, como la llamó un día el presidente Aznar, en 1998, no ha sido nunca un grupo terrorista, ni una organización criminal. Como ahora la califican numerosos periodistas y cineastas pesebreros. Además de todos los políticos de la mamandurria del 78. ETA ha sido siempre un grupo guerrillero, con un perfil político-militar, surgido de los grupos de resistencia nacional vasca, a la invasión española. Una ocupación que se inició en el siglo XIX. Se consolidó con las guerras carlistas y la instalación permanente de un ejército regular, en suelo vasco... Y se tipificó con la anulación y persecución de la antigua soberanía foral o la obligatoriedad de los vascos de cumplir la constitución y otras leyes españolas. Entre ellas el pago de contribuciones y la prestación del servicio militar, en los ejércitos imperiales de España. El llamado tributo de sangre.

Después de la guerra de 1936, esta situación no solo se consolidó, sino que se endureció considerablemente con la dictadura del general Franco (1937-1975). Mas tarde, en la transición, la Autonomía un moderno sistema para regularizar la invasión, atribuyó a los vascos ciertas descentralizaciones. Con un Estatuto y un simulacro de falso autogobierno. Cuya transferencia estrella fue, ni mas ni menos, que la policía autonómica integral. Es decir, encargada de casi todo. En especial de la persecución y represión de ETA.

Lo de ETA, se mire por donde se mire, no fueron «asesinatos» ni «terrorismo». Fue una guerra de independencia, como otra cualquiera. Una que duró cincuenta años, con mas o menos altibajos. Así que lo de ETA fue una guerra de guerrilla urbana. Es decir una actualización de la guerrilla rural, con adaptación al medio urbano. Y que, según presumen sus historiadores, inventaron los españoles, cuando la francesada. Es decir, que ETA fue una lucha de liberación, como la española de principio de siglo XIX. Y también fue el equivalente vasco frente a la invasión, de Viriato contra los romanos, Pelayo y el Cid contra los árabes. O de los curas Merino y Tapia, el Empecinado, Espoz y Mina y otros muchos. Es decir de todos los que la historiografía imperial española llama bravos guerrilleros patriotas y héroes nacionales.

Guerra de la Independencia

A comienzo del siglo XIX, los franceses invadieron España. La operación no encontró ninguna resistencia, como consecuencia de los acuerdos entre el propio Napoleón y los entonces reyes Carlos IV y Fernando VII. Estos últimos renunciaron a sus derechos reales cediéndolos al emperador francés. Lo que abrió el pasillo para la llegada a Madrid, del propio hermano de Napoleón, José Bonaparte autoproclamado rey de España e Indias, bien arropado por el mejor ejército de la época. Contra esta situación, desde 1808 a 1814, se produjo un enfrentamiento armado. Con la importante mediación de algunos grupos guerrilleros. O «bandas armadas», en el lenguaje anti-ETA. Conformadas, por no menos de veintidós partidas de guerrilleros. Y con un total de casi 38.000 efectivos. Es decir, «asesinos terroristas», de acuerdo con el léxico de los defensores del actual Reino «democrático» de España, cuando se refieren a ETA.

Respecto a este punto, hay infinitos testimonios, generalmente favorables a los guerrilleros. Podemos comentar cualquiera de ellos. Pero hay uno de los mas recientes. El diario nacionalista conservador español "ABC" afirmaba en un artículo de 2017, que la guerrilla fue imprescindible para repeler a un poderoso invasor. Y sus líderes guerrilleros, que en otro caso serían comparados con despiadados criminales, «fueron elevados a los altares de la patria y recordados por su actuación en la guerra de liberación nacional».

Los historiadores españoles, aprecian estas guerrillas por su hostigamiento constante, consiguiendo que bloquear, en la península a un ejército de 300.000 soldados. Cuando para la campaña en la inmensa Rusia, Napoleón desplazó unos 500.000 efectivos. Los analistas españoles de esta guerra, creen que el papel de los guerrilleros (es decir, los que hoy serían "terroristas y asesinos") fue clave en el debilitamiento y dispersión francesa. Así, la situación del mejor ejército de su época, se hizo insostenible en la península. Los franceses tuvieron que abandonar Andalucía, bajo constantes ataques «terroristas» y, desde ese momento, la guerra estaba decidida. Solo faltaba que las tropas regulares (anglo-españolas) tomaran las posiciones abandonadas y sus generales, posaran para los pintores de fama. Mientras los «asesinos» de la guerrilla, poco a poco, se reintegraban a su vida normal. Y, algunos de sus líderes ingresaban en el ejército, con altos cargos y mejor remuneración.

La participación y descripción de esta guerrilla es muy variopinta. Un autor francés (Henri Jomini) asegura que «hasta los curas, las mujeres y los niños organizaban sobre el suelo de España el asesinato de soldados». Con lo que, los caminos de la época se encontraban repletos de cadáveres, mutilados, ahorcados o destripados. El saldo final apunta a mas de 200.000 soldados franceses muertos en una guerra espesa, irregular y de guerrillas. En la que muchos contemporáneos se horrorizaban con las barbaridades, cometidas por los «bandoleros» armados. El diario ABC, en un artículo de 2017, afirmaba que los guerrilleros y sus atrocidades eran «crueles pero necesarios». Porque la actuación de estos «bandidos patriotas», fue «mas que necesaria para liberar la nación del yugo francés». Y estas fueron «las razones para echarse al monte», dice el periódico.

También debemos consignar que la guerrilla, fue bendecida casi desde el principio por el poder político de la Junta Central, refugiada en Cádiz, durante la guerra. Esta Junta reconoció oficialmente a los guerrilleros-bandoleros, como «corsos terrestres». Es decir, les concedió lo que se llamaba «patente de corso», para matar franceses de cualquier forma, en cualquier tiempo y lugar. Así como para quedarse con lo que pudieran quitarles o robarles: dinero, suministros y equipamientos. De la aplicación despiadada de esta normativa, surgió la fama de ladrones bandoleros y asesinos sanguinarios, de algunos héroes nacionales. Aunque algunos historiadores mas neutrales, refieren como indeseables las «atrocidades», cometidas por los guerrilleros... Finalmente valoran mas su aportación a la guerra de independencia y a la «lucha de liberación nacional», que sus desmanes.

De este modo, cuando nació ETA estaba todo inventado. La organización armada vasca, para la liberación nacional (Aznar dixit) no necesitó mas que copiar los métodos de los resistentes españoles a la invasión francesa. Aunque sin la crueldad y el desorden manifiesto, de los guerrilleros españoles, ETA contribuyó de forma importante, a la toma de conciencia nacional de los vascos, en el s. XX. Claro que a los españoles no les interesa mucho, ni siquiera citar, los motivos o los fines de la resistencia vasca. Conocen la suya (Viriato, Pelayo, El Cid, Guerrillas...) y lo de ETA es algo sin sentido y criminal. Aunque esta organización, haya intentado, por todos los medios, explicarse y justificar su guerra de independencia. Aunque se haya mantenido durante 50 años, con un innegable apoyo popular. En la versión oficial, impuesta por los historiadores del imperio español, los guerrilleros vascos, son un subproducto de una historia, mal contada. No como la de ellos, tantos veces escrita, admirada y valorada como ejemplar.

Los españoles están legítimamente orgullosos de su guerra de independencia. De sus guerrilleros irregulares (o sea, terroristas) y de la kale borroka del 2 de mayo de 1808, que costó mas de 1.000 muertos. Lo demuestran con festividades nacionales, tipo dos de mayo en Madrid. Pero cuando se trata de reconocer el derecho al mismo orgullo, de sus enemigos (digamos los vascos) las cosas cambian. Al presidente Aznar se le escapó un reconocimiento de la organización armada, poco habitual. Pero muy parecido, en todo caso, al que los capitanes generales de las regiones militares, donde estaban presos los miembros de ETA, cuando al liberarles conforme a la Ley de Amnistía de 1977, afirmaban que sus hechos delictivos «tuviesen las consecuencias que tuviesen, eran actos de motivación política». Y la palabra terrorista no aparecía por ninguna parte.

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