Pedro A. Moreno Ramiro

Toca redefinir la izquierda

Si algo nos ha enseñado el siglo XXI, es que el espectro ideológico que nació tras la «Revolución» francesa y que se hegemonizó a lo largo del siglo XIX y XX, no es extrapolable al 100% a la actualidad. Todo se ha diluido y mal les pese a los marxistas más ortodoxos, Bauman tenía razón; vivimos en una sociedad líquida donde el capitalismo se aprovecha de las debilidades del colectivo y nos fracciona en multitud de etiquetas, pronombres o nuevas identidades con el objetivo de separarnos y borrar categorías sociales inclusivas como son la nación y la comunidad. Unas etiquetas, estas últimas, que confrontan con dos elementos fundamentales del proyecto capitalista: la gobernanza global y el mercado económico mundial.

No debemos olvidar en relación con el primer elemento, que, una vez eliminadas completamente las comunidades soberanas y democráticas, el capitalismo tendrá vía libre para construir una gobernanza global sin mugas −fronteras en euskera− que decida sobre la vida de miles de millones de personas. En relación con el segundo punto, es crucial subrayar que si el capitalismo consigue finalmente eliminar total o parcialmente a las naciones del mundo y construir una sociedad de consumo global con patrones culturales similares, los tecnócratas capitalistas habrán conseguido llevar a buen término su sueño húmedo de convertirnos en meras personas consumidoras sin más arraigo identitario que el que nos aporta lo que compramos o vendemos.

Mientras tanto, la izquierda clásica ha desaparecido en favor del ideal progresista. Pero... ¿qué es realmente el progresismo? El progresismo es una cosmovisión ideológica de origen norteamericano, promovida por el partido demócrata y sus lobbies empresariales, que pretende de la mano de las identidades parciales, los pronombres o el estilo de vida individual, aplacar las luchas estructurales que ansían acabar con el capitalismo global, las estructuras militares internacionales (como la OTAN) o el parlamentarismo liberal que permite la supervivencia del actual sistema hegemónico. Es importante destacar, en relación con todo esto, que los ingenieros sociales que han extrapolado esta nueva corriente política a Europa se han aprovechado del aumento de la extrema derecha o de fenómenos ultraliberales como Trump, Milei o Bolsonaro, para insertar en el imaginario colectivo izquierdista la idea perversa de que siempre es mejor lo menos malo y eso menos malo, aunque no perfecto, lo representa el progresismo. De esta manera, se cambia la agenda anticapitalista, proletaria o antiglobalización de la izquierda clásica, por una hoja de ruta en base a unos supuestos «derechos» que son completamente asumibles dentro del marco neoliberal. Porque al capitalismo le da igual que te autopercibas mujer, no binario, que seas hetero, negro o vegetariano, lo que quiere el sistema de dominación capitalista es que defiendas un modelo integral basado en el consumismo, el libre mercado o la acumulación capitalista.

Es tiempo de repensar y cambiarlo todo dentro de la izquierda sociológica para disputar el relato al progresismo liberal, pero principalmente, es hora de luchar argumentativamente contra una derecha y una ultraderecha que siguen jugando su papel a la perfección y que han añadido a su relato histórico, en el caso de los segundos, conceptos contemporáneos relacionados con la inmigración, la cultura mainstream o la presencia del islamismo en Europa. A colación de esto, tenemos que recordar que nadie puede comparar desde el rigor el fascismo, el nacionalcatolicismo, el republicanismo o el comunismo de principios-mediados del siglo XX, con el panorama que vivimos hoy en día en Europa. De hecho, la hemeroteca nos ofrece curiosidades de la mano de la propaganda antifranquista que en los tiempos actuales sería tachada de extrema derecha por los supuestos herederos de este bando histórico.

La regeneración y por qué no decirlo, la división de la izquierda actual, es una tarea fundamental en la lucha contra un neo-izquierdismo o, mejor dicho, progresismo, que pretende convertir a la izquierda vasca, estatal o europea, en una sucursal del partido demócrata norteamericano. Pese a que creo que el daño causado es muy profundo y que queda poco que salvar del significante (izquierda), de lo que sí que estamos a tiempo, es de redirigir el rumbo del significado que hemos asociado a lo largo de la Historia a la izquierda y con nuevas etiquetas, arrastrar a gran parte de la izquierda sociológica a un nuevo constructo sociopolítico. La escisión del partido alemán Die Linke, podría ir en esta dirección, donde los díscolos que encabeza Sahra Wagenknecht, se han mostrado contrarios y de ahí la escisión, a la agenda identitaria de la actual «izquierda» centrada en hablar de los pronombres, la percepción de las actitudes racistas, el feminismo interclasista u otros componentes bizarros del actual discurso hegemónico progresista frente a una realidad en la que cada vez los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Un ejemplo de esto último, sería como el Banco Sabadell, Santander o BBVA han batido en 2023 su récord histórico de beneficios. Otro aspecto que diferencia a los de Wagenknecht de la línea oficial de Die Linke, es la postura de los escindidos respecto al modelo migratorio. Una curiosidad respecto a esto último y que desmontaría muchos clichés progresistas, es como seis de sus nueve diputados escindidos son de origen extranjero.

El fin de ciclo dentro de la «izquierda» es evidente y sus futuras divisiones a nivel europeo son solo cuestión de tiempo, y es que somos muchos los que venimos de esa rama ideológica los que no nos sentimos representados con la actual corriente progresista que supuestamente nos debería representar. Frente a este escenario desolador y como antídoto contra lo que ha ocurrido en Francia, donde una gran parte de los votantes de izquierda se han ido al Frente Nacional, es hora de incentivar la creación de una nueva izquierda que ponga en la agenda cuestiones imprescindibles para la ciudadanía como las siguientes:

1) Reprobar el actual modelo migratorio capitalista.

2) Defender las culturas populares europeas frente a la uniformización de las pautas de vida que pretende llevar a cabo el modelo neoliberal para su beneficio.

3) Debatir sobre la hegemonía del feminismo queer e interclasista en la izquierda.

4) Criticar la ineficacia del green new deal y del «ecologismo» liberal frente a la problemática ambiental y ecológica a la que nos enfrentamos (principalmente en la región mediterránea).

5) Referéndum popular sobre macroestructuras como la OTAN o la UE.

6) Abordar el reto demográfico (hacinamiento en macro-ciudades y despoblación de la mayor parte del territorio).

7) Confederalismo nacional VS globalismo neoliberal (Agenda 2030).

8) Soberanía agroalimentaria nacional y resiliente frente a la agroindustria productivista internacional.

9) Cooperativismo democrático como alternativa al modelo productivo neoliberal que empobrece, precariza y explota a la clase trabajadora.

10) Modelo territorial (libre unión y pluralidad nacional)

En definitiva, la izquierda sociológica debe redefinirse sino pretende entregar en bandeja la hegemonía política a la extrema derecha o a otro tipo de recetas autoritarias.  Por ello, la sociedad europea se enfrenta a uno de los dilemas más complejos de su Historia contemporánea, una tesitura en donde los pueblos de Europa tendrán que elegir entre la comunidad nacional democrática o el globalismo neoliberal plutocrático y entre si se posicionan a favor de una sociedad productivista y crecentista o lo hacen, en contraposición, por un modelo integral decrecentista y postproductivista.

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