Jesús Uzkudun Illarramendi
Activista social por la salud laboral

Trabajo nocturno y cáncer de mama

Según informa la Confederación Europea de Sindicatos, a principios de febrero se reconocía por primera vez en Francia el cáncer de mama que padece una enfermera de 61 años como enfermedad profesional. Martine trabajó de noche entre los años 1981-2009 en el Centro Hospitalario de Moselle. Después de años, han logrado una importante victoria sindical, un precedente que merece ser difundido y, sobre todo, convertirlo en objetivo de lucha de las mujeres y hombres que trabajan de noche para ampliar la legislación que recoge el Listado de Enfermedades Profesionales.

En los años de trabajo, la enfermera acumuló 873 noches de trabajo, con horarios cambiantes, alterando su reloj biológico y dañando las defensas inmunológicas al reducir la producción de melatonina (una molécula reguladora del ciclo sueño/vigilia, antioxidante y anticancerígena). Es la justificación que utilizaron los expertos médicos para calificar el cáncer de mama como enfermedad profesional. «El trabajo nocturno aumenta el riesgo de cáncer en mujeres antes de la menopausia, particularmente en aquellas con una exposición de alta frecuencia y larga duración», afirma el Instituto Nacional de Investigaciones Médicas y de la Salud francés.

Cuando volvió a su trabajo tras el tratamiento del cáncer de mama, como ocurre con la mayoría de las trabajadoras, se encontró que no había un cambio sustancial de las condiciones de trabajo y tuvo que optar por la jubilación anticipada. Después de cinco años de pelea en los procedimientos, Martine logra el reconocimiento de la enfermedad profesional. En su larga lucha sindical, legal y médica, la enfermera ha tenido la ayuda e implicación de la CFDT, sindicato que viene desarrollando una intensa campaña orientada al reconocimiento del cáncer de mama como enfermedad profesional esperando nuevos reconocimientos.

Aunque la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer) ya considero en 2007 el trabajo nocturno como «probablemente cancerígeno para los humanos», no está en la legislación de enfermedad profesional. Otros estudios científicos sugieren una asociación similar con el cáncer de próstata y el colorrectal.

Recuerdo a finales de los 80, siendo trabajador nocturno en la siderurgia, el impacto que me causo escuchar a Pierre Cazamian (experto francés de la OIT) y leer sus aportaciones acerca de los problemas de salud derivados del trabajo nocturno, especialmente sobre la vulnerabilidad de trabajadores y trabajadoras mayores de 45 años y los trastornos del sueño, recomendando evitar el trabajo nocturno a los mayores y afirmar: «por cada quince años de trabajo nocturno, se produce un envejecimiento prematuro de cinco años» además de los trastornos del sueño, humor, estrés, fatiga, problemas gastrointestinales, divorcios y aumento de consumo de alcohol, etc., como consecuencia del descanso diurno poco reparador y la desincronización del reloj biológico.

Aunque los más jóvenes no siempre me comprendían, ni quien trabajaba en otra modalidad horaria. También costaba que se tuvieran en cuenta mis propuestas de reconvertir el plus de nocturnidad en coeficientes de reducción de jornada con el objetivo de aumentar los descansos y disminuir los daños de la alteración biológica.

Es cierto que, en la misma época, otro investigador o experto latinoamericano consideraba irreversible la generalización del trabajo nocturno, incluso con la apertura de los comercios durante las 24 horas, recomendando en un curso de verano en Santander el intenso alumbrado mientras se trabajaba de noche como medida preventiva. Llegando a poner como ejemplo a las gallinas ponedoras. En las granjas de gallinas se utiliza el alumbrado nocturno del gallinero para aumentar la productividad de las gallinas en la puesta de huevos.

Aunque el trabajo nocturno es imprescindible en ciertos sectores y en el sanitario en particular. No cabe duda que debe tenerse en cuenta su riesgo para regularlo en la negociación colectiva. Está claro que no debemos maltratar la naturaleza, pues antes o después, terminamos pagando sus consecuencias. Ese respeto tiene que comenzar por nuestro propio reloj biológico o terminaremos dañando la salud. En los sectores y puestos de trabajo que sea imprescindible el trabajo nocturno, las trabajadoras y trabajadores deberían disfrutar de importante reducción de jornada, coeficientes reductores en la edad de jubilación y aislamiento del ruido en sus domicilios entre otras medidas preventivas para frenar el crecimiento exponencial del estrés o la epidemia de cáncer.

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