Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

Tribulaciones del PP en tierra vasca

Etxeberria sitúa en esta ocasión al PP en el centro de su análisis de la situación vasca, concretamente las al parecer convulsas relaciones entre la dirección de ese partido y los cargos del mismo en la CAV. Piensa que la sociedad vasca ha empezado a identificar al PP como quien entorpece la paz, y que por ello el PP vasco se está quedando sin espacio de acción.

Hay bastante mal ambiente entre bambalinas del PP Vascongado. Tanto es así que en corrillos es cada vez más frecuente oír a cualificados militantes de ese partido lamentarse de que se sienten como regresando a las trincheras, «pero ahora no por la amenaza terrorista sino por los abusos de nuestros jefes en Madrid y los bochornos que nos hacen pasar».


Conversaba, dias atrás, con un destacado militante vasco del PP en una tranquila cafetería. Me llamó la atención su situación de alerta. Miraba sin parar en derredor. No perdía detalle de quién entraba. En un principio pensé que el comportamiento podía ser debido a que estaba sin acompañante de seguridad, de ahí sus tics nerviosos. Luego consideré que aquella no sería la razón porque hace cerca de dos años que va sin escolta y en ese tiempo le he visto con actitudes normales.


Para salir de dudas, le pregunté por su desasosiego. «Mira –me dijo–, hoy en día yo no temo que me maten porque sé que eso se acabó. Lo que ocurre ahora es que me resulta insufrible salir de casa porque quienes me reconocen me paran por la calle para preguntar a qué estamos jugando en el PP, por qué no nos ponemos del lado de la paz. Eso para mí es durísimo –continuó– porque nadie mejor que nosotros sabe lo que es haber sufrido la situación anterior y el cambio radical que supone poder vivir ahora como personas normales. A veces me da vergüenza salir a la calle porque no tengo respuestas para las preguntas de los ciudadanos. Si en Madrid siguen con esta dinámica –aseguraba–, acabaremos teniendo que pedir los pasamontañas a la Ertzaintza para pasear.


Esto que vengo a relatar, reproducido en frases más o menos literales, sirvió de preámbulo para una interesante charla en la que afloró de manera notable la desazón y el desconcierto que genera en el PP vasco la actitud retrógrada y belicista que sostiene la dirección de su partido en Madrid.


En cada una de sus frases quedaba de manifiesto la impresionante brecha abierta entre la inquietudes e intereses de la sociedad vasca y lo que pretende el Gobierno español y el partido que lo sustenta. Una grieta que se ancha cada vez que desde allá se perpetra algún ataque contra el proceso. Es un hecho palmario que el PP ha perdido la relación con la realidad vasca hasta el punto de que da la sensación de que no les importa la suerte de los suyos en Euskal Herria mientras conserven el poder en España. Lo que allá puede ser un impulso al partido aquí es un lastre que les lleva al hundimiento. La izquierda abertzale lo señaló hace tiempo; ahora el PP vasco va camino de demostrarlo disolviéndose en la nada política vasca. Mientras se empalan en el tótem de exigir la disolución de ETA y más represión, su partido en tierra vasca se diluye en la necedad empecinada y retrógrada de sus caudillos «nacionales».


La unilateralidad no solo ha cambiado ciclo y escenario sino también uno de los pilares fundamentales de la propaganda española y su estrategia de guerra: la contraposición demócratas-violentos. Sobre ese binomio perverso se buscó aislar al MLNV de la socidad y convertirnos en apestados, arrojados al ghetto y que ahí nos pudriéramos nosotros y el independentismo.


España ha sido también derrotada en este frente. Podríamos decir que se ha invertido los valores pues a los ojos de la sociedad vasca es el PP quien no quiere la paz, quien la sabotea, frustra cualquier avance y parece desear la vuelta a tiempos de plomo. Ahora el dedo que señala a los violentos está sobre el PP y muchos militantes vascos ven la acusación en los ojos de las personas con quienes se cruzan.


Cuando una sociedad quiere caminar hacia la paz, quienes se oponen solo tienen dos opciones: perseverar en el error hasta que la inercia de la sociedad los arrolle o, aun en contra de sus deseos, unirse al avance. Ocurrió en el Norte de Irlanda cuando la cerrazón unionista les convirtió en enemigos de la paz por su veto permanente. Pero los deseos de la sociedad empujan demasiado y acabarán teniendo la inteligencia política –o el oportunismo– de rectificar e incluso acabarán gobernando con el Sinn Fein. ¡No se trata de gobernar con el PP! Es solo una ilustración de cómo pueden cambiar las cosas si se presiona bien y donde es debido.


Quien no mantenga una actitud positiva hacia un proceso resolutivo dificilmente tendrá cabida en la sociedad vasca; será la propia ciudadanía quien le dé la espalda y lo deje arrollado en la cuneta. Esto que parece tan de sentido común han comenzado a entenderlo ahora en el PP de Euskal Herria, y tienen datos que se lo corroboran. Pero sus problemas ya no le vienen de aquí sino de Madrid. Sus dirigentes en la capital española no les permiten hacer una política propia, y cada vez que tratan de abrir alguna puerta reciben el sablazo de sus jefes «nacionales».


No les dejan moverse, de ahí sus tribulaciones; y como el escenario político vasco está tan vivo van perdiendo espacio progresivamente hasta tener que acudir a las puertas del PNV a rogar que les den un poco de cancha para, al menos, poder dar la sensación de que siguen pintando algo en este país. Algunas voces del PP vascongado califican de patéticos estos ruegos, pero reconocen que es el único camino posible para, cuando menos, salir en una foto con un poco de luz y no siempre entre la negatividad y las sombras.


«Si contentamos a Madrid nos quedamos aquí sin espacio –aseguraba mi interlocutor–. Parece que nuestro portavoz fuera Urquijo y no Arantza Quiroga o Sémper. Cada vez que habla Urquijo nos hunde un poco más. ¡No podemos hacer que se calle! Nos ocurre igual con Fernández Díaz». Los problemas del PP en Madrid difieren de los de Euskal Herria. «Allá se escoran a la extrema derecha para cerrar a UPyD y aquí no tenemos ese problema –recordaba–. Los grupos de presión de víctimas influyen con fuerza en Madrid y en el País Vasco eso no ocurre».


A estas reflexiones unía la extendida opinión de que la sociedad vasca no es tan permeable a los medios de difusión españoles, por lo que los mensajes inciden a la inversa identificando esa información con manipulación.


«Quien vive aquí sabe lo que pasa –advertía– y cuando en los medios lo observa distorsionado instintivamente lo rechaza. Si alguien te cuenta lo contrario a lo que has visto, no te lo crees». Al hilo de esto comentamos la oceánica manifestación de Bilbo el 11 de enero. No hay duda de que una respuesta de semejante calibre no solo es ejemplo de una sociedad políticamente madura sino también generadora de energía para sacar adelante un proceso político arrollador. Es fuerza ineludible.


Más tarde, repasando mentalmente la conversación recordé a Telesforo Monzón cuando decía que para saber si se va bien hay que fijarse en las reacciones del enemigo. Es tan grande ya el abismo entre Euskal Herria y España que el PP vasco está en la cuerda floja, y ve que la cerrazón y el inmovilismo de Madrid les llevan a la ruina en tierra vasca. Señal de que lo estamos haciendo bien, de que la situación se les ha vuelto en contra. Estamos tocando los puntos debidos. Hay que moverles la cuerda hasta que se decanten. Si el PP vasco no quiere desaparecer deberá cambiar el mensaje y unirse al camino de la resolución.


En los brazos de Madrid no hay jubilación para todos; deberán elegir.


Ánimo, porque lo estamos haciendo bien.

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