Raúl Zibechi
Periodista

Trump contra Venezuela

En la columna del mes pasado concluíamos que el repliegue de EEUU a escala global representa una intensificación de su presencia en América Latina y particularmente en su entorno inmediato: México, Centroamérica y Caribe. Esto incluye, naturalmente, los dos países caribeños de Sudamérica, Colombia y Venezuela.

Que el petróleo es un tema central, no cabe duda. Sin embargo, EEUU no necesita el petróleo venezolano, ya que se ha convertido en un gran productor y exportador. Lo que busca evitar, al parecer, es el acceso de China al crudo venezolano, lo que parece muy a tono con el giro que van tomando las cosas.

La pregunta central no es si hay o no intervención, porque esta es una realidad de más de dos décadas, sino: ¿por qué se intensifica ahora? ¿Por qué en este momento?

En los últimos años, se viene produciendo un viraje en la realidad venezolana que vale la pena detallar, porque esa es, a mi modo de ver, la principal razón de las prisas del Pentágono para derribar a Maduro. 

Históricamente, el petróleo venezolano se exporta crudo a EEUU y retornaba como petróleo refinado a Caracas. Esta realidad se mantuvo incambiada, a pesar de la llegada de Hugo Chávez al gobierno. El cambio principal fue la drástica reducción de la extracción petrolera de la estatal PDVSA que pasó de 2.897.000 barriales diarios en el año 2000, a solo 768.000 b/d en abril de 2019, por falta de inversiones. Esto llevó a la principal industria venezolana a una honda crisis, una drástica reducción de las exportaciones, con lo cual el país no tuvo acceso a dólares para importar bienes.

Hacia 2020, China desplazó a EEUU como principal comprador del crudo venezolano. Ese viraje fue de la mano de un aumento significativo de la extracción, que este año alcanzó el millón de barriles diarios, algo que no sucedía desde hacía varios años, aunque la cifra está lejos de la alcanzada dos décadas atrás. Venezuela pasó de exportar 263.000 barriles por día en 2021 a 621.000 en 2023. Esta recuperación fue posible en gran medida por la cooperación con Irán, que ha suministrado a Caracas diluyentes esenciales para procesar su crudo pesado, lo que ha permitido aumentar la producción exportable.

Además, Irán provee a Venezuela de petróleo liviano para tratar el petróleo pesado y extrapesado de la faja del Orinoco, que de ese modo puede ser mejorado, con lo cual se obtiene diésel de mejor calidad. Lo cierto es que las exportaciones, que son la principal fuente de divisas, vienen creciendo de forma lenta, pero constante. En 2025, las exportaciones venezolanas de petróleo se acercaron al millón de barriles diarios, aunque la caída del precio internacional del crudo hizo que los ingresos fueran menores de lo esperado.

El estudio de PNUD “Desempeño macroeconómico de Venezuela. Primer semestre 2025”, sostiene que el crecimiento del PIB en ese período es del 9,3% y proyecta que el crecimiento total anual será superior al 5%, consolidando cuatro años de expansión. El sector petrolero crece este año en torno al 13%, siendo China el destino del 80% de las exportaciones petroleras.

Este crecimiento está promoviendo una expansión del consumo interno. La Cámara de la Industria Farmacéutica (CIFAR) reportó que el mercado farmacéutico se expandió 23,4 % en el primer semestre de 2025, una cifra alucinante para como se venía comportando el consumo de las familias. En los salarios hubo una mejora, aunque estos siguen estando muy por debajo de las necesidades de la población.

Entonces, el comportamiento de la industria petrolera es clave. Entre 2014 y 2021, la economía de Venezuela tuvo una contracción del 75%, un verdadero desastre. Pero entre 2022 y 2025 el crecimiento acumulado alcanza el 38%, lo que supone un fuerte contraste con el período anterior, viraje impulsado sin duda por la evolución petrolera.

Aunque la inflación volvió a dispararse (este año puede superar el 200%), la vida diaria de los hogares ha experimentado una mejora, pequeña aún, pero que puede consolidarse en el futuro inmediato. En abril de este año se aumentaron los ingresos de empleados de la administración pública, de jubilados y pensionistas. Los salarios de los primeros crecieron de 90 a 120 dólares y los pensionistas de 91 a 112 dólares. En tanto, el salario mínimo mensual cayó a un dólar, pero llega a 40 dólares con el ticket de alimentación.

Esta pequeña recuperación es aún insuficiente y los aumentos están siendo devorados por la inflación. Sin embargo, la economía venezolana muestra signos de recuperación que tarde o temprano se reflejarán en los bolsillos de los trabajadores.

A mi modo de ver, aquí aparecen los aspectos que empujan a la Casa Blanca a intervenir ahora y no dejar pasar más tiempo. Me refiero al papel determinante de China en Venezuela y la potencial mejora interna que puede desembocar en una consolidación del gobierno de Nicolás Maduro. Por lo tanto, se trata de impedir ambos desarrollos que están en fase de consolidación.

Si alguien tiene dudas sobre este diagnóstico, puede imaginar un escenario futuro según los intereses de Washington: un régimen consolidado que ya no puede ser derrocado ni por la calle ni por la intervención concertada desde países vecinos, como sucedió con los intentos de hacerlo desde Colombia en el pasado, porque además de apoyos militares internacionales (Rusia, Irán) tendría más sustento entre la población local. Además, ese régimen está apoyado por la principal potencia productiva del planeta, China, que pronto superará a EEUU en lo económico, en la tecnología y también en lo militar. Es evidente que el Pentágono y Wall Street sienten que están frente a una amenaza existencial, justo en la región donde necesitan dominar para seguir siendo una potencia global.

Lo anterior busca comprender lo que viene sucediendo y los pasos que va a dar Trump. No quiere decir que este autor apoye ni la intervención imperialista ni a un régimen autoritario y represivo, apoyado en las fuerzas armadas.

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