María Sáenz Azkona y Víctor Abarzuza Fontellas
Miembros de Jateko Grupo de Consumo Ecológico de Pamplona

TTIP: la globalización de la precariedad alimentaria

Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos a decidir sus políticas alimentarias y agropecuarias, así como la conservación de su medio ambiente, para garantizar la propia subsistencia en condiciones de seguridad y salud para ellos mismos y sus descendientes.

Ningún ser vivo, en lógica, destruye el medio para su supervivencia, por lo que este derecho se constituye como básico para el sostenimiento de la vida. A nuestro modo de entender, debería ser codificado como derecho humano universal de primer orden.

Como tantas otras cuestiones estamos viendo peligrar este derecho por un sentido depredador  artificioso del medio ambiente, según el cual, la transformación, extracción y manipulación del entorno puede ser ilimitada; bajo la lógica destructiva del “no preocuparse, queda mucha monte todavía”. Esta forma de actuar pone en cuestión que la especie humana sea una especie racional, dotada de una inteligencia capaz de sobrevivir indefinidamente. Pero la especie humana es un concepto en exceso genérico como para infundirle alguna algún fundamento real. Es en su forma de desigualdad y de poder donde están la verdaderas responsabilidades. Aquellos y aquellas que detentan las decisiones, responsables de los atentados contra la salud pública cometidos como si fueran algo natural y racional. Los que viven en sus burbujas de lujo en Bruselas, en Washington o en la City de Londres por encima de la vida corriente de los demás. Nuevamente, queremos denunciar el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), con el que grandes corporaciones de la agroindustria quieren hacer su negocio y fijar las desigualdades mundiales: jornaleros y jornaleras mal pagados para fabricar agro-productos contaminados con los que vaciar los pequeños mercados locales de la huerta sana y ecológica del agricultor o la agricultora del pequeño terreno que surte a sus vecinos y vecinas. Las semillas, la tierra, el agua y la alimentación no deberían ser un negocio, deben permanecer en las manos de los campesinos y campesinas para así garantizar un medio rural vivo capaz de proporcionar alimentos sanos a toda la población.

El TTIP pretende saltarse los organismos democráticamente elegidos, al menos formalmente, que hoy día legislan sobre estas cuestiones en Europa, de tal manera que el gobierno del mundo, ya descaradamente, pase directamente a sus despachos y sus beneficios empresariales. Europa se convertirá en el Mercado preferente de EEUU, libre ya de impedimentos sanitarios. Ya hay numerosos impedimentos para que de facto en Europa haya una Seguridad Alimentaria real como para que encima se imponga la globalización de la precariedad alimentaria vía multinacionales marca EEUU: La ausencia de democracia, la  nula posibilidad de intervención en las decisiones que se toman sobre nuestra salud y nuestro medio ambiente; la tardanza en la implantación de las leyes europeas que justamente más convienen a la población, por ejemplo, la variación en los límites establecidos permitidos en las sustancias para la agroindustria; la escasa independencia de los organismos de la UE que se encargan de legislar estas cuestiones; los lobbies que presionan en beneficio de las corporaciones. No se legisla en beneficio exclusivo de la salud de las personas y los pueblos: se negocia (!!) la seguridad alimentaria con las corporaciones. Las investigaciones científicas que se llevan a cabo son en muchos casos realizadas o financiadas por estas grandes empresas transnacionales y no por entidades independientes.

A pesar de estos impedimentos en Europa la normativa existente tiene la potencialidad para el correcto funcionamiento de los controles de calidad, si sus responsables fueran capaces de entender el concepto de responsabilidad no sólo para llenar sus bolsillos. Una cuestión fundamental es que en Europa y en EEUU no tenemos los mismos estándares de calidad y seguridad. Asunto que va a igualarse a la baja con este tratado. En Europa rige el principio de precaución y las evaluaciones de riesgo, en principio, forman parte de la práctica de los servicios públicos que velan por la seguridad alimentaria y ambiental en los Estados miembros. En EEUU las leyes, sobre las sustancias permitidas, la cría de animales,  el procesamiento de los alimentos, el etiquetado, el envasado, los agroquímicos etc. son muchísimo más laxas y ni tan siquiera contemplan el principio de precaución. Entienden como seguras, por ejemplo, las hormonas de crecimiento en animales y los transgénicos. No hay más que repasar a algunos de los que mueven los hilos de la agroindustria y de las semillas a nivel mundial. Monsanto es una proveedora de productos químicos para la agricultura en su mayoría herbicidas, insecticidas y semillas transgénicas. Ha sido y sigue siendo una de las empresas que ha creado más controversia a nivel mundial debido al peligro potencial de sus productos sobre la salud humana, animales, plantas y sobre el medio ambiente en general. 

La lejanía y la imposibilidad de control directo sobre estas actuaciones globalizadas impiden la expresión de la Soberanía Alimentaria, pero más aún lo va a impedir la firma de Tratados como el TTIP, con información interesada y sin  la participación democrática de los pueblos y de las personas a las que nos afecta.

Para el día 17 de abril, Día Internacional de la Lucha Campesina, recomendamos vivamente el consumo de productos seguros, sanos, cercanos y ecológicos. Exigir también en los establecimientos donde consumimos la calidad de los productos en cuanto a seguridad, salud y medio ambiente es fundamental para la supervivencia. Organizar grupos de consumo directamente relacionados con los y las agricultores-as que trabajen más cerca tuya es sano y no es caro.

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