Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

'Tú somos el proceso'

Hace nueve meses, el pasado 12 de febrero, planteé en esta misma tribuna «el dilema de la llave». Habían pasado poco más de cuatro semanas desde la grandiosa manifestación de Bilbo en favor de nuestros prisioneros y era oportuno insistir sobre la estrategia del Estado de optimizar sus recursos para frustrar el proceso político iniciado y cortar el camino del pueblo vasco hacia su soberanía.

Era la metáfora de la llave que España nos muestra con soberbia mientras nos dice que, si las cosas no van según sus intereses, darán otra vuelta a la cerradura del cepo que nos mantiene cautivos de sus españoles deseos. Chantaje frente al que presentaba la oportunidad de cambiarles la cerradura, haciéndoles inservible esa llave.

La línea de actuación española se mostraba clara: buscar la paralización del proceso político, embarrando el terreno para impedir el cierre definitivo del ciclo anterior, bloquear la normalización política y hacer imposible la consolidación del nuevo tiempo negándose a afrontar una resolución integral del conflicto. Todo ello no sería manifestación de fortaleza del Estado, sino expresión de impotencia y del complejo de inferioridad que ha caracterizado su historia.

Ha ido transcurriendo este año 2013 y el Gobierno que gestiona el Estado ha perseverado en esa estrategia, aferrándose a un inmovilismo terco que solo busca impedir el futuro de la sociedad vasca. Al carecer de alternativa para el momento que vivimos, se limitan a hacer todo lo posible para evitar que la ciudadanía vasca pueda desarrollarse y diseñar su propio porvenir.


Además de ese inmovilismo, también se ha constatado que España no está por la labor de que concluya definitivamente el ciclo anterior; no desean el cierre de esa etapa del pasado reciente y sabotean cualquier iniciativa tendente a la superación de ese momento histórico del desarrollo del conflicto.

Es más, hemos visto que actúan de forma militante para abortar todo intento por alcanzar un espacio y una fórmula de resolución integral, algo mayoritariamente deseado por la sociedad vasca. Frente a ese clamor de la población de Euskal Herria para encarar un futuro nuevo, España antepone sus mezquinos intereses de «potencia ocupante», algo que apesta a residuo colonial.

Así pues, hay dos cosas que España nos ha dejado bien sentadas a lo largo de este tiempo; que empleará sin escrúpulo alguno la llave del bloqueo del proceso político para fijar con solidez su inmovilismo, y que no está interesada en que se cierre la anterior fase político-militar del conflicto, recurriendo para ello a cualquier maniobra involutiva, sin reparar en medios.


Como ya he señalado anteriormente, la fórmula planteada para neutralizar y frustrar esa estrategia del Estado consistía en ir provocando un cambio de coordenadas que invalidara la efectividad real de esa llave que ostentan. Cambiarles la cerradura para hacer inservible su recurso al bloqueo. Ese cambio de coordenadas lo iríamos generando desde el principio de unilateralidad, que nos garantiza ser dueños de nuestros pasos y ritmos de avance, sin hipotecas ajenas y sin deber nada a nadie.

Teníamos que hacernos con las riendas del proceso político interiorizando profundamente que el proceso somos nosotros mismos, que en nuestras manos, en nuestra tenacidad, en nuestra firme voluntad está la clave para desbrozar el sendero que hará camino hacia la soberanía, hacia la independencia y el socialismo. Si de la misma manera que durante decenios fuimos capaces de cavar trincheras que sirvieron para defender nuestra patria y asentar los cimientos del porvenir fuéramos capaces ahora de hacer camino, entonces de nada serviría ni el bloqueo de los estados ni el inmovilismo, ni sus amenazas, ni sus chantajes ni su violencia.


Nos lo llevaríamos todo por delante, colocando a Euskal Herria en el digno lugar del mundo que le corresponde por derecho propio; por historia, por voluntad, por decisión soberana de sus ciudadanos.

Colocar las piezas en su sitio para afrontar la tarea ha requerido tiempo, y las circunstancias, como suele suceder en estos casos, no han sido precisamente las mejores porque, en plena lógica, el Estado juega con todas sus cartas, incluidas las marcadas.

El desarrollo de los acontecimientos no ha respondido a lo que gran parte de la sociedad vasca en general suponía, en el sentido de tener pronto sobre la mesa una hoja de ruta acordada que significara la resolución integral del conflicto y una amplia avenida hacia la democracia, la justicia y la reconciliación nacional. Ello ha provocado un importante nivel de desorientación que ha generado frustración y desasosiego ante una situación que parece no avanzar.

No olvidemos que la estrategia del Estado se basa precisamente en eso, en alimentar el caldo de cultivo de la desilusión y el abandono para que la frustración se extienda sobre la tierra vasca y así seguir imponiendo su voluntad sobre la del pueblo vasco.

España nos repite una y otra vez –ahora también a Catalunya– que la búsqueda de objetivos imposibles, como la soberanía nacional vasca o catalana, no llevan más que a la melancolía. Ellos lo saben bien, pues por empecinarse en el imposible objetivo de detener el curso de la historia fueron expulsados con deshonor de todas las tierras que pisaron.

Que no vamos a llegar a ninguna parte, nos remarcan con arrogancia, porque se creen que tienen la llave maestra. Pero ya no es así. Hemos cambiado la cerradura. Eso sí, la llave les seguirá siendo útil para maquinar con sus resortes represivos cuando precisen de golpes de efecto para tomar aire o intentar condicionar hacia sus intereses el escenario político. Lo hemos visto en la operación perpetrada contra Herrira, al igual que con las detenciones con que de vez en cuando nos sorprenden o con los macrojuicios en marcha.

Su llave vale para poner obstáculos, para marcar topes, para mantener encerrados a nuestros prisioneros… Sin embargo, eso no significa en modo alguno que puedan detener el desarrollo del proceso político o hacer añicos la voluntad de la sociedad vasca. Lo pondrán difícil, intentarán incluso que nos cueste caro; son los zarpazos impotentes y miserables de la fiera que sabe que sus días están contados y es incapaz de recurrir a la razón para, dialogando entre todos, consolidar lo antes posible un escenario de justicia y democracia. Su llave es de dolor. La llave de la sociedad vasca es de reconciliación y porvenir.

Dicho todo lo anterior, atentos a los pasos que se vayan dando, y nada de despistarnos con los señuelos que tiendan a nuestro lado porque ahora hemos inciado ya nuestro propio sendero. Euskal Bidea es ruta y camino; nuestra forma de avanzar hacia la libertad. Es horizonte y trabajo; compromiso con un nuevo futuro.


Vamos a sacar adelante el proceso político por encima de las estrategias de los estados. Estamos en ello. Pero que nos quede claro que cambiarles la cerradura significa de forma ineludible personalizar en nosotros mismos el propio proceso. Pues no es una entelequia ni una abstracción política. El proceso no es el feliz fruto de ningún adelantado político ni de un cúmulo de circunstancias favorables brindadas por el destino. No nos engañemos: será un trabajo costoso, muy costoso. Pero alcanzar la meta es algo que debemos a quienes quedaron atrás y a quienes llegarán luego. Es un compromiso personal que se proyecta al futuro.
Nos sobran los eternos comentaristas políticos de mente preclara, esas que no saben lo que es enfundarse un buzo de trabajo y ensuciarse las manos; a un lado los del «ya decía yo» y los del permanente moreno en verano e invierno. Tenemos un potencial extraordinario.

Tenemos razones y fuerza. La clave está en activar toda esa formidable energía y con la claridad necesaria ir a por todas.

No vamos a permitir que pretendan condicionarnos; olvidemos para siempre eso de andar pendientes de las palabras de quienes buscan neutralizarnos. Es intolerable que los informativos nos marquen los ritmos de los estados de ánimo o que busquemos luz en páginas que lo que pretenden es quitárnosla.

Somos muchos y vamos a ser más. Somos muchos y cada uno somos el proceso, su desarrollo y la conclusión. El proceso eres tú que lees estas palabras; personalmente, tú. Tuya es la responsabilidad de un uno a uno que teje una sociedad vasca que camina hacia su libertad. Tienes todo por ganar. Tenemos todo por ganar porque tú somos el proceso.

Este curso político deberá marcar el futuro. Al tiempo. En tus, nuestras, manos está.

Bilatu