Josu Iraeta
Escritor

Un cubil llamado Europa

El hecho de haber crecido siendo instruido –durante casi una década- en aulas donde los únicos que tenían la potestad de articular la palabra vestían «sotana y babero», sin duda habrá influido en el devenir de aquellos alumnos –yo incluido- naturalmente.

Esta entrada pudiera parecer más o menos atípica, pero créanme, tiene su razón, ya que con estas líneas pretendo aproximarme, hoy, al cerebro de aquellos profesores que transmitieron su valioso conocimiento, a tanto cabrón que hoy anda suelto por Europa.

Lamentablemente no mantengo relación –y no solo por cuestión de edad- con quienes además de enseñar a aprender, nos ofrecieron su valiosa amistad.

No se yo si la palabra fracaso será vocablo hoy frecuente entre ellos, cuando analizan la situación que se vive, y ven horrorizados cuantos de sus alumnos son responsables directos de las barbaridades que se ejecutan en su «vieja» y querida Europa.

Naturalmente, casi nada es lo que era, todo ha cambiado tanto que es difícil situar, comparar, incluso entender en su dimensión real, la escala de valores «vigente» con la que hace ya muchas décadas los del «babero» trataban de dirigir los pasos de sus alumnos.

Por supuesto, en algunos aspectos su visión y encaje de las personas en la sociedad actual, ha quedado si no obsoleto, si algo lejano. Las estadísticas que se citan del mal llamado fracaso escolar, poco tienen que ver con las «clases de vela» necesarias para quienes sufrían por mantener el ritmo en sus aulas. En fin, parece como si viviéramos en otro mundo.

Otra de las «novedades» más revelantes la tenemos en que el valor de las monedas nacionales ha cambiado. Sin olvidar que la estructura política del mundo se ha transformado como consecuencia de la caída de la Unión Soviética y el «establecimiento» de un nuevo orden económico mundial.

Consiguientemente, el poder e influencia de los sindicatos, así como de los gobiernos estatales se ha visto reducido. Ahora las fábricas se están haciendo tan emigrantes como los trabajadores. Esto significa que ha llegado a ser más sencillo y económico construir una fábrica, allí donde la mano de obra es barata, que importarla.

Quienes han sufrido una severa metamorfosis son las empresas de la información que en las últimas décadas se han reconvertido en económicas, y además son culturalmente hegemónicas. Sin olvidar al verdadero y único factor con capacidad para imponer cambios en los mapas territoriales, generar conflictos armados, modificar gobiernos y condenar a la muerte por inanición a millones de personas. Me estoy refiriendo –claro está- al  «Capital» que desde hace décadas viaja sin parar, comprando y vendiendo por todo el mundo a la velocidad que permite la informática.

Por supuesto, este modelo de democracia «establecido» dentro del llamado, nuevo orden económico mundial, ha conseguido éxitos notables. Cómo olvidar que los pobres que no tienen acceso al trabajo se multiplican, pudiéndose añadir, que desgraciadamente, también pertenecen a la misma cofradía, muchos de los que trabajan.

Desgraciadamente, como natural derivación de lo expuesto hasta ahora, la concentración de poder económico mundial, es más repugnante, intensa y cruel, que cualquier otra conocida a lo largo de la historia.

Después de más de tres mil caracteres dando saltos por la historia reciente en Europa, creo llegado el momento de preguntarse cómo es posible que en la dirección de la UE y gobiernos «periféricos» que lo sustentan, haya tal concentración de cabrones. ¿Cómo es posible que la ciudadanía de los  diferentes países miembros, encumbre hasta los órganos de decisión y gestión a tanto delincuente? ¿Cómo es posible que la sociedad europea haya olvidado su pasado reciente?

Porque, los europeos no siempre fueron colonizadores y si se analiza con seriedad su comportamiento actual, yo diría que incluso, se avergüenzan de su pasado.  

Para situarnos debemos recordar que en un principio América fue para los europeos tierra de conquistas y colonias. La relación entre los continentes se daba en esos términos, pero más tarde, ya en siglo XIX, la relación cambió sustancialmente, pues muchas naciones se hicieron independientes y ya no eran colonizadores los que llegaban a tierras americanas, sino que los que lo hacían eran emigrantes. Por tanto, durante siglos no se cortó el vínculo, pero sí las características.

Es evidente que las razones del movimiento migratorio europeo fueron varias y diversas pero, una de las más importantes, fue sin duda el desarrollo demográfico. En un tiempo relativamente corto, los 110 millones de habitantes europeos se convirtieron en más de 400. Esto hizo que creciera la demanda de trabajo, pero no lo hizo la producción alimenticia en la medida necesaria, y esto motivó que escasease la alimentación.

Tampoco fueron  ajenos a los conflictos de aquel siglo, el desarrollo industrial y las nuevas tecnologías, ya que fueron la razón de un importante aumento de la fuerza de trabajo desocupado.

También es interesante recordar que en aquella agitación de conflictos de orden social y político, el hecho de que los trabajadores comenzaran a asimilar su conciencia de clase, hizo que se iniciaran las luchas reivindicativas, que unida a las de índole nacional, generaron enfrentamientos revolucionarios.

Ante esta conflictiva y difícil situación, lo cierto es que entre 1880 y 1930 atravesaron el Atlántico 40 millones de europeos; entre ellos muchos alemanes e ingleses, también vascos y franceses, italianos, portugueses y españoles. Todos ellos con tanta o más hambre y miseria que los millones de personas de distinta procedencia a los que hoy están tratando como si fueran alimañas.

Recuerdo a uno de aquellos profesores de «sotana y babero» afirmando: Al pueblo que olvida su pasado, la historia le condena a repetirlo. Pues eso.

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