Juan Manuel Sinde
Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta

Un trabajo decente en unas empresas humanistas y sostenibles

El pasado 7 del presente mes se ha celebrado a nivel internacional la Jornada Mundial por el Trabajo Decente (precisamente el nº8 de los Objetivos 2030 de Naciones Unidas). Pero, ¿qué significa la palabra «decente» aplicada al trabajo aquí y ahora? El concepto de trabajo decente fue lanzado en 1999 por el director general de la OIT y se refiere a la generación de oportunidades para que todos los hombres y mujeres accedan a un empleo en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana.

En síntesis podríamos indicar que se trataría de un trabajo que sea expresión de esa dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores al desarrollo de su comunidad; un trabajo que haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias; que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.

El trabajo decente implicaría, por tanto, que todas las personas tengan oportunidades para realizar una actividad productiva que aporte un ingreso justo, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias; que ofrezca posibilidades de desarrollo personal y favorezca la integración social.

Es obvio, por otra parte, que la situación ideal consistiría en que dichas características del «trabajo decente» estén inscrita en los valores, cultura y sistemas de gestión de las empresas, que son las que ofrecen la mayor parte de los empleos por cuenta ajena.

Ello es, precisamente, lo que hemos tratado de aplicar en el proyecto de modelo inclusivo participativo de empresa, compartido por personas de diversas sensibilidades políticas, económicas y sociales, que surgió con el objetivo de buscar un modelo de empresa basado en la cooperación y en los principios y valores del humanismo y del que el pasado 25 de setiembre se cumplieron 5 años de su aprobación por unanimidad en el Parlamento Vasco.

El modelo está inspirado en el marco de valores siguiente: Uno: igual dignidad humana de todas las personas que participan en el proyecto empresarial. Dos: que potencie y aproveche los conocimientos, competencias y capacidades de las personas implicadas y que favorezca el desarrollo humano de sus protagonistas y tres: que busque un mayor equilibrio en el reparto de los recursos disponibles en la sociedad a fin de contribuir a una sociedad más estable y menos conflictiva.
Se concretaría en:

Uno: modificar las prácticas de gestión y la cultura de empresa, basándolas en la confianza, transparencia y cooperación para su competitividad y sostenibilidad.

Mediante: crear un clima de confianza mediante una política de transparencia informativa; implantar un modelo organizativo y de gestión participativos, programar y desarrollar planes de formación sistemáticos con objetivos de dedicación por trabajador; impulsar políticas retributivas que no generen una gran desigualdad y favorezcan la cohesión social; establecer sistemas periódicos de evaluación y mejora continua de la satisfacción y necesidades de las personas; priorizar (sin exclusividad) la promoción interna para asignar funciones de mayor responsabilidad; avanzar hacia la igualdad salarial entre hombres y mujeres; buscar fórmulas que favorezcan la conciliación de la vida profesional y familiar.

Dos: formular un proyecto compartido por los propietarios, directivos y profesionales/trabajadores de la empresa, beneficioso a largo plazo para todos y en el que se dé prioridad a la sostenibilidad del proyecto colectivo sobre los intereses de cualquiera de los grupos citados.

Se concretaría en desarrollar estímulos equilibrados para accionistas y trabajadores de forma simultánea, destinar al menos un 50% de los beneficios anuales a incrementar los Fondos Propios, destinar a actividades de I+D+i un porcentaje sobre ventas superior a la media del sector.

Tres: Avanzar hacia la superación de la dinámica de confrontación entre capital y trabajo mediante la participación de los trabajadores en la gestión, en los resultados y en la propiedad.

Su desarrollo llevaría a: implantar sistemas de gestión participativos, con procedimientos y herramientas adecuados. Incluiría consultar con los representantes de los trabajadores las decisiones más relevantes de la empresa que no exijan un tratamiento confidencial; incorporar a representante(s) de los trabajadores en los máximos órganos de decisión y/o control de la empresa; posibilitar el acceso colectivo a la participación en el capital de la empresa, apoyar, por parte de la empresa, la participación en el capital de los trabajadores.

Cuatro: preocupación por el impacto social de las actuaciones empresariales e implicación en algunos de los problemas sociales del entorno.

Implicaría las acciones siguientes: mantener una política de honestidad fiscal, evitando el fraude y la elusión fiscal; participar en la reflexión e implementación de las políticas sociales dirigidas a la integración laboral de los trabajadores menos cualificados; colaborar con los órganos públicos para la adecuación permanente de la FP, la formación continua y la formación universitaria a las necesidades de las empresas; destinar un porcentaje del 1%-3% de los beneficios de la empresa a contribuir a la solución de problemas sociales.

En este día mundial especial, respaldado por la OIT (organización en la que no olvidemos participan representantes de empresarios y trabajadores en condiciones de igualdad) recordamos esta aportación que supone también una contribución vasca a la competitividad de las empresas y a su éxito a largo plazo.

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