Una década de gobiernos autónomos amazónicos
En 2015 se creó el Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampís (Gtanw), el primero de una serie de procesos autonómicos de los pueblos amazónicos. Se ubica en la región nororiental del Perú, casi en la frontera con Ecuador y tiene una extensión de 1,3 millones de hectáreas, donde el pueblo wampís ejerce «una autonomía basada en su ocupación ancestral y en una visión propia de gobernanza territorial», según Shapiom Noningo, secretario técnico del gobierno.
«Los wampís comparten raíces históricas y culturales con otros pueblos del grupo jíbaro, como los shuar, awajún y achuar. Desde mediados del siglo XX, comenzaron a organizarse en comunidades nucleadas y, más adelante, en federaciones como el Consejo Aguaruna y Huambisa (CAH), dando origen a una estrategia de recuperación territorial que desembocaría en el proyecto autonómico actual», escribe Noningo en la revista "Debates Indígenas" N.º 62, del mes de julio.
El Estado peruano solo reconoce comunidades originarias, pero no territorios, generando un vacío que está siendo ocupado por nueve pueblos, de los cuales cinco ya cuentan con gobierno autónomo y los demás están en proceso de consulta y de creación de órganos colectivos.
Hacia la década de 1950, las familias originarias de la Amazonía se empezaron a organizar en comunidades para tener acceso a la educación. El Estado respondió con la Ley de Comunidades de 1974, «que reconocía la propiedad colectiva pero fragmentaba el territorio ancestral», señala Noningo, ya que quedaban islas comunitarias sin conexión entre sí.
El control territorial se convirtió, por tanto, en la clave de las demandas de los pueblos. En este punto, el neoliberalismo jugó en contra de los pueblos originarios al invadir sus territorios con emprendimientos extractivos como la minería a gran escala, la expansión de la frontera agrícola y la colonización, la intensificación de la explotación de hidrocarburos y las grandes obras de infraestructura.
El Baguazo de 2009 fue un punto de inflexión. El 5 de junio de 2009, irónicamente el Día del Medio Ambiente, la policía del Gobierno de Alan García desalojó violentamente a 5.000 awajún y wampís que durante 55 días bloquearon una carretera en la Amazonia en oposición a las medidas neoliberales. El Gobierno estaba preocupado por el desabastecimiento de combustible, ya que los indígenas no permitían el transporte de gasolina hacia la capital.
La represión provocó la muerte de diez indígenas y de veintitrés policías, ya que la tradición guerrera de los originarios los llevó a resistir de forma empecinada y eficaz. Apenas seis años después, los mismos grupos comenzaron al construcción de sus autogobiernos, en lo que debe entenderse como un viraje de largo aliento en los modos y objetivos de sus luchas.
«Desde su proclamación, el Gtanw ha desarrollado un amplio proceso de planificación y ejecución territorial. Ha realizado estudios jurídicos, mapas culturales y acuerdos de límites con pueblos vecinos. Paralelamente, ha puesto en marcha diagnósticos participativos sobre salud, educación, juventud, mujeres y territorio. A partir de estos resultados, definió cinco ejes de acción: educación, salud, economía, comunicaciones y biodiversidad», señala Noningo.
Las 65 comunidades wampís, habitadas por unas 15.000 personas, se han dotado de una escuela de líderes donde se han formado decenas de jóvenes, cuentan con una radio, un periódico y una página web.
El principal problema que enfrentan es el avance del extractivismo minero y maderero, aliado con el narcotráfico y la indiferencia o complicidad estatal. La extracción de oro con dragas suele ir de la mano de actores armados, y no solo contamina sus ríos con mercurio, sino que «fractura la cohesión social», denuncia Noningo.
En febrero de 2014, una gran asamblea decidió la creación de autodefensas, los Charip, que son grupos de vigilancia y protección comunitaria para contrarrestar la minería ilegal y las amenazas que afectan su territorio.
Los wampís comparten su experiencia con otros pueblos de la región. Como señala Noningo: «En los últimos años, al menos una docena de pueblos amazónicos han iniciado procesos similares de autodeterminación. Algunos ya cuentan con gobiernos autónomos en funcionamiento, como los Chapra, Shawi o Shipibo-Conibo. Otros están en fase de demarcación o redacción de estatutos. Estos procesos expresan una nueva etapa del movimiento indígena amazónico».
El geógrafo brasileño Fabio Alkin, que acaba de publicar un libro sobre la autonomía zapatista ("Geografía da Autonomía"), y cartografió decenas de procesos de autonomía en su país, y asegura que «la praxis autonomista se ha expandido significativamente entre los pueblos indígenas de la Amazonía brasileña en las últimas décadas, en respuesta a la intensificación de los procesos de despojo territorial, el colonialismo interno y la propia incredulidad en que el Estado brasileño resuelva los problemas que viven los pueblos indígenas».
En todos los casos el territorio es una cuestión central. A diferencia de la tierra, concepto occidental y capitalista que la considera un medio de producción, el territorio «se refiere a la totalidad de las relaciones que un pueblo establece con el espacio: es donde residen sus ancestros, donde se realizan rituales, donde se transmiten conocimientos y donde se construyen las identidades colectivas del pueblo», sigue Alkmin (desinformemonos.org).
Una de las cuestiones centrales es que las autonomías de los pueblos indígenas nos permiten repensar la política, ya no basada en la acumulación de poder y de capital, sino «arraigada en los territorios, centrada en la colectividad y la reproducción de la vida», en clara sintonía con las propuestas de los movimientos feministas.
Ante la crisis de la política centrada en el Estado (ahora se levantan expectativas en Nueva York ante la posibilidad de que un izquierdista acceda a la alcaldía), los pueblos originarios nos muestran caminos que no deberíamos despreciar.