Félix Placer Ugarte
Teólogo/Herria 2000 Eliza

Una lectura de la «cristianización de Vasconia»

En ese nuevo documental relata cómo la religión cristiana, iniciada en el siglo III, se fue consolidando hasta el siglo IX-X como única religión de los vascos y «rasgo esencial de su identidad». Llama la atención que asegure que no hubo una religión anterior al imperio romano.

El documental “Euskaldun, fededun”, de Alberto Santana, relata el proceso de «la cristianización de Vasconia». Con imágenes ciertamente bellas se ilustra el texto presentado por este historiador, según el cual la fe católica sería «rasgo esencial e irrenunciable de nuestra identidad colectiva como pueblo» durante siglos. En una entrega anterior sobre «el mito del matriarcalismo vasco» dio también su peculiar interpretación, criticada por Mari Carmen Basterretxea quien aportaba datos antropológicos que no consideraba o no interpretaba adecuadamente, «negando o borrando la historia originaria de los vascos».

En ese nuevo documental relata cómo la religión cristiana, iniciada en el siglo III, se fue consolidando hasta el siglo IX-X como única religión de los vascos y «rasgo esencial de su identidad». Llama la atención que asegure que no hubo una religión anterior al imperio romano.

No deja de ser una afirmación que contradice la cultura religioso-mítica comprobada por etnógrafos, historiadores, antropólogos, en especial por Barandiaran, Baroja, Arregi, Manterola, Sorazu y Naberan, entre otros. Los mitos vascos han sido interpretados por historiadores y hermeneutas como Ortiz-Osés, Hartsuaga o Garagalza, que muestran la importancia e influencia del mito de Ama Lur, de Mari y otros, expresión de su conciencia y creencias como pueblo. Según el investigador de Ataun, con la implantación del cristianismo perduraron creencias y convicciones anteriores; al entender de etnólogos, historiadores y antropólogos, tuvieron una considerable incidencia y persistencia, por ejemplo, en el euskera, como lo investiga Euskal Sena Taldea, y en la religiosidad y fiestas populares, como las describen, por ejemplo, Urbeltz y Yaniz.

Pero los mitos, a los que Satrustegi, siguiendo a B. Malinowsky, atribuye gran valor para comprender la conciencia vasca, no merecen especial atención según este historiador que los considera inciertos y son interpretaciones superadas o «románticas». Tampoco considera la mentalidad vasca religiosa y su espiritualidad que confieren especiales características a la que llama «religión de los vascos» y se mantuvo y perdura, en cierta manera, hasta hoy. Sin olvidar que mitos como el de «jentillak» y «Kixmi», recogidos por Barandiaran, muestran la resistencia del saltus vasconum de Euskal Herria para la asimilación del cristianismo.

El documental mezcla dos campos que, creo, es muy importante diferenciar: uno, cultural, la mentalidad religioso-mítica vasca de raíces anteriores a la fe católica y otro, religioso-político, la cristiandad visigótica, castellana y española que, en determinadas épocas, sirvió para controlar Euskal Herria, su cultura profunda autóctona y su misma independencia como Reino de Navarra. Por cierto se echa de menos en el documental la imprescindible referencia al ducado de Vasconia, primero, luego Reino de Pamplona y, por fin, de Navarra y su importancia político-religiosa para la implantación del cristianismo. Afirma que, siendo Toledo sede de la cristiandad visigótica, desde el siglo VI los vascones «estaban integrados en la Iglesia hispana». No tiene en cuenta la resistencia de obispos de Pamplona para acudir a sus concilios. Olvida que sus cronistas visigodos calificaban a los vascones como «turba nefanda» y el poeta calagurritano Prudencio, como «turba vasconum gentilitas».

Tanto éste como otros documentales están orientados y dirigidos, a mi entender, por una especial consideración de la historia y cultura de Euskal Herria, más cercana a lecturas que diluyen la auténtica identidad vasca que a sus fuentes más genuinas.

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