Rikado Otxoa
Responsable de política institucional de Aralar

Una ofensiva social para cambiarlo todo

A estas alturas, mucho se ha escrito ya sobre el origen y las causas de la crisis. Diferentes versiones más o menos oficiales que arrancan con las hipotecas ‘subprime’, pasan por la pérdida de confianza de los mercados y la restricción generalizada del crédito, y concluyen en una economía anclada en la recesión y que no consigue echar a andar por la “ansiada” senda del crecimiento.

Un crecimiento sin el cual el capitalismo es más inhumano que de costumbre, quedando sus carencias en evidencia incluso en aquellos países, como es el caso de Euskal Herria, a los que se acostumbra a llamar desarrollados.

Por el camino, para atajar la resaca de los excesos del pasado, para recuperar la confianza de los mercados, para favorecer el crédito privado, para reducir el déficit y la deuda y para volver al dichoso crecimiento económico, las políticas de austeridad han arrasado con el mercado laboral, con los servicios públicos, y con el presente y el futuro de miles de jóvenes, de mujeres, de estudiantes, de personas que, en definitiva, integran la clase trabajadora y que son el 99% de la sociedad. Una clase trabajadora víctima de un proceso de empobrecimiento paulatino y acuciado en los últimos años del que resulta difícil escapar incluso consiguiendo un empleo. Mientras tanto, y gracias a los mismo excesos del pasado, a la propia crisis y a las políticas de austeridad aplicadas, un 1% de la población, esa minoría selecta que no es clase trabajadora, ha visto como su situación mejoraba y ha participado activamente de un proceso de transferencia de riqueza del que ha salido muy beneficiada.

Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, nada que no sepamos y de lo que no se hayan escrito ya ríos de tinta. Es importante conocer lo que ha sucedido y comprender las causas y sus consecuencias, pero desde una posición rebelde, inconformista y transformadora debemos ir un paso más allá. Debemos plantear qué hacer. Ahora qué. Ahora, en pleno año electoral, el relato oficial insiste en seguir estafándonos. Si primero nos intentaron estafar con la crisis como excusa perfecta para una vuelta de tuerca social más, ahora nos intentan estafar con la recuperación. Pretenden insuflar falsas esperanzas en la población, como si los sacrificios realizados hubiesen merecido la pena y empezasen a dar sus frutos.

No debemos caer ni en la estafa, ni en la desesperanza. Todo lo contrario. Es momento de tomar las riendas y dar la vuelta a la situación. Siempre es tarde, pero nunca demasiado. Una vuelta a la situación que no debe ser solo para recuperar los derechos y las conquistas arrebatadas en estos últimos años. Debemos dar la vuelta a la situación para ir más allá e iniciar un nuevo ciclo de conquistas sociales, políticas y democráticas que sienten las bases de un nuevo ciclo histórico que haga imposible una nueva estafa en forma de crisis, y una nueva estafa en forma de nuevos recortes y de pérdida de bienestar para la clase trabajadora.

La situación histórica pide un profundo cambio político y democrático que solo puede venir de una revolución social. Un proceso revolucionario que, partiendo de la actual situación, alumbre ese nuevo mundo que albergamos. La situación y el momento son favorables, como también lo son los vientos que nos llegan de Europa, y en Euskal Herria debemos aprovecharlos para recuperar la soberanía popular, coger entre todos y todas el timón y fijar el rumbo que nos saque de esta deriva neocapitalista y antidemocrática que nos conduce al abismo social.

El camino es largo y lleno de dificultades. Por ello, debemos marcarnos metas volantes, objetivos a corto plazo que nos marquen la senda de las luchas y de las conquistas y que supongan avances significativos que además nos desbrocen la senda y sirvan de resorte en el proceso:

La implantación de una renta básica universal, por ejemplo, reduciría sustancialmente la desigualdad social y entre géneros, alteraría sustancialmente las relaciones laborales y la capacidad negociadora de la clase trabajadora frente a la empresarial. La reducción de la jornada laboral permitiría distribuir el empleo y los trabajos en su sentido más amplio (mercantil, reproductivo y comunitario) de forma más homogénea e igualitaria entre hombres y mujeres. Un sistema financiero público y bajo control social y democrático permitiría incidir directamente sobre el sistema productivo, así como abordar un proceso de reindustrialización en clave de sostenibilidad y rentabilidad social y medioambiental que de otra manera, y bajo la lógica ecocida y antisocial de los mercados, sería totalmente imposible.

Tres hitos, tres ejemplos entre otros muchos posibles para conformar la agenda para una revolución social comprometida con la democracia, la igualdad y la justicia social y ecológica, y activa en la eliminación de la explotación. Una agenda revolucionaria que nos impida caer en la estafa de la recuperación y en la desesperación. Una agenda para pasar a la ofensiva. Para cambiar las tornas. Para cambiarlo todo.

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