Martin Garitano Larrañaga
Diputado general de Gipuzkoa

Una ola en Igeldo

Han pasado décadas de espaldas a Igeldo y, allí arriba, las gentes están en otra onda. Igeldo quiere ser el municipio 89 de Gipuzkoa. Y esa ola no la frena una suspensión cautelar.

El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha atendido a los partidos de la oposición en Gipuzkoa y suspendido, de forma cautelar, la constitución de Igeldo en municipio. El tiempo dará y quitará razones y, en el plazo de unos meses, la causa judicial llegará a término. Entonces sabremos si Igeldo alcanza el estatus que demandan las y los igeldotarras y, además de pueblo, son municipio o si, por el contrario, se impone el criterio de PNV, PSOE y PP, y el pueblo de Igeldo sigue siendo considerado, en términos oficiales, un barrio de San Sebastián.

La historia de este asunto es larga, viene de hace muchos a-ños y, a fin de evitar discusiones interminables y estériles, conviene dejar sentadas algunas cosas.

Conviene, por ejemplo, recordar que todas las veces que la ciudadanía ha sido consultada, la opción por la constitución de un municipio ha sido mayoritaria. Y más nítida aún en la última consulta, auspiciada por la Diputación Foral, y celebrada con todas las garantías después de un ejemplar proceso de participación popular.

A quien no conozca Igeldo -y no me refiero a ese entrañable Parque de Atracciones que sí conocemos todas y todos los guipuzcoanos- conviene informarle de sus particulares señas de identidad, de su idiosincrasia, su cultura, sus costumbres, su realidad lingüística... de los elementos, en definitiva, que constituyen una comunidad diferen- ciada de las vecinas. No somos iguales los bergareses, por ejemplo, que nuestros vecinos de Oñati, Mondragon o Soraluze. Quienes nos conozcan no lo pondrán en duda. Y quienes conozcan a donostiarras e igeldotarras estarán más de acuerdo si cabe.

Hay que constatar también que la razón jurídica ha venido acompañando en todos los casos a quienes vienen demandando, desde hace décadas, la desanexión. Porque son un núcleo urbano diferenciado varios kilómetros del de San Sebastián, porque cuenta con el número de habitantes que exigía la Norma Foral cuando se inició la tramitación del expediente y, según los reiterados estudios de viabilidad económica, con la posibilidad de que el municipio puede gestionarse sin mayores problemas de los que afrontan el resto de los 88 municipios de Gipuzkoa.

A eso habrá que añadir lo más importante: la voluntad popular libre y democráticamente expresada. La Diputacion de Gipuzkoa simplemente ha realizado un ejercicio de democracia en Igeldo, ha puesto en práctica el derecho que tienen a decidir. Y la respuesta obtenida es ir a los tribunales, judicializar un derecho. Que decida un juez en lugar de la ciudadanía de Igeldo. No me parece muy acertado.

Igeldo, no nos engañemos, no ha sido bien tratado como barrio de San Sebastián. Ni el consistorio de San Sebastián lo ha sentido como parte de la ciudad, ni ha invertido como lo ha hecho en otros barrios, ni ha tenido consideración hacia las demandas de las y los vecinos. Ese desapego ha acentuado el deseo de autogobierno de Igeldo. Porque entienden que organizar sus propios recursos, determinar sus propias normas de convivencia, decidir sobre su urbanismo, establecer sus prioridades en el gasto... es mejor que seguir integrados en la potente maquinaria burocrática donostiarra, que les deja a la cola de las prioridades.

Llegados a este punto, entiendo conveniente hacer una pequeña reflexión, que nos hace ver con nitidez el grado de coherencia y acierto de la decisión que adoptamos en la Diputación. Recuerdo la escena de alegría desbordada en la plaza de Igeldo tras el escrutinio de la consulta popular. Les conozco bien y me consta que lo vivieron como un momento histórico, como el inicio de una nueva etapa en la que a todas y todos correspondía arrimar el hombro y construir un día a día mejor. El mismo día no percibí que la ciudadanía donostiarra sufriera decepción o desánimo. Igeldo sigue ahí, donde estaba, y a quienes nos encanta disfrutar de sus parajes, sus gentes o sus sidrerías, el modelo de organización que allí rija no nos afecta en absoluto. Insisto: en absoluto.

Y a partir de ahí nos queda preguntarnos por las razones que esgrime la oposición de PNV, PSOE y PP, para embestir con tanta rudeza contra lo que debiera entenderse como natural, civilizado y democrático. ¿Por qué se niega la mayor y se alarma con argumentos peregrinos, como la financiación de una línea de autobús? ¿Acaso el resto de municipios de Gipuzkoa están aislados por tierra, mar y aire? ¿Por qué se pretende encender los ánimos de las y los donostiarras con el apocalíptico argumento de la pérdida del territorio que corresponde a Igeldo? ¿En qué nos afecta a quienes vivimos en el Antiguo, en Gros, en Altza, en Amara...? Es fácil responder: en nada.

Dicen los detractores de la desanexión que San Sebastián será más pequeña si Igeldo emprende su propio camino. Se equivocan de raíz. San Sebastián será más grande si respeta la libertad de elección de la ciudadanía; si entiende que las relaciones entre los pueblos deben ser de fraternidad, respeto y colaboración mutuas y no de imposición.

Ahora, alarmados tal vez por la evidente voluntad de las y los igeldotarras, y la frustración que han generado, hablan de otras fórmulas, de descentralizaciones, de trabajo en común, de atender las demandas ciudadanas... Tengo para mí que llegan tarde. Han pasado décadas de espaldas a Igeldo y, allí arriba, las gentes están en otra onda. Igeldo quiere ser el municipio 89 de Gipuzkoa. Y esa ola no la frena una suspensión cautelar.

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