Olga Saratxaga Bouzas
Diseñadora

Una y Grande otra vez

Hace unos días he podido conocer de primera mano la circular que acompaña a la petición de voto de Vox de cara a las próximas elecciones generales del 28 de abril, en las que se elegirá la representación política del Congreso y el Senado del Estado español para los próximos cuatro años.

Es el resumen de un programa electoral vertebrado por tres ejes principales: la defensa a ultranza de la unidad indivisible de España (cuyo objetivo es coartar voluntades y autonomía de todo tipo y condición, haciendo énfasis implícito en la Comunidad Autónoma Vasca, Nafarroa y Catalunya, y un «aviso a navegantes», por si acaso, para intenciones de otros territorios, apoyado en el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas y la disolución de las policías autonómicas, con el firme y prioritario propósito de garantizar Una, Grande y Libre, y exaltar el patriotismo y sus deberes desde el principio de la enseñanza general reglada, recuperando, asimismo, la educación militar obligatoria); el odio al extranjero, al de otra raza y pensamiento, al que profesa un credo diferente al suyo, concentrado en el apartado de la inmigración (odian al migrante, al de la pobreza, eso sí… el inmigrante rico gusta a casi todos), y una explícita misoginia que amenaza con erradicar el aborto de la sanidad pública y la supresión de la Ley de Violencia de Género aprobada como medida de protección integral a las mujeres contra todas las formas de violencia, sea física, psicológica, sexual o cualquier otro modo de ejercer vejación o vulneración de sus derechos y libertades. El colectivo feminista es aquí significativamente vapuleado en términos de «supremacía feminista», según sus palabras textuales.

Representan la involución de la sanidad, la educación y la economía, la derogación de libertades individuales y colectivas, la desnaturalización de la convivencia multicultural e interracial. Son la supremacía más genuina del heteropatriarcado, frente a la legitimidad de libre desarrollo en la identidad de género y diversidad sexual; la comunidad LGTBI es otra de sus fobias. Su acervo ideológico, si bien podría determinarse con un gran número de apelativos, su mejor definición es: xenofobia, racismo, misoginia y conculcación de todos los derechos conseguidos durante décadas de lucha social.

Paradigma de centro-derecha, el que se atribuye a sí mismo este partido. Y me pregunto dónde se esconde ahora la base jurídica que fundamentó una Ley de Partidos diseñada ilícita y expresamente para inhabilitar el derecho a voto a más de 200.000 personas en Hego Euskal Herria durante varias convocatorias seguidas de elecciones.

Mi esperanza (la que según la mitología griega es la última que se pierde) es que el fenómeno Vox pueda servir a la sociedad para algo productivo: ejercitar el pensamiento crítico sobre todo lo que qué se ha hecho mal en los 43 años posteriores a la dictadura franquista para que hoy se siga permitiendo el uso de un discurso tan reaccionario como humillante.

Mi esperanza es que el próximo domingo 28 de abril las urnas hablen en nombre de la dignidad y la justicia, y la memoria histórica en su máxima amplitud proteja a la sociedad de impurezas de esta índole, otorgándonos la oportunidad de construir un futuro sin demonios.

Mi esperanza es no volver a vivir elecciones, al más puro estilo de Cid Campeador del siglo XI, con bandera y reconquista por estandarte.

Mi esperanza es que nadie como Vox vuelva a insultarme introduciendo en mi buzón de correo palabras fascistas envueltas en la rojigualda.

Bilatu