Iñaki Egaña
Historiador

Vasos comunicantes

Dice el meteorólogo Edward Lorenz que la agitación de un insecto en Hong Kong puede provocar una tempestad en Nueva York. Un viejo adagio chino, en esta línea, apuntaba que el aleteo de una mariposa se podía sentir al otro lado del planeta. Fábulas difundidas por los que no creen que el futuro de la humanidad está escrito y que predecir el porvenir es poco más o menos ciencia ficción. Probablemente haya algo cierto en estos tiempos tan convulsos, donde acontecimientos inesperados vuelcan nuestras previsiones.

La teoría del cisne negro, esos hechos no previstos fuera de las expectativas, que surgen en un pequeño escenario y afectan a la colectividad, nos aleja también de ese cálculo de probabilidades que manejan los algoritmos comerciales, pero también los políticos. La crisis de las hipotecas subprime en EEUU, en 2008, llegó hasta nosotros y agrandó una brecha a este lado del Atlántico mayor incluso que en su origen. No la esperaban. Un virus surgido en Wuhan (China) se propagó como la pólvora. En Euskal Herria, que apenas sabíamos de la geografía asiática, murieron más de 10.000 personas por la covid-19. La interconexión es mayor que nunca.

Revolucionarios anteriores a nuestra generación ya habían bebido de la fábula del aleteo de la mariposa. Che Guevara abandonó Cuba para pelear en Congo y luego en Bolivia, en la creencia de esa teoría del dominó en boga en la época. «Hay que crear uno, dos, tres Vietnam» y el Imperio se desmoronará. No sucedió. Pero podría. Los acontecimientos más inesperados engendran un efecto contagio cuyas dimensiones nadie puede calcular. Quizás los conspiranoicos y los desconocedores de la teoría del caos, aunque sea ordenado.

Como está acreditado, en 1995, ETA y el conjunto de la izquierda abertzale abandonaron la estrategia negociadora y la reivindicación de los cinco puntos de KAS, para dar un giro y promover la llamada Alternativa Democrática. De mirar hacia afuera (España y Francia) a hacerlo para adentro: autodeterminación y territorialidad. En 1998, se firmaron en Belfast los Acuerdos de Viernes Santo, que tenían como preludio los de Downing Street, de 1993. De los acuerdos de Stormont, ETA realizó un trabajo que tituló "IRAren desarmea dela eta", centrado en su introducción en los aspectos históricos del conflicto y, a continuación, en la comparación con el caso vasco.

En su trabajo, ETA hacía una declaración inesperada y novedosa: que la Alternativa Democrática no era sino una modesta adaptación («moldaketa xumea» en el texto original) del Acuerdo de Downing Street. En aquella histórica declaración, el premier británico John Major y el irlandés Albert Reynolds se comprometían a respetar el derecho de autodeterminación y a impulsar un proceso de paz. La comparación entre la Alternativa Democrática y el Acuerdo de Downing Street era resumida en una frase: «Donde ponía Irlanda hemos puesto Euskal Herria, y donde el Reino Unido, Gran Bretaña o el Gobierno británico demostraba su responsabilidad hemos establecido las responsabilidades de España y Francia. Nada más».

Conocido es, asimismo, que el proceso de paz irlandés creó numerosas expectativas en Euskal Herria lo que llevó a diversos agentes políticos a instaurar el Foro de Irlanda. Aquellas reuniones que hubieran parecido intrascendentes fueron el embrión de los Acuerdos de Lizarra-Garazi, que abrió un periodo de esperanza y, a su fin, también rescoldos inesperados solo diez años antes, como el llamado Plan Ibarretxe que anunció, por vez primera y con las matizaciones propias de su entorno, «el derecho a decidir». La izquierda abertzale le prestó tres votos para que el trámite de su iniciativa prosperara.

Aquella Alternativa Democrática, copia-pega del Acuerdo de Downing Street fue, tras el empuje de la sociedad civil, el recorte estatutario catalán, y la experiencia de la respuesta de Aznar-Zapatero al Plan Ibarretxe, el germen del Procés Catalá y el referéndum sobre la independencia de 2017. La proclamación de la República Catalana fue abortada, pero la línea teórica llegaba de lejos: si no hay posibilidad de negociación, seamos capaces de crear nuestro espacio soberanista propio. Alternativa Democrática, en este caso catalana.

De la misma manera, el Acuerdo de Viernes Santo tenía como base los llamados «Principios Mitchell», aceptados por los republicanos irlandeses a través del Sinn Féin. Desde 2011, la izquierda abertzale y ETA, a partir del abortado proceso de paz vasco, luego convertido en proceso unilateral de desarme, también anunciaron su adhesión a los Principios Mitchel. Movimientos en procesos de paz que se convirtieron en universales, a pesar de distancias y desconocimientos.

Esos nexos de unión entre procesos de paz se volvieron interactivos. Si Sudáfrica e Irlanda habían servido como modelo para Euskal Herria, Irlanda también lo fue para los conflictos de Cachemira y Colombia, mientras que Sudáfrica, para Sri Lanka. El de Colombia, con la experiencia previa de Irlanda, proceso este último que avivó en Gran Bretaña las reivindicaciones de Gales y Escocia, sirvió, asimismo, como partida para las negociaciones de paz en Timor Leste, Sudán y Bosnia.

Aquel ejemplo irlandés que sirvió para provocar un pequeño terremoto en Euskal Herria, sirvió también como modelo para que el Frente Islámico de Liberación Mora (MILF) bajará la persiana en Filipinas, después de 40 años de conflicto armado, cuatro años antes de que lo hiciera ETA. ¿Quién iba a decir que el aleteo de una mariposa en Belfast iba a llegar a Lizarra, más tarde a Gasteiz, de ahí a Barcelona para aterrizar en Palawan? A veces desearíamos que nuestros miles de trabajos locales, comunitarios tuvieran esa trascendencia internacional para cambiar el mundo. Sin reparar en que nuestra magnitud local ya es universal. Las mariposas se encargan de difundirla. Respetemos a las mariposas y a su aleteo.

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