Jesús Valencia
Internacionalista

Venezuela aurrera

El pueblo bolivariano ha plantado cara al imperio aunque el precio que está pagando es altísimo.

El problema no es de hoy; hace veinte años que se desataron las furias. Bastó que el pueblo arrecho de Venezuela hiciera causa común con Hugo Chávez para que una nube de rapaces se abalanzara contra él; depredadoras que habían engordado durante la IV República y que no están dispuestas a perder su presa. Entre ellas, y azuzando al resto, la insaciable águila imperial. Veinte años que evidencian la confrontación entre dos proyectos irreconciliables. Por un lado, el pueblo venezolano se reafirma como garante de la nación. Por el otro, los vendepatrias que reclaman la intervención gringa para mantener sus privilegios. Hasta ahora, han fracasado en todas sus intentonas y esto les ha obligado a elevar el listón de sus desatinos.

El 18 de diciembre del 2018, cinco conspiradores reconocidos se dieron cita en la sede de la OEA. Allá diseñaron lo que, a su entender, sería el asalto final: la instauración de un «gobierno de transición». Presentaron su ocurrencia al emperador que no dudo en aprobarla; buscaron un intruso dispuesto a escenificar la parodia y encontraron a un Guaidó que se prestó a la pantomima. El 16 de enero de 2019 Estados Unidos convocó en la misma sede de la OEA a los embajadores de siete Estados latinoamericanos sumisos y les propuso el plan. Los siete lo aceptaron sin chistar. Siete días más tarde, Venezuela sufría una agresión brutal que el imperio pretendía fulminante: una vez que el intruso se autoproclamase «presidente interino», al Gobierno legítimo huiría y la Revolución Bolivariana quedaría liquidada. Se equivocaron.

El pueblo bolivariano ha plantado cara al imperio aunque el precio que está pagando por ello es altísimo. Sus agresores, tras un perifollo humanitario, están evidenciando su sadismo: «La mejor solución para el país sería acelerar el colapso, aunque eso se tradujera en un mayor sufrimiento durante años para la población venezolana» (William Brownfield, exembajador yanqui en Venezuela). «Para nosotros –babea Guaidó– los muertos no son costos son inversión de futuro». Venezuela, consciente del poder que le agrede, reclama el apoyo internacional. «Compañeras y compañeros del mundo levantemos un movimiento de solidaridad que rechace y derrote la intervención imperialista en Venezuela» (Nicolás Maduro, 06.02.19).

Su llamamiento ha merecido una respuesta inmediata y amplia. Organizaciones internacionalistas del mundo, sindicatos de variados espectros, el Foro de Sao Paulo, el Encuentro Continental Bolivariano, jóvenes de la Brigada Internacionalista, ciudadanos anónimos o personas más conocidas... Voces variadas y continuas que denuncian la agresión de un imperialismo arrogante y voraz.

Nuestro pueblo, desde el primer momento, se puso del lado de la Venezuela emergente. A despecho de las burguesías locales, siempre dispuestas a palmotear los abusos que el imperialismo yanqui cometa. El PNV actúa como telonero de un Guaidó que pierde fuelle por momentos. La Euskal Herria que defiende la soberanía de los pueblos ha cogido otro derrotero. Sindicatos como ELA, LAB, Steilas o ESK exigen paz, diálogo y respeto para Venezuela. El internacionalismo vasco se movilizó en enero. Hoy, 4 de mayo, las calles de Bilbao acogerán otra convocatoria que se presume multitudinaria: «Venezuela Aurrera. No al Golpe». La voz de un pueblo que defiende los derechos de cualquier pueblo. En este caso, Venezuela.

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