Iñaki Etaio
Profesor de la UPV/EHU

Venezuela: compradores de discursos ajenos

Y es que informarse mínimamente exige molestarse en hacerlo, y siempre es más fácil y cómodo repetir y repetir lemas simplistas

Veinticuatro años han pasado desde la primera edición del libro “Cómo nos venden la moto” de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet. El día a día nos sigue demostrando insistentemente que la industria de venta de motos trucadas continúa en auge y que tiene muchos compradores. El caso de la República Bolivariana de Venezuela es uno más en el universo de la distorsión de la información. En efecto, los mensajes que locutores, tertulianas, políticos, gobiernos y otras representantes de la burguesía están vertiendo estos días para nada sorprenden. Indignan, pero no son nada nuevo. Tienen que vender su moto, su producto, en este caso la reinstauración de un modelo neoliberal al servicio del capital envuelto en papel de democracia y libertad. Más preocupantes resultan las multitudes prestas a comprar ese producto y a hacer propaganda gratuita de él, intentando convencer a sus semejantes de la necesidad y la bondad de la moto trucada, repitiendo sin cesar los eslóganes publicitarios de la casa comercial. Y más todavía, cuando esas personas se presuponen progresistas y preocupadas por los problemas de la sociedad y el mundo.

El comprador de motos trucadas habla del régimen de Maduro, de su gobierno autoritario y dictatorial, y repite sin cesar que son necesarias elecciones libres. Sin embargo, no se ha molestado en comprobar cómo han sido los procesos electorales en Venezuela estas últimas dos décadas y cómo el chavismo ha ganado 19 citas electorales y un referéndum revocatorio y ha perdido solo dos, con presencia de observadores internacionales que han avalado los procesos. Tampoco se ha molestado en comprobar el porcentaje de apoyo conseguido por Maduro en las elecciones de 2018 entre los votantes (67,8%) y sobre el censo total (44,5%), mayor que el de Trump (46,09% y 27,2%), Duque (54,0% y 28,7%), Macri (51,3% y 40,4%), Bolsonaro (55,13% y 39,23%), Rajoy (33,0% y 21,7%) o Urkullu (37,36% y 22,3%) en las respectivas últimas elecciones.

Y es que informarse mínimamente exige molestarse en hacerlo, y siempre es más fácil y cómodo repetir y repetir lemas simplistas. Conocer la realidad, intentar informarse más allá de eslóganes de 20 segundos, mensajes de Twitter o videos de desconocida procedencia distribuidos por las redes sociales, pone al descubierto nuevos aspectos a ser considerados, genera dudas y cuestiona lecturas categóricas. Es más cómodo, genera menos contradicciones y menos inseguridad arrancar la moto trucada y circular con ella, aunque no se sepa muy bien quién nos la ha vendido, si las características técnicas son realmente las que nos han dicho o si nos lleva a donde necesitamos.

En su afán por justificar el golpe contra el gobierno bolivariano o, en su versión pretendidamente moderada, las medidas y presiones para que se convoquen elecciones (estas sí, democráticas), la compradora de moto trucada nos repetirá que Maduro ha hundido al país en una crisis económica por perpetuarse en el poder y que la población pasa hambre y tiene que hacer cola para conseguir papel higiénico. En cambio, desconocerá los enormes esfuerzos desarrollados por el chavismo para intentar redistribuir la riqueza y los múltiples programas (Misiones) para hacer frente de forma efectiva a necesidades sociales herencia de siglos de colonización y décadas de corrupción y capitalismo salvaje. Obviará que el desabastecimiento en la distribución de alimentos y productos de primera necesidad no es homogéneo en Venezuela, sino que depende de la clase social del barrio, ni que empresas privadas acumulan todo tipo de productos para generar desabastecimiento y provocar el malestar de la población. Tampoco verá o querrá ver la estrategia de ahogamiento económico impulsada desde el imperialismo yanqui.

Los factores tras la crisis económica venezolana son diversos, e incluyen también errores en la gestión económica, no haber diversificado suficientemente la economía y seguir dependiendo mayormente de la exportación de petróleo y de la importación de numerosos productos que debían producirse en Venezuela. Aunque probablemente el mayor error de los gobiernos chavistas haya sido no haber actuado de forma más firme para tomar el control de la producción de alimentos y evitar el chantaje reiterado de los grandes propietarios de este sector. Nada de ello entrará en el discurso del comprador de motos trucadas que, además de presuponer que la situación económica antes de Chávez era mejor, al escuchar «Caracazo» tal vez piense en algún tipo de combinado o bebida exótica.

Los derechos humanos serán otro de los temas estrellas, utilizándose datos sin contrastar de personas fallecidas y heridas en enfrentamientos, los cuales se atribuirán automáticamente a la acción policial o a las «hordas» chavistas. Las y los muertos chavistas víctimas de las guarimbas, algunos quemados vivos, no cuentan. O si cuentan, cuentan también como víctimas del «régimen». Tampoco computarán en esa particular lista de violaciones de DDHH, porque no está incluido en la publicidad de la moto, lo que ocurre justo al lado. Así, los 172 líderes sociales asesinados en Colombia en 2018 contabilizados por la Defensoría del Pueblo y los 60.630 desaparecidos en este país entre 1970 y 2015 (décadas de gobiernos supuestamente democráticos), contabilizados por el Centro Nacional de Memoria Histórica, también están desaparecidos en la soflama en favor de los DDHH.

Otro de los argumentos esgrimidos de forma recurrente es el de la falta de libertad de prensa y el cierre de medios de comunicación. La compradora de motos trucadas desconoce, sin embargo, que en Venezuela se democratizó la distribución de licencias, creándose las últimas dos décadas multitud de nuevos medios de comunicación, barriales y comunitarios, que intentan, precisamente, hacer frente a los grandes monopolios mediáticos privados que, allá también, continúan vendiendo como verdad sus motos trucadas. Curiosamente, los cierres de Egin, Egunkaria o Ardi Beltza son desconocidos o innombrables para muchas compradoras locales de motos trucadas.

También juzgarán algo necesario por el bien del pueblo venezolano la descarada injerencia del imperialismo yanqui y sus lacayos latinoamericanos y europeos. Desde el cómodo asiento tapizado de la moto trucada se considerarán capacitadas para impartir cátedra sobre la dirección que debe tomar Venezuela: la democracia y la libertad, aquellas donde se puedan vender con total impunidad motos trucadas y quienes tengan más poder económico puedan aspirar a coches de lujo y yates.

Imbuidos de la osadía del ignorante, no comprenderán que, también en estos tiempos de posmodernismo, en Venezuela, en Euskal Herria y a nivel mundial, no estamos todos en el mismo barco. Sigue habiendo una línea que divide a una minoría que viaja en yate y a una mayoría condenada a viajar en balsa o en patera, a la que, a pesar de todo, le consiguen vender la moto de que puede llegar a viajar en yate. Las palabras de Lenin fueron proféticas: «Los hombres (y las mujeres) han sido siempre en política víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir, detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase». En estos momentos claves estar con el pueblo venezolano consiste en remar con la mayoría trabajadora y campesina, representada a día de hoy, con sus errores y aspectos mejorar, por el gobierno de Maduro. En ningún caso hacer publicidad gratuita de la moto trucada de Trump, Bolsonaro, Macri, Mogherini, Borrell o el PNV. Nos venderán la moto, sí, pero nunca nos van a dejar subir a sus yates.

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