Txema Mendibil

Vivienda y fiscalidad

La deducción por vivienda en nuestro IRPF funciona, pero necesitaría retoques importantes. Así, fue un error subir el crédito fiscal de 30.000 a 36.000 euros (el óptimo social estaría más cerca de 25.000 que de 30.000). Deberían incluirse en ese crédito, no solo todas las desgravaciones obtenidas en los otros herrialdes (y en toda la UE), sino también las cobradas al alquiler cuando se compra. Eliminar la deducibilidad de los intereses a partir del décimo año (para que no siga pasando lo que pasa, que esa ayuda se transforma en un crédito al consumo) y también extender la deducción a otras modalidades más integradoras como el cohousing (donde lo que se compra a una cooperativa es el usufructo.

Esta deducción es progresiva dado que el tope anual de 1.530 euros hace que sea significativa para rentas bajas y medias y apenas una anécdota para estrellas del deporte, por ejemplo. Lo mismo cabe decir del límite creado por el crédito fiscal.

Se vería más claro si anulásemos otras exenciones que no tienen ningún sentido. La de la RGI solo crea problemas de socialización y dualidad en la sociedad, aparte de algunos agravios comparativos. Pero otras son auténticas fuentes de inequidad, como la famosa por la que los primeros 300.000 euros de deportistas solo pagan la mitad (seguimos incentivando a futbolistas frente a ingenieras) o los sueldos de permisos de maternidad que priman más a las gestantes (y a sus posibles parejas) cuanto más ganan.

Se han oído propuestas de hacerla progresiva sobre la base imponible. Peligroso y harto discutible, aparte de subir el impuesto a los sueldos medios por la puerta de atrás (vamos, como el invento español de la progresividad en frío no deflactando la tarifa con la inflación). ¿Qué sería lo siguiente? ¿Cobrar los servicios de Osakidetza en función de la renta? ¿O la tontería que tuvo que retirar el Consorcio de Transportes de Bizkaia con la Barik?

Pero hay magufadas peores y, en período electoral, se afirma que esta deducción «fomenta la cultura de la propiedad», sea eso lo que sea, esoterismos estalinos al margen. Incluso sacan pecho señalando que en España «ya» no existe, triste reconocimiento al señor M. (Rajoy) que la abolió mientras daba alas al alquiler de fondos, buitres o no.

Lo cierto es que la gran mayoría prefiere a partir de una edad que su casa sea suya, no del casero, del Estado o de las empresas, buitres o no. Lo cierto es que si esta deducción ha ayudado a que más gente deje de tener casero o se emancipe antes habrá cumplido su objetivo. Lo cierto es que los efectos de las crisis anteriores (y de las que están por venir) habrían sido catastróficos, especialmente para pensionistas, si estuviese más extendido el capitalismo rentista, ese que otras sociedades más ricas parece que se pueden permitir.

Lo natural es que el alquiler sea una solución transitoria, que la gran mayoría de los hogares vayan teniendo una vivienda en propiedad, pocos quieran poseer dos (actualmente cerca de la cuarta parte de las familias vascas y la mitad de las de pensionistas) y a nadie le salga rentable poseer 10 o 25.

Y para eso es fundamental bajar el mercado de alquiler y compra. No es nada difícil si hay voluntad. Parece mentira que partidos que están o han estado en el Gobierno ni siquiera hayan planteado lo que se le ocurre a todo el mundo. Eso queda para otra ocasión.

Un pequeño paso ya se ha dado. Desaparecen las Golden Visa. Aunque la ministra y su entorno solo hacían referencia a que «tensionaban el mercado» (expresión estúpida para no decir que hacían subir los precios), sin mencionar la iniquidad que supone recibir a los ricos con alfombra roja y a las pateras con la repatriación. Pero ya se sabe, el suelo ético de algunos socialistas…

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