¿Vivir sin policía?
El modelo policial actual de la Ertzaintza y Policía Local en Euskadi reflejado en sus actuaciones recientes, nos lleva a realizar un análisis sobre el mismo. Empezamos por citar algunas de ellas:
Muerte de Cabacas; joven herido en Tolosa; un ertzaina el 5 de marzo, policía infiltrado y aporreado por sus compañeros el 3 de marzo en Gasteiz; las manifestaciones de grupúsculos asindicales de la Ertzaintza colapsando la circulación en varias ciudades; la caída del coche patrulla de la Ertzaintza en río Nervión, sin aclarar la muerte de un agente; mujer herida y pateada por un Ertzaintza en Donostia e ingresada en la UCI con hemorragia cerebral con motivo de un partido de futbol; multas a los jóvenes de Ernai, contra la libertad de expresión, en base a la ley mordaza, y un largo etc. que parece interminable.
A ello analizamos lo que cuesta a la ciudadanía el mantenimiento de la Institución policial en Euskadi:
25 comisarías. Sueldo: salido de la Academia: 2.200 euros brutos mes, en torno a 30.000 euros año. Añadir plus de antigüedad: trienios más complemento destino (410 euros), dos pagas extra; 20 euros. La hora extraordinaria, complemento de asistencia a juicios, plus de peligrosidad (1.400 euros). Si multiplicamos 30.000 euros al año por 8.000 policías salen 240.000.000 euros anuales.
Ertzaintza: 1.500 horas de trabajo al año. Los trabajadores vascos: 1.800 horas año.
Euskadi es la comunidad con mayor densidad de policía autonómica. Europa, en su conjunto: 314 policías por 100.000 habitantes, Euskadi 367. En Euskadi superamos los 8.000 ertzainas, para un país pequeño y para 2024 hay convocadas 279 plazas más.
Ello me lleva a concluir que es imprescindible abrir un debate en la ciudadanía y que llegue al Parlamento Vasco, en estos tiempos de posibles cambios. Y a preguntarnos si es posible transformar el modelo actual, incluso debatir sobre un modelo de «vivir sin policía».
Diversos analistas han dejado abundante literatura, sobre el tema, de la que destacamos: "Cómo vivir sin policía", de P. Rocher (ed. Katakrak Liburuak), "Metropolice" (Traficantes de Sueños), "La Policía, un análisis crítico", Colectivo La Plebe (ed. Las Barricadas).
Unos entienden que se necesita la policía, como protección contra la delincuencia y la seguridad ciudadana, otros admiten que hay que cambiar de modelo y quienes consideran que la reforma es imposible; la Policía es un engranaje ineludible de la reproducción del orden establecido, estructuralmente desigual, y es imposible reformarla. El Estado no permitirá que se disuelva la policía sin oponer resistencia. La policía está unida indisolublemente al Estado capitalista.
Y no faltan quienes prefieren no dedicar más fondos públicos a una institución sobredimensionada, que no es capaz de mitigar tensiones de la sociedad, sino que las aviva. ¿Tiene sentido suprimir fondos asignados a la Policía y asignarlos a gastos sociales, o reducir los dineros asignados? Si se reduce su capacidad de intervención violenta, de sofocar las protestas sociales en la calle, la vida se vuelve más respirable y si se distribuyen sus presupuestos para empleo, salud, vivienda, educación... aumentaría el bienestar de la mayoría y disminuiría la delincuencia.
Se discute la estrategia a seguir: cambiar primero la sociedad para dejar atrás a la policía o primero dejar atrás la policía para cambiar la sociedad. Ninguna de las dos son acertadas. Se precisan ambas, simultáneamente.
Orden sin policía
R. Michalowsky, criminólogo ("Crime control in the 1980s"), señala una alternativa: «formas organizadas y comunitarias de justicia popular, para evitar a la policía, con una nueva regulación del orden público». Han podido verse en Irlanda del Norte y Sudáfrica.
Surgen en Sudáfrica en los años 80 los Tribunales del Pueblo y Comités de calle, ligados con el movimiento contra el apartheid, como expresión del «poder popular». El Comité se hace cargo de conflictos de vecindad, violencia de género, robos, conflictos con patronos, acreedores... Dicta sanciones, alejados de los castigos corporales y prisiones; con medidas como compensaciones a las víctimas, disculpas, multas y en conflictos graves la suspensión del acceso a los servicios de la Comunidad e incluso la expulsión del barrio, con la pérdida consiguiente de su protección y arraigo. Cada Comité de calle se encarga de un barrio concreto, pero colaboran entre sí. La población entiende el lenguaje, los procedimientos a seguir. Su éxito dependió de una importante participación ciudadana y una cohesión social. Hacerse cargo del orden público se convertía en una función ejercida y deseada por la ciudadanía.
El Comité de calle lo forman 10 miembros, nombrados por consenso, en asamblea pública, con tres años de duración, Su punto de apoyo: el cambio en la función, mediante «la Rotación», con turnos anuales, plurianuales. Lo que impide hacer carrera en el aparato, porque nadie permanece mucho tiempo en él. Supone desconcentrar el poder, frena en seco el espíritu gremialista, el racismo institucional.
La participación de las mujeres se desarrolló desde su exclusión a la toma de conciencia e implicación, suele existir paridad de género e incluso en algunos Comités, las mujeres son mayoría.
La existencia de los Comités de calle demuestra que la policía y los Tribunales del Estado no son indispensables, sino que la población local puede tomar las riendas de la gestión del orden y justicia, por turnos. No faltan, sin embargo, la existencia de problemas y tensiones; no desaparece la violencia de la propia sociedad, que no se elimina por arte de magia,
Cobra sentido la reivindicación de suprimir o reducir, los dineros asignados a la policía. Si se reduce su capacidad de intervención violenta, de sofocar las protestas sociales en la calle, la vida se vuelve más respirable, aumentaría el bienestar de la mayoría y disminuiría la delincuencia. Desinflar al aparato policial requiere que los Gobiernos presten más atención a la sociedad civil, a las reivindicaciones sociales.
Para el politólogo De Sousa Santos, el objetivo de un orden sin policía no es crear un modelo definitivo, sino defender, modestamente, que hay ejemplos para caminar a una sociedad liberada, en base a dos puntos: primero, la rotación, que evita «hacer carrera», desconcentra el poder, frena el corporativismo, el racismo institucional, y segundo, el rendir cuentas a la población supone reservar momentos para que la Comunidad local exprese su opinión sobre la regulación del orden, posibilitando que el organismo, encargado del orden popular, sea accesible. ¡Ahí está el debate que sugerimos!