Iosu del Moral
Militante de Antikapitalistak

Vox, un pasado muy presente

Con una izquierda excesivamente institucionalizada, apostando por formar parte de un gobierno social liberal junto al PSOE del establishment, y con una desmovilización en las calles, el terreno es más que favorable para que la familia facha ponga en marcha una posible estrategia de expansión

Al parecer, la extrema derecha ha llegado a las instituciones del Estado español para quedarse. Si ya su mera presencia es alarmante, el verdadero problema reside en cómo la izquierda alternativa va a afrontar y combatir este peligro. Teniendo en cuenta una recesión económica en ciernes, la crisis territorial con el conflicto político en Catalunya y una izquierda redirigiendo su estrategia, desde un espacio de ruptura con el régimen, a una posición reformista e institucional, es más que probable la adopción de un discurso populista por parte de la extrema derecha. Por lo que se convierte en algo sustancial para la izquierda tratar de atenuar el impacto que ello pueda ejercer sobre las clases populares.

No se trata de un tema baladí la hipótesis en la que la llegada de una nueva crisis económica vuelva a producir otra ola de indignación en la sociedad; y que esta vez, dicho enojo pueda ser recogido y canalizado por la formación de Abascal. Proyecto que, si hasta el momento ha mostrado su versión ultraconservadora desde el catolicismo más fundamentalista, si detecta el mínimo resquicio de rédito electoral, no dudará, desde su laboratorio, en poner en marcha un ideario populista de valores retrógrados. Pues no podemos olvidar que es en momentos convulsos cuando las políticas del miedo son más fructíferas a la hora de contaminar las sociedades con proclamas llenas de intolerancia hacia todo lo diferente a través de un patriotismo torticero.

Así que, con una izquierda excesivamente institucionalizada, apostando por formar parte de un gobierno social liberal junto al PSOE del establishment, y con una desmovilización en las calles, el terreno es más que favorable para que la familia facha ponga en marcha una posible estrategia de expansión. No debemos pasar por alto que en las últimas generales y con la hecatombe del proyecto liberal de Ciudadanos dirigido por Rivera, se produjo un trasvase de voto, donde, al parecer, el sector más elitista de la formación naranja volviera al Partido Popular, mientras que el nicho de Ciudadanos perteneciente a las clases populares lo rentabilizase Vox.

Para ello, es de vital importancia que la izquierda alternativa esté preparada y muy atenta a todos los acontecimientos que se vayan sucediendo. En consecuencia, habrá que analizar e identificar a toda esta amalgama de asociaciones de extrema derecha para conocer cuándo nos estamos enfrentando a fuerzas de tipo ultraconservadoras como pudiera ser el caso de Orban en Hungría; los neonazis de Amanecer Dorado, que se trata de una plataforma de carácter fascista y al que se ha conseguido, al menos por el momento, frenar en Grecia; o, por el contario, a un movimiento populista de derechas como el que lidera Lepen y que ha conseguido, debido a sus políticas de carácter proteccionista, enraizarse de manera más estructural en Francia.

Es cierto que los proyectos fascistas jamás en la historia alcanzaron un apoyo social superior al 38% en las urnas y que, aunque Vox se nutra de algunas personas despreciables llegadas de órbitas neonazis, sobre todo en su vertiente española de la Falange, no se les puede definir como una organización de tipo fascista ya que su esencia es netamente conservadora y ultracatólica, heredera ideológica del franquismo más rancio. Otra cosa es que a través de ese ultraconservadurismo se muestren a la sociedad como esa gente de bien, defensora de la Constitución y con sentido de Estado. Pero lo realmente preocupante está en que traten de llegar a las capas populares con mayor desafecto político, logrando arrastrar a una parte de la clase trabajadora hacia sus postulados.

De todos modos, más allá del entronque que le demos a una organización como Vox, hay que tener claro que buscará y encontrará alianzas en todos aquellos movimientos de extrema derecha que se están dando en los últimos años en Europa. Una extrema derecha que abarca diversas formas bajo su paraguas, en el que los discursos del pasado vuelven a estar muy presentes. De ahí que sea primordial, ahora más que nunca, un internacionalismo de izquierdas que permita coordinar la lucha construyendo un dique de contención a todos los niveles ante esta amenaza. Recordando la frase de Buenaventura Durruti: «Al fascismo no se le discute, se le destruye», tengamos bien claro que a la extrema derecha no se le debate, se le combate.

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