Iñaki Egaña
Historiador

«Working class»

Las elecciones se plantean como una disputa entre grupos que representan a los clanes en tensión. Por eso la decisión de mi voto.

Lector que me sigues: prueba a introducir en cualquier buscador de la red estas dos palabras de significado comprensible en cualquier parte del mundo y te encontraras con la sorpresa de que ya desde las primeras entradas te ofrecen, en venta, sudaderas, camisetas, música… Se trata de la frivolización de la disputa política y la conversión en negocio de cualquier espacio, aunque sea antisistema.

Amazon anda salseando por aquí y por allí con el fin de ETA para comprar derechos universales de la cuestión, la comunista mexicana Frida Kahlo se ha convertido en símbolo de la derecha, el guerrillero Che Guevara aparece en las camisetas que elaboran las trabajadoras de Bangladesh que surten a las tiendas europeas, la ultraderecha se declara respetuosa con el medio ambiente. Hasta los matones se revelan valedores de los derechos humanos.

En este viaje supersónico, entre hipocresías, avituallamientos y llamados a consumir y a consumir, ha dado la casualidad que se concentren en un unos días cercanos dos eventos. El primero, el electoral, numerarnos en uno de los estados que nos corta las alas continuamente. El segundo el del recuerdo de lo que somos, esclavos, obreros, trabajadores, a través de una fecha señalada, la de los mártires de Chicago. El Primero de Mayo.

En el primero de los espacios, nos embocan hacia la elección política como si se tratara de un acto más de consumo. En campaña nos cuentan grandes mentiras, en campaña anuncian el paraíso que nunca llega. En campaña aflojan la soga para parecer empáticos. Pero en esta ocasión no ha sido así. Varios de los grupos constitucionalistas habituales se han ido al córner para anunciarnos que serán más verdugos que jamás, que sacarán a pasear a sus perros de presa y que nos desnudarán de los pocos harapos democráticos que nos visten. Han alimentado el miedo.

Un miedo sustentado por un corsé: España, y un modelo: monarquía. Aún tengo en la retina aquellas amenazas, con motivo de la consulta catalana, del rey cuyo apellido coincide con una clase de whisky. Y por ello, en esta «numérense» al que nos abocan, tengo mi papeleta decidida. EHxit y República.

En el segundo espacio, el que todos los años nos aglutina a lo largo del planeta a millones de trabajadores, desposeídos y esclavos maquillados por la modernidad, también tengo decidida mi participación. No tanto para enumerarme, que también, sino para mostrar el orgullo de pertenecer a una especie que, a pesar del determinismo al que nos embocan las elites económicas, tiene a un sector de ella enrocado en mejorar las condiciones de vida de las generaciones que van a continuarnos.

¿Qué objetivo más excelso que dar sentido a la vida en mejorarla para aquellos que llegaron en el vagón de cola? El Primero de Mayo es de esos días que emocionan, desfilando por las calles en compañía de trabajadoras y obreros, estudiantes, pensionistas o parados. Pero no únicamente por las calles de Baiona, Bilbao o Iruñea, sino también por las de Naipyidó, Londres, Johannesburgo, Manila, Cochabamba o Moscú. Si hay un gen que nos une, éste es el de la solidaridad. Y en este día lo reivindicamos con un estribillo mítico: «arriba parias de la tierra».

Así que tanto en un espacio como en otro, electoral y laboral, me dejo guiar con esos criterios que han gobernado el recorrido por mi país, Euskal Herria, por mi universalidad a través de los cinco continentes. Jamás tendré la oportunidad de conocer a las lavanderas de Benarés, las costureras de Dacca, los jardineros de los señoritos blancos de Ciudad el Cabo o los mineros congoleños de Makala. Aun así, me siento más cerca de ellas que de esos otros señoritos que firman sus comunicados con una sigla de nueve letras, Confebask, a veces escondida por otra de apenas tres.

Porque como sabemos unos y otros, la historia tiene tres motores. Y no hace falta ser marxista para describirlos. Simplemente observador. El primero es el del conocimiento, la tecnología y su acumulación. El segundo la pelea entre las elites, entre los clanes rivales dominantes por el control de los excedentes y del mercado. Y el tercero, la lucha de clases, mejor dicho, la lucha entre clases que, en Euskal Herria, toma forma de lucha de liberación nacional.

Y en esta coyuntura, con el conocimiento y la tecnología en poder de unos pocos, aliados con el sector que rige la humanidad a golpe de sable, las elecciones se plantean como una disputa entre grupos que representan a los clanes en tensión. Por eso la decisión de mi voto, la elección de caminar junto a los que han sido compañeros de viaje de décadas.

Sin dudas. Porque aquel debate ya histórico sobre la participación electoral fue superado con la lectura del “Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”: «Mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados a trabajar en el interior de dichas instituciones. De lo contrario, corréis el riesgo de convertiros en simples charlatanes».

A veces ilegalizados, pero siempre con la inteligencia suficiente como para saber superar contrariedades con la mejor de las aptitudes: incidir también en la marcha política de quien nos oprime, ahondar en esa pugna política que mantienen entre sí y permanentemente las elites económicas. Un grano de arena hacia esa victoria que algún día llegará. Porque, esta vez ya desde una visión marxista (más bien leninista), hay que aludir a la contradicción principal, la de clase, marcada por la de España-Euskal Herria que es lo mismo que decir opresor-oprimido.

Una victoria que llegará de la mano de todas y todos los que hombro con hombro estaremos en las calles. Unas alamedas tintadas de dignidad por millones de hombres y mujeres que creemos firmemente en que voltear el estado injusto del sistema es posible. El Primero de Mayo volverá a ser el de la visibilización de nuestra fuerza, tal y como el 28 de abril el de la inscripción de nuestra disconformidad y deseo de abandonar ese barco del 78.

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