Patrizia Vélez y Urtzi Errazkin
En nombre de la Permanente de Etxerat

Y ahora, impulsarnos para avanzar

No hay ninguna razón para que nuestros familiares encarcelados no puedan estar en las cárceles de Euskal Herria; ninguna, salvo la de seguir instrumentalizando nuestro sufrimiento

Cada año y una vez finalizada la manifestación, siempre multitudinaria, de enero y hechas las interpretaciones y valoraciones oportunas, todas y todos llegamos a la misma pregunta: y ahora, ¿qué? Cómo seguir, cómo continuar, cómo hacer valer la voluntad de la sociedad vasca, cómo dar continuidad al compromiso demostrado por decenas de miles de personas. Porque si algo ha quedado demostrado a lo largo de los muchos años que ya ha cumplido esta manifestación, es que a los gobiernos español y francés, la voluntad de la sociedad vasca, les ha sido siempre indiferente.

Tampoco este año ha sido distinto. Nuevamente, decenas de miles de personas ocuparon las calles de Bilbo y Baiona en una manifestación multitudinaria y plural. Puede que no todos los signos políticos estuvieran presentes, pero sí los necesarios para poder determinar que, sin ninguna duda, se trataba de una movilización que acogía, a ambos lados de la frontera, a la mayoría política, social y sindical vasca. Y también nuevamente, al terminar, la misma pregunta: y ahora, ¿qué?

Esta sociedad, sus agentes políticos, sociales y sindicales; sus ayuntamientos y parlamentos; personalidades del mundo de la cultura, del deporte, juristas, víctimas de ETA, activistas por los derechos humanos, y también parlamentarios europeos, mediadores y otros agentes internacionales han mostrado y reiterado su oposición a una política penitenciaria de excepción que está perpetuando el sufrimiento de presos y familiares, que es contraria en esencia a todo pretendido objetivo de reinserción y resocialización y que se levanta ahora como el principal obstáculo para avanzar hacia la paz y la convivencia. A pesar de todo, pasados más de 30 años de su aplicación sistemática a presas y presos de motivación política, la excepcionalidad penitenciaria continúa vigente y activa. Y aunque, debido a los acercamientos llevados a cabo por el Estado francés, no es comparable su proceder con el del Estado español, aún tenemos que decir que la excepcionalidad penitenciaria continúa activa en los dos estados.

Se está hablando ahora de un plan de acercamiento que el Gobierno Vasco trasladaría al Ejecutivo español. Sin tener más conocimiento que la información que recogen los medios, valoramos positivamente que el Ejecutivo de Lakua recoja y defienda una demanda de la sociedad vasca. Todo lo que sea sumar, dar pasos de cara a acabar con la excepcionalidad penitenciaria, es positivo. Lo hemos dicho en muchas ocasiones: no hay ninguna razón para que nuestros familiares encarcelados no puedan estar en las cárceles de Euskal Herria; ninguna, salvo la de seguir instrumentalizando nuestro sufrimiento. El fin del alejamiento no puede tener contrapartidas, no hablamos de premios: hablamos de derechos.

Como el propio Gobierno Vasco ha dicho, su planteamiento no es nuevo. Por eso, podemos asegurar que son muchos años ya de planes, de expectativas, de palabras, de polémicas. Lo que necesitamos, y lo necesitamos con urgencia, son hechos. Lo necesitamos nosotras y nosotros, los familiares, los allegados de presas y presos políticos vascos; los niños, los adultos, los mayores; los cientos de víctimas potenciales que el alejamiento genera cada fin de semana, condenados por el hecho de quererles; los que no pueden viajar y ven cómo los condicionantes que impone el alejamiento terminan con las visitas y con su derecho a la vida familiar. Y lo necesita también la sociedad vasca. Detrás de esa amplia mayoría social que pide el fin de la excepcionalidad penitenciaria, hay mucho más que una manifestación multitudinaria. Hay cientos de horas de reuniones, de debate y búsqueda de consenso, de compromiso y esfuerzo; de fijar objetivos, plazos y de mirar, en todo momento, a un horizonte que no acaba de dibujarse porque aún persiste el sufrimiento.

Y ahora, ¿qué? Ahora, impulsarnos para avanzar. Ahora, impulsarnos para seguir trabajando, para que termine el sufrimiento y su instrumentalización, para que podamos recorrer el camino de la reconciliación y de la convivencia, un objetivo legítimo para la sociedad vasca y para el que aún nos queda un difícil camino. El mérito de todos los avances que hayan podido darse y de los que, sin duda, se darán en el futuro, es de la sociedad civil vasca; es fruto del trabajo y el esfuerzo, de una labor y un compromiso del que muy pocos han preferido quedarse al margen. Por nuestra parte, reiteramos nuestra confianza en la sociedad vasca. Reiteramos también nuestro compromiso de seguir trabajando con sus agentes políticos, sociales y sindicales, ahondando en las vías abiertas y buscando otras nuevas que nos permitan a todos seguir aportando, seguir construyendo.

No queremos terminar sin agradecer a todas y cada una de las personas que el día 11 acudieron a Bilbo y Baiona su participación, su compromiso. A las que recorrieron las calles, a las que portaron las pancartas, a las que leyeron el comunicado final; a los conductores solidarios de Mirentxin, a las decenas de personas que trabajaron para que antes, durante y después, todo transcurriera con fluidez y sin problemas; a todas las que nos arroparon con sus aplausos desde el principio hasta el final del recorrido; a todas, en fin, las que dotaron las dos manifestaciones de fuerza, de compromiso, de dignidad y, cómo no, de emoción.

Bilatu