Olga Saratxaga Bouzas
Escritora

Somos el presente que camina

«Porque no hay un allí donde huir, hay un aquí donde vivir y construir juntos. Y eso es lo que llamamos futuro» (David Fernández)


La capacidad de resistir en circunstancias adversas solo es posible desde la cooperación. El individuo aislado, centrado únicamente en su beneficio personal, se enfrenta a códigos de difícil subsistencia. A pesar de que la era tecnológica, además del aporte de desarrollo positivo innegable que supone, ha puesto de manifiesto tendencias individualistas, también ha forjado cimientos de igualitarismo y establecido correlato de atención colectiva: un clima de afinidad mediante el que planificar respuestas a desafíos universales y hacer frente a postulados de ultraderecha dispuestos a derogar la convivencia. Sinergias de movimientos sociales en red estructuran la lucha por la dignidad de las personas vulneradas mientras, por medio de denuncia, generan estados de reflexión sobre actuaciones políticas de influencia extrema en ellas. Somos animales que nos buscamos para compartir, a la vez que actualizamos egos a nivel experiencial frente al semejante. Somos, en esencia, unidades soberanas facultadas para decidir.

En el devenir cronológico que desarrolla la evolución social comunitaria, se configuran nuevas formas de protección mutua a medida que los grupos humanos transitan de manera intercultural dicha transformación. En esa búsqueda de competencia para la vida, se puede contemplar el ahora como entidad estática, independiente del mañana, o podemos gestionar los conceptos de tiempo en un continuum vital de seres diversos a través de reciprocidad arbitrada. Entonces, cada hoy será precursor del resto de mañanas que conformen ciclos de progreso donde quepan las diferentes identidades territoriales.

Haciendo uso del significado arquitectónico, se puede entender construcción como un proceso físico enfocado a conseguir habitabilidad, un ente destinado a ser refugio de algo o alguien. En sí misma, la acción de construir es una secuencia de fases organizadas, cuyos fines determinan el cómo, cuándo y para qué de la propia actividad. Su logro dependerá obviamente del conocimiento técnico, del esfuerzo y de la habilidad en crear un espacio seguro para quienes sean objeto de compartición. Siguiendo el hilo a los conceptos, ecosistema ha pasado de significar –en síntesis–, medio biológico clásico a ocupar otras áreas humanas fundamentalmente de carácter político, donde albergar un gran propósito ecosocial, decolonial, feminista y antirracista. En este sentido, la cartografía sociológica vasca no es ajena a la concomitancia que se da en el resto del planeta. Formamos un prisma de legados implícitos en universos lingüísticos que nos enriquecen. Somos certeza de aprendizaje constante. Por tanto, incidiremos en la muda del plumaje desgastado, siempre que la estación lo requiera. Los modelos encorsetados en una sola visión del mundo ya no tienen cabida en un país que apuesta inexorablemente por la renovación. Somos ya la consecuente diversidad cultural, piel junto a piel trabajando el compromiso: realidades, inmensamente fortaleza en nuestras diferencias, abocadas a edificar juntas la siembra para la siguiente generación.

A escala didáctica, hablar de noción de pertenencia implica hacerlo asumiendo la corresponsabilidad de construir aquí ese hogar en condiciones equitativas: ese bien común que llamamos sociedad, articulando la estabilidad de las personas como centro de toda legislación. Sentido de pertenencia a un proyecto político identitario para transformar el nicho actual obsoleto. El bosque autóctono vasco de acogida se retroalimenta al compás de las manos tendidas al futuro que llega. Todo gran cambio se inicia con pequeños actos voluntarios. La decisión de resistir en un contexto de variables articuladas por el epicentro neoliberal de los mercados requiere de intervención responsable, siempre con el ánimo en dirección horizontal. Acudir al mandato de las urnas es ejercicio de derecho: actitud de implicación en nuestro entorno de incidencia. Puesto que cómo se gestionan los recursos, tanto naturales, como de producción, atendiendo a una distribución honrada de la riqueza, importa.

La izquierda soberanista vasca, frente al espejo de la pasividad, decidimos caminar etapas de construcción permanente; ante la imposición, seguimos alzando la voz de la justicia; en momentos cruciales de nefasta gestión de la sanidad pública, exigimos cambios de praxis política, en consideración al bienestar público, cerrando paso a la evidente deriva hacia mutuas y conciertos privados. Contra el inmovilismo, abrimos puertas a un nuevo ciclo de inmersión proactiva en el plano económico. Abrazamos el derecho a la libre autodeterminación de los pueblos porque es inherente a nuestra legítima naturaleza. Repartimos sonrisas porque es parte de nuestro bagaje ofrecer esperanza en un contexto de emergencia climática. Es hora de avanzar y se nos ven las ganas de continuar la tarea ilusionadas, porque seguimos siendo la única alternativa real. El domingo (21A) contabilizaremos alegatos de conciencia que trascienden más allá de lo que da de sí una jornada electoral. Signo de un vínculo indiviso de EH Bildu con la voluntad popular y los retos presentes que acometer.

Euskal Herria Bildu somos cada sueño por cumplir en el imaginario comunal porque somos el caminar solidario que construye futuro. Hoy, las calles huelen a nosotras, claramente identificadas en el mapa multicolor de entendimiento natural. Es temporada de semillas para devolver a la tierra un cultivo más.

Parafraseando a Maddalen Arzallus, «haiek zortziehun ziren gu hamabost seme-alaba; inoiz gure txikian garaile izan gara…».

Gain egingo dugu berriro ere, eta eragin dugun gure gaurko indarrean abiatuak ostera herri izango gara, borborka.

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