Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

2021

Estamos terminando un año en el que se ha podido disfrutar del triunfo apoteósico de un sistema a lo Robinson Crusoe.

El individuo, si se lo propone, es capaz de sobrevivir en las condiciones más precarias y, además, puede enseñar la luz a los pocos indígenas que todavía resisten por el planeta, y transformarlos en emprendedores, para poner en marcha  restaurantes, discotecas, bares, casas rurales por el Amazonas, y por las estepas africanas, porque las administraciones correspondiente invertirán a todo trapo en puertos, aeropuertos, autopistas, viaductos, trenes ultrarrápidos, para fotografiar animalitos enfermos, en su propia salsa, disfrutar de cruceros maravillosos para jugar al bingo, o de caravanas con repelentes de mosquito para que no te pique la mosca tsetsé.

Los que añoran a los burócratas incombustibles del antiguo Kremlin pueden saltar de alegría. El Gobierno de España está trufado de semejantes individuos. El ministro de la pandemia, Illa en la emisora monárquica que disfrutamos en el Principat nos ha alegrado por lo menos el día. Ha soltado sin despeinarse que las vacunas que se van a administrar inmediatamente «son efectivas contra la nueva cepa detectada en el Reino Unido».

Es increíble el conocimiento genético del burócrata. Todavía se desconoce el original y el ministro, que se debe pasar el día en el laboratorio, ya sabe que la vacuna funcionará a las mil maravillas, por muchas mutaciones que haya.

De momento la realidad es que si ingresas en el hospital tienes muchas posibilidades de morir rodeado de tubos, gráficas, alarmas, y demás zarandajas, de un sistema sanitario que cotiza en los fondos de inversión, para que los familiares reciban la urna del pariente de turno liofilizado, sin la posibilidad de darle el menor soporte en el último trayecto de su vida.

Esta sanidad es el triunfo de la modernidad, del desarrollo, del progreso y de todo lo demás. Los rituales funerarios han pasado a la historia; en definitiva, era algo que sólo hacían los antropófagos.

Deberíamos recordarle al sr. ministro, que Hobbes en su tiempo dejó escrito: el contrato entre los individuos y el soberano se deshace cuando éste ya no les asegura la supervivencia.

Que no cunda el pánico. Esto es sólo para los países civilizados en política, que en el Estado, sólo hay borregos. Feliz Año 2021.

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