Alaitz Zabaleta

24 horas en la sección de Cirugía Pediátrica de Virgen del Camino

A principios de mayo, a mi hijo de 6 años le realizaron una intervención en el Hospital Virgen del Camino. Ingresamos a las 8 de la mañana. Mientras esperamos, le pregunto si está nervioso: «bai» me dice. Pasadas las 11 vienen a buscarlo y nos llevan al quirófano infantil. Le ponen el gorro verde. Vienen cuatro personas, una de ellas es la anestesista, me dice. Ninguno entiende euskara. Le buscan la vena, amablemente le dicen cómo tiene que respirar; le traduzco las instrucciones. El niño tiembla, coloco mi mano sobre su corazoncito. Se presenta amablemente una mujer y le dice que estará ella cuando se despierte; se lo traduzco a mi hijo. Ella no entiende ni una palabra de euskara. Cuando él despierte, confuso de la anestesia, tendrá al lado una mujer hablándole en un idioma que él casi no entiende, y ella no le entenderá ni una palabra de lo que él diga.

No le encuentran la vena. Le preguntan qué héroe le gusta, le traduzco la pregunta al niño: «Batman», dice; eso lo han entendido. Ya le han puesto la vía, se lo llevan entre los cuatro a otra sala, a la que ya no me permiten entrar, donde le pondrán la anestesia general. Ninguno de ellos entiende euskara. No pueden comunicarse con el niño. ¿Qué sentirá él, me pregunto con el corazón encogido mientras se lo llevan, solo con unos desconocidos que no hablan su idioma? ¡Qué indefensión! Qué angustia.

Cuando lo sacan del quirófano nos suben a la planta de los niños y viene una enfermera a la habitación. Amablemente le hace una pregunta en castellano al niño; le traduzco la pregunta, él contesta y le traduzco la respuesta a la enfermera. Al rato viene otra enfermera y le hace otra pregunta en castellano a mi hijo; le traduzco la pregunta, él contesta y le traduzco la respuesta a la enfermera. Y así durante toda la tarde y también por la noche y lo mismo por la mañana. Todos muy amables pero en ningún turno hay ni una médica ni enfermera ni celador ni trabajadores de limpieza que hablen euskara. En la planta de los niños. En Navarra, donde hay tantos niños euskaldunes, y muchos de ellos monolingües.

Realmente me niego a creer que haya alguien que defienda hacer esto a los niños. Esta situación inhumana debe cambiar ya.

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