Todas las huelgas son políticas. Tan políticas como los servicios mínimos impuestos en cada huelga o como cualquier declaración en contra de la huelga. No es nuevo que las personas privilegiadas o conservadoras se dediquen a criminalizar y criticar este derecho que ha mejorado la vida de tantas personas. Lo han hecho siempre, pero sin las huelgas no tendríamos jornadas laborales de 8 horas ni vacaciones pagadas ni la prestación por desempleo, por enumerar varios logros.

La huelga es una acción altruista porque, para mejorar las condiciones laborales de la sociedad, los trabajadores que la secundan están dispuestos a perder el sueldo de esos días y a afrontar las consecuencias rencorosas que puedan tener sus jefes o patronales. Así que, apoyar las huelgas de cualquier sector debería ser un deber moral y social.