Txus Pérez Artuch, Iruñea

Aprender a informarse

Era placer. Desayunar un día entre semana en una cafetería entre periódicos varios, para mí era un placer. Ahora también lo es, pero lo hago en casa y solamente el fin de semana.

Recuerdo hace unos cuantos años que un conocido me preguntó «¿cómo te enteras de esas cosas?», al hablarle de la primera fiesta del txuleta en la que fuera capital gipuzkoarra. Y mi respuesta fue que, simplemente, leía el periódico.

Hoy, gran parte de las personas caminamos al paso de auriculares conectados a la radio, una especie de diario narrado en directo. No huele ni se toca, pero acompaña. En euskera, castellano o cualquier idioma que se desee con aplicaciones varias disponibles en formato digital. Me resulta igualmente agradable pasear o volver del trabajo a la escucha de programas interesantes, más allá del entretenimiento. Cuando era pequeño y la escuchaba de fondo en la cocina y significaba despertarme, me sonaba a pura matraca.

Los uso como dos recursos muy útiles en la didáctica del aula, por ejemplo, para trabajar el espíritu crítico a través de la publicidad que insistentemente se repite en cualquier emisora como sustento y financiación económica.

Que el alumnado reflexione y sea capaz de cuestionarse los mensajes que recibe desde diferentes ámbitos, también desde la escuela, en su medida y con el filtro adecuado, lo considero básico. Aprender a pensar en la práctica, aprender a informarse.

En edades tempranas no se tiene constancia del coste de la vida y el esfuerzo que supone conseguir sacarlo adelante. Muchas cosas se les dan hechas en cuestión de un chasquido de dedos. Para esto suelo usar cortes publicitarios de préstamos rápidos y fáciles o contratación de servicios de abogacía para evitar multas con solo una llamada, en los que la sintonía de fondo es gente silbando simulando que todo es rebueno. Por no hablar del viernes negro o el lunes tecnológico o, a saber si está en proceso, el jueves almíbar.

Para asegurar todo lo que conseguimos casi sin esfuerzo, podemos solicitar hoy mismo, más que nunca y para nuestra tranquilidad, una alarmica. Así, todo tranquilo.

Y es verdad que sin música, una vez sobre papel, los niños/as razonan y reflexionan que esos mensajes prometedores no lo son tanto. Si no, preguntad en casa, les digo. Y entonces salen que si mi padre no curra o que mi ama trabaja “limpiando culos”.

Seguimos en proceso de mejora pero, al menos, que sean conscientes de que la frase y música pegadiza, o un «juega solo si eres mayor de edad», no son la varita mágica.

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