Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

Catalunya: ponerse en el lugar del otro

Nos decían los educadores antaño que para lograr la paz era necesario ponerse en el lugar del otro. Es un ejercicio complejo si se quiere entender la actitud del Estado si se quiere entender  a Catalunya. Y no hace falta hacer ninguno para Euskal Herria. Hay algo que en Madrid no se acaba de digerir: que la solución del contencioso catalán no pase por  vía judicial. Que los jueces del Supremo puedan imaginar que con el Procés y con las condenas impuestas los catalanes se van a convertir en mansos corderos apacentados por el rey, bajo la vigilancia de la guardia civil y las empresas presionadas para que abandonen el Principat.

¿No hay nadie entre tantas eminencias que ilumine y avise de lo ilógico que resulta que tres presidents hayan sido destituidos por sentencias judiciales y que junto con otros consellers actúen de propagadores desde el exilio de las insólitas sentencias de los tribunales españoles contra el independentismo catalán y vasco que están siendo sistemáticamente revocadas por tribunales europeos? No habrá ni un solo justo, como en Sodoma y Gomorra, que aporte un gramo de sensatez y pare esa borrachera de odio y afán de   venganza de las instituciones españolas contra el pueblo catalán que quiere ejercer un derecho tan elemental como la autodeterminación?

No son capaces los líderes de los partidos españoles ponerse en el lugar de los catalanes y asumir que tarde o temprano se celebrará el referéndum de autodeterminación y que cuanto más presión en contra se ejerza sobre la población más crecerá el nacionalismo? Tan torpes son los poderes fácticos que  no temen la presión de la UE que tienen bajo control todos los servicios básicos y que es su sustento económico? Se le estará ocurriendo un «spainxit»? Miren al Reino Unido.

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