Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

Civilización y salud

En pocas horas de diferencia en Euskal Herria, y en los Països Catalans, han sucedido diversos actos sangrientos, un apuñalamiento en una Escuela secundaria católica, con el consiguiente fallecimiento de la profesora, un suicido de un adolescente junto con su hermana en estado grave, y la dimisión en bloque del equipo directivo de un Instituto que no se ven capaces de controlar las violencias cotidianas, las acciones autolesivas y suicidas. Durkheim, señalaba que había sociedades suicidógenas, ya que no consideraba el suicidio como un acto individual, sino como un hecho social. Nuestra sociedad sufre de una anomia estructural, ya que las administraciones generan una serie de reglas contradictorias, que causan alineación y pérdida de identidad, que fomentan la creación de grupúsculos desconectados entre ellos. Todo este contexto está arropado con el desconocimiento que el valor de la enfermedad, cada cultura la conoce como tal. La civilización vigente todo lo amalgama con una taxonomía para crear nichos de negocio. La salud está arropada por una industria sedienta para encontrar nuevas patologías, que inmediatamente surgen remedios industriales. A la vez se inventan nuevas profesiones, en definitiva son tecnócratas que aguantan toda esta estructura civilizatoria. Si observamos la política vigente, que es única y exclusivamente propaganda, no hay nada más. Es un huevo podrido que apesta. La primera visita oficial que hizo Aragonés, fue a un centro psiquiátrico, ya que la ingente palabrería que hace años inunda para fomentar un nuevo nicho de enfermedades, con el consiguiente negocio que hay detrás de todo esto, ya que todo ello es un invento cultural. Nuestra civilización está enferma y cuanto más avanza más destruye. Es increíble que no se contextualice lo que está unido: deterioro climático, pandemia, guerra, movilidad, y recursos limitados. Toda esta taxonomía tiene otras derivadas, cada una de ellas. No hay solución dentro de este orden que busca desesperadamente nuevos negocios. Ganaríamos mucho si nos olvidásemos del talento, del emprendimiento, de la productividad, y rescatásemos la modestia y la lentitud. Si se tuviera una mínima capacidad de análisis, se podría observar que en las sociedades ancestrales disponían de: tabúes y ritos de paso. La nuestra también existen con la diferencia que las otras eran adecuadas en su contexto, y las nuestras nos perjudican constantemente. La virtud de ir introduciendo nuevos conocimientos, en proporción de lo que se puede asimilar, produce una amalgama social que se aleja de la anomia. Ahora, cualquier cambio y cuanto más rápido mejor, generan una anomia estructural, arropada por una tecnología inasimilable para el conjunto poblacional, que abre camino a la delincuencia emocional, que arrastra a los diferentes grupos que intentan sobrevivir en un contexto de finitud de ciclo.

Atentamente.

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