Iñaki Zaratiegi | Donostia

Cuidar Santa Clara

También en verano hay debates. Y en este que acaba destaca en Donostia la polémica sobre el turismo. La ciudad se satura y la avalancha de más hoteles (22 nuevos en marcha, con 1.500 nuevas plazas, 300.000 pernoctaciones más al año) más nuevos frentes del negocio (pisos privados, surf y pensiones-hosteles...) prometen saturarla más. Como en otros lugares atractivos, la marea turística enriquece a los menos y aprieta a los más: carestía en viviendas, alquileres, hostelería, servicios; descontrol del mercado laboral... Y aquí también la masificación degrada hábitos socioculturales y desequilibra lógicas de convivencia entre las personas y su hábitat.

En la capital guipuzcoana quedan pulmones que desintoxican de la marabunta turístico-comercial: Ulia, Urgull, Kristinaenea..., o la isla de Santa Clara, entorno muy frágil ante el depredador instinto humano. Disfrutar de la isla esta temporada ha hecho evidente el cambio que se va dando entre lo que eran visitas masivas y lo que empieza a ser plaga invasiva. Muelle, rampas, cuestas o merenderos están muchos días saturados de gente. La terraza del bar ocupa hasta el último milímetro colindante con la rampa o la roca. Las empresas y usuarios de kayaks o paddle-surf invaden rampas y escaleras. Hay episodios de suciedad y casi vandalismo a cargo de cuadrillas locales.

Un día se vio una fiesta de boda, en teoría de 20.00 a 02.00h., con catering y cocina, DJ set, montaje de una protección contra caídas del muelle o una alfombra desde el embarcadero. ¿Nuevas políticas de comercialización del negocio Santa Clara? ¿Es normativamente legal alquilar una isla pública? ¿Quién da el permiso y colecta la ganancia: la Autoridad Portuaria del Ministerio estatal, Eusko Jaurlaritza, el Ayuntamiento?

Son simples apuntes sobre una realidad como mínimo preocupante que se complicaría más con la operación Cristina Iglesias anunciada por el alcalde Eneko Goia. La «intervención artística» de la escultora pretende ocupar el viejo faro y ser «un centro de atracción»… Goia advierte de que hay que evitar «el riesgo de masificación», pero anuncia un nuevo servicio de traslados, añadido al actual. La artista afirma que la intención es «provocar una reflexión en torno a la conservación de la naturaleza, de las costas». ¿No sería más racional y hasta «democrático» hacer primero esa reflexión sobre su propia iniciativa y el entorno elegido? Porque huele a alcaldada: no se conocen más opiniones-explicaciones que las del regidor. ¿Ha sido estudiado y discutido con los representantes municipales? ¿Vale con un argumento tan etéreo como «Donostia salda su deuda» con la artista? ¿Qué «Donostia»? ¿Qué deuda? ¿No se le concedió ya el Tambor de Oro?

Son muchas y sería importante que ante una intervención de tal envergadura se pronunciaran todos los partidos y coaliciones municipales, la Asociación de Amigos de la Isla, asociaciones y colectivos de la Parte Vieja, organismos ecologistas, etc., y la ciudadanía en general.

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