Oskar Fernandez Garcia

Desde la decepción hacia la ilusión

Hace cuarenta años, pero la memoria colectiva e individual no se rige por la inflexibilidad del calendario, Juan Paredes Manot “Txiki”, la víspera de su muerte, escribía un escueto, lúcido y sentido texto al pueblo vasco. Con sólo 21 años le arrebataron la vida ante un pelotón de fusilamiento, tras un juicio sumarísimo, por parte de la brutal dictadura fascista, que derrocó a sangre y fuego a la II República española. Con una entereza asombrosa y digna de encomio comenzó a escribir: «… No debemos de olvidar nuestro objetivo: la creación de un Estado Socialista Vasco… Sois vosotros, la clase trabajadora y el pueblo en general, quienes lleven a cabo la lucha hasta derrocar al régimen franquista; entonces se habrá cumplido nuestro objetivo y podréis construir una sociedad nueva, sin clases, donde no exista la explotación del hombre por el hombre…»

Transcurridas cuatro décadas, desde aquellas últimas cinco ejecuciones del franquismo -la mirada de aquel joven, hoy en día un hombre de 62 años- muy probablemente fuese la decepción: la creación de un Estado Vasco, en el imaginario colectivo, se dibuja como una entelequia; el régimen franquista jamás fue derrotado, sino que transitó, se indultó y se autoproclamó subrepticiamente democrático; los grandes partidos españoles (PSOE y PCE) de la llamada transición, colaboraron, aceptaron y promulgaron ese colosal e ignominioso desatino histórico; la explotación del hombre por el hombre persiste con una crueldad sin parangón; las diferencias de clase se agudizan y cada vez se hacen más enormes; el acceso a un puesto de trabajo ya no garantiza, en absoluto, la posibilidad de cubrir las necesidades básicas.

La construcción de una sociedad nueva, sin clases, transcurridos ocho lustros, parece absolutamente inalcanzable, una verdadera utopía. La inmensa mayoría de los partidos, con representación institucional o sin ella, exclusivamente hablan de un reparto equitativo de la riqueza, de una garantía de ingresos mínima, de unas jubilaciones dignas… En absoluto se alienta la lucha por la consecución de una sociedad libre, sin las férreas ataduras del capitalismo.

Las aspiraciones por la consecución de un estado propio y soberano, según revelan los sondeos demoscópicos, transcurrido tanto tiempo, son realmente decepcionantes. El independentismo en vascongadas, en la décima legislatura (2012) alcanzaba, en ese Parlamento, exclusivamente el 28%. Querer sumar a esta cifra el posible independentismo del PNV -que sería un 36%- es descabellado, absurdo y acientífico, ya que es una formación política inherentemente autonomista. Un estudio mínimamente riguroso, imparcial y objetivo sobre la trayectoria de este partido desde su creación y desde la primera legislatura del Parlamento triterritorial, en 1980, revelaría con claridad meridiana y axiomática la rotundidad de lo manifestado.

El inexorable paso del tiempo, por unas circunstancias u otras, ha producido notables cambios en la sociedad del subsodicho territorio, sobre todo desde el surgimiento de una nueva formación política en el Estado español: Podemos. En las elecciones estatales del pasado 20 de diciembre se convirtió en la fuerza más votada de Hego Euskal Herria, sin embargo EH-Bildu sufrió un fuerte e impresionante retroceso, perdiendo la tercera parte de su electorado respecto a los anteriores comicios -116.000 votantes- a los que concurrió bajo la denominación de Amaiur.

La estrategia de Podemos, respecto a los medios de comunicación, la mediática imagen de algunos de sus dirigentes y su mensaje central, prioritario y fundamental: luchar por los derechos sociales de toda la población desprovista de ellos, incidió directamente en la mayoría del electorado de Hego EH. Estos datos revelan meridianamente que un sector importantísimo de la población prioriza el ámbito de lo social, económico, laboral… por encima de la legítima y loable aspiración a constituir un Estado propio.

Ese binomio indisoluble que constituye independencia y socialismo por el que lucharon decenas de miles de personas a lo largo de varias generaciones, y al que se refería Juan Paredes Manot “Txiki” -horas antes de convertirse para siempre en un icono inolvidable- por diferentes circunstancias adversas e inexplicables variables no ha cuajado, como elemento referencial político y social, en la mayoría de la ciudadanía que habita al sur del Bidasoa.

El reto por lo tanto estriba en conseguir que la inmensa mayoría de la población de toda Euskal Herria perciba, con claridad absoluta y meridiana nitidez, que la independencia no es sólo el logro de un nuevo estado en Europa, sino que se constituye, en sí mismo, en el medio más eficaz, directo y poderoso para satisfacer todas las necesidades sociales y dar la respuesta más adecuada y precisa a todas las demandas que se realicen independientemente del ámbito en el que surjan.

La estrategia se debe centrar en llevar a cabo una lucha denodada, combativa, solidaria, democrática, ecologista, feminista, internacionalista, acérrima defensora de los derechos inalienables de los animales, organizada, de clase, eficaz, alegre, que levante un puño indignado sosteniendo con orgullo la bandera del arco iris y que aglutine al mayor número posible de personas en todos los frentes donde el pueblo realice una demanda, reivindique un derecho, defienda una conquista, lleve a cabo una huelga, levante una trinchera o dibuje una ilusión y una sonrisa de esperanza.

Y en esa lucha se debe intuir, percibir y sentir el independentismo como un objetivo y medio de transformación social. Y nuevamente la ilusión inundará alamedas, avenidas y bulevares.

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