Jesús Mª Aragón Samanes | Partido Carlista-EKA de Navarra

¿Dónde está Andreu Nin?

El viernes 9 de diciembre pudimos leer en la prensa que I-E pide una revisión de los contenidos y del Consejo Asesor del museo del Carlismo en Estella. Al parecer, no les gusta que se califique al Carlismo de «movimiento popular», al tiempo que, ya puestos, le atribuye al Carlismo todas las fechorías, dando por sentado que todo el monte es orégano.

¿Qué otra denominación le cuadraría mejor a lo que de un total de unos 345.000 habitantes de Navarra, entonces, consiguió movilizar, aquel 19 de julio de 1936, a  unos 35.000 voluntarios combatientes en defensa de su modo de vida tradicional porque se sentían atacados en sus sentimientos y en sus familiares religiosos? Da la impresión de que no han visitado el museo.

Los carlistas no estamos satisfechos con el planteamiento de dicho museo; lo supo el consejero de Cultura de entonces, Corpas, y se lo volvimos a decir el día de la inauguración.
Con la llegada de Ana Herrera a la consejería de Cultura, pensamos que la situación podía cambiar, pero la respuesta dada a una pregunta de Adolfo Araiz acerca de los planes sobre dicho museo, y la reciente remodelación y refundición del antiguo comité científico y del consejo consultivo, no nos hacen ser muy optimistas.

Cuesta escribir sobre ciertas cosas, pero cuando el que te quiere ver en campo contrario te falta al respeto, no queda otra y hay que saltar, procurando no caer en lo que se critica. Porque hay comportamientos que producen asociaciones de ideas que recuerdan a unas aves carroñeras de cuyo nombre nos acordamos, pero nos mordemos la lengua para no decirlo, y nos sujetamos la muñeca para no escribirlo.

¿Dónde están Andreu Nin y sus compañeros republicanos del POUM, así como aquellos combatientes anarquistas, muertos a manos de otros sedicentes republicanos?

Las causas nobles, y a nuestros ojos todas las humanitarias lo son, requieren estar a su altura.

También, en un escrito aparecido el 7 de diciembre, en Diario de Noticias, y titulado “Lumbier y los restos de Sanjurjo”, Víctor Moreno, el autor, quiere hacernos creer que Franco siguió a pies juntillas y dio cumplimiento fiel al proyecto socioeconómico del jefe de la sublevación militar, José Sanjurjo, que se plantó ante el que en la historia oficial pasó como Alfonso XIII, negándole un golpe de Estado, si bien al año siguiente se apuntó a otro, y luego al del 36, y del director del mismo, el republicano Emilio Mola, que le colgó el teléfono aquel 19 de julio cuando estaba pasando revista a los voluntarios en la Plaza del Castillo, y ambos muertos en sendos accidentes de aviación en el primer año de guerra. De paso, comenta que hubo unos muertos en Lumbier y en Tudela, pero, eso sí, en una Navarra libre de frentes de guerra; ¡nada más faltaría, en los tiempos de la aviación!

El calor del ascua de la historia ha de llegar a todas las sardinas que hay en la parrilla.

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