Javier Orcajada del Castillo

El ADN español de Manuel Valls

Genio y figura, aunque sus modales y expresividad tengan el sello français, le ha salido la vena picaresca celtíbera con su ocurrente regate político en las elecciones presidenciales recientes. Magistral y pleno de espíritu hispano que nos ha hecho famosos y la envidia de los pueblos del mundo. Quien fuera premier ministre con François Hollande, no ha logrado siquiera ser nominado precandidato por el PS, descubre ahora alarmado que se queda fuera de la Asamblea. Ante ese riesgo, plantea una jugada maestra digna de una mente orgullosamente hispana. En un glamuroso discurso se ofrece como candidato para las próximas generales a la agrupación ganadora «En Marche» que lidera el presidente electo, Macron. Para demostrar su sinceridad, afirma que el Partido Socialista Francés está muerto. No cabe mayor lealtad. La respuesta por parte del nuevo inquilino del Eliseo ha sido decepcionante: rechaza su generosa oferta. En respuesta a su honestidad, el PS le abre expediente de expulsión por algo tan nimio y español como declararse tránsfuga desacreditando públicamente a su partido. Como el juego limpio con el que se ha desarrollado la elección del nuevo secretario general del PSOE. En Francia supone un descrédito que un político cambie de partido por «motivos de conciencia» como es habitual entre nosotros, que damos lecciones de ética. Ante tal injusticia, Valls podría tener una gran oportunidad si desembarca en la política española como candidato, bien por el PSOE, de cuyo homólogo francés ha sido despedido, o quizá, tendría más posibilidades en el PP, pues estando este partido infectado de corrupción y con riesgo de que sus dirigentes acaben todos entre rejas por causas pendientes ante los tribunales, sería una magnífica oportunidad para que Valls aportara su intachable pedigree como primer ministro de La France de la Liberté, de la Egalité y de la Solidarité, además de tránsfuga. En su reciente visita a España manifestó emocionado que se siente orgullos de su origen español y que su corazón está dividido entre los amores a ambos países. Sería cuestión de analizar su ADN, pues los biólogos desconocían la complicada genética de los españoles que al tiempo que se declararan de izquierda y socialistas, son capaces de votar al PP, demostrando su patriotismo llevándose su dinero a Panamá y practicando el deporte de la corrupción y la elusión fiscal y, a pesar de ello continúan recibiendo el voto masivo del culto y crítico pueblo español. La genética es contundente: Manuel Valls es español, aunque duela al noble pueblo francés.

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