El barbero de Zarautz
En nuestras primeras vacaciones, hace 52 años, fuimos a Zarautz. Ganábamos bien en aquella época trabajando en una empresa privada. Ahora solo los funcionarios ganan muy bien en los gremios de enseñanza, Osakidetza, justicia, Ertzaintza, diputaciones y demás clanes y se pueden permitir el gran lujo de ir de vacaciones. Entonces, hace 52 años, un currela como yo podía ahorrar algo. En aquella época, hace 52 años, ni se pensaba ni se creía eso de que se necesita ir lejos, muy lejos, «¡cuanto más lejos mejor!», para disfrutar de las vacaciones y de los días de viaje. Nosotros decidimos ir desde Bilbao a un camping de Zarautz.
¡Qué paseos por la playa, ni la reina María Cristina!
La primera mañana ya vimos que no había en las motxilas ni brocha, ni jabón, ni maquinilla ni cuchillas de afeitar. Pensamos, recordando a Robinson Crusoe, que me podía dejar crecer la barba; pero al de unos días cambiamos de idea porque paseando por Zarautz vimos el letrero de una barbería y decidimos entrar.
¿Qué decía el letrero escrito en euskara y castellano?
A la izquierda "Lanean isilik" y a la derecha: "Yo trabajo en silencio". Y así era, el barbero me cortó el pelo y me hizo la barba en silencio después de un breve saludo:
− ¡Buenos días!
− ¡Buenos días!
− ¿Podríamos cortar el pelo y hacer la barba?
− Sí, claro.
El barbero me cortó el pelo y me hizo la barba trabajando con esmero y en silencio. Al terminar, después de pagar y cuando yo ya iba a salir se me ocurrió preguntar al señor barbero de Zarautz por la razón del letrero que estaba escrito encima de la puerta de entrada y también en la pared entre los dos grandes espejos.
− «Es fácil», me contestó amable y sonriente. «Imagínese que mientras yo le hago la barba, después de afilar bien la navaja, yo le cuento una anécdota o un chiste que le haga reír a mandíbula batiente..., yo le podría dar un tajo en la mejilla que le quedaría una cicatriz para toda la vida como la que llevaba Al Capone, apodado Scarface, que quiere decir Cara Cortada, si mal no recuerdo. Usted, hoy por hoy, no tiene pinta de gánster.
Así seguimos un rato charlando, el barbero tenía muy buen humor. Orondo se reía y se le movía todo, su tripa subía y bajaba al ritmo de la risa. Entraron unos nuevos clientes, nos despedimos y yo salí de la peluquería del Barbero de Zarautz acariciándome las dos mejillas.
Ez adiorik!
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