Alberto Aristi Vegas

El chantaje de educación

Durante muchos años, hemos constatado el desproporcionado interés del Departamento de Educación por implantar la jornada continua en infantil y primaria, a través de los procesos expres, desarrolladas en las resoluciones que se publican año tras año, en noviembre. Que las familias tumben los proyectos en las votaciones, no es novedad. El empeño obsesivo del Departamento de Educación de repetirlas año tras año, hasta conseguir el objetivo, por aburrimiento o agotamiento, tampoco.

Las resoluciones se ciñen a un cambio horario, sin entrar en el modelo educativo. Eso sí, los proyectos, que son todos similares, con grandes promesas de mejora, a la vez indican que todo será igual, que no se notará el cambio. Sobre la conveniencia del horario y la forma de implantación, consecuencias para alumnado, familias, despidos masivos de trabajadoras de comedores o conciliación familiar... existe demasiada literatura.

Pero este año, sí existe una novedad, minuciosamente diseñada desde el Departamento, para lograr sus fines e implantar por fin, dicha jornada.

Recordemos, venimos de una jornada continua, impuesta por unas «condiciones sanitarias» durante el curso pasado. Pero este curso se inicia en septiembre con otra imposición, de jornada continua, esta vez sin motivos sanitarios.

Todo por una calculada estrategia, publicar antes de fin de año, una nueva resolución para impulsar nuevamente la implantación de la jornada continua y sea más fácil continuar en ella, que volver a cambiar.

Si los proyectos de cambio horario, son rechazados, no sabrán las familias el horario que tendrán a partir de enero de 2022, hasta final de curso. Sólo votando a favor y aprobando la jornada continua, tendrás claro que así será a partir de enero y que nadie lo dude, para siempre.

Lo que se le escapa al Departamento es que la educación pública, no es patrimonio de unos pocos. Es patrimonio de toda la sociedad y uno de sus los pilares básicos. Y recordarle que Navarra fue el germen y cuna de la insumisión y jamás nos gustaron las imposiciones, aunque se vistan de «democracia». Confiemos que siga así, para su disgusto.

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