Javier Orcajada del Castillo, Bilbo

El largo camino de la democracia

La democracia es, además de una filosofía de vida, una forma de gobierno llena de defectos que todos critican, pero es el único que permite a la gente del común ser moderadamente feliz a pesar de que hay que vigilarla continuamente. En realidad es el único sistema que legitima un gobierno, pues la monarquía es un engendro que se otorgaron unos bon vivants a costa de la plebe que, a pesar de no desearla, es aceptada por esa actitud de indiferencia y sumisión característica de las masas. La otra alternativa de gobierno es la dictadura que supone que un iluminado y sin prejuicios se considera ungido por la divinidad para ordenar la convivencia humana de la sociedad, aplicando el principio elemental del rebaño al que se asegura alimentación y protección por mastines que devoran a quienes se atreven a abandonar el redil. Muy importante de las democracias es su calidad y ello depende de su origen. No es lo mismo provenir de una dictadura que ha sido derrotada por los que han logrado el poder en elecciones democráticas, que los partidarios de la dictadura que han pactado su liquidación porque agoniza a causa de la presión social insoportable con riesgo de repetir un nuevo golpe de estado como es el caso de la actual democracia española, un híbrido al que se ha dado en llamar Transición Española. Es fácil popularizar unas elecciones con votantes que en la dictadura fueron franquistas y que, la noche anterior se acostaron franquistas y por la mañana se despertaron demócratas. Estimulados con la amnistía general de todos los delitos o cargos de represores y partidarios del Movimiento. Además, para mayor legitimación se aprobó la Constitución en la que se declaraba que «España es una monarquía» y que en el referéndum se legitimaba al rey nombrado por Franco. Y ahora en Europa se nos equipara a las democracias legítimas de origen porque pertenecemos a la Unión Europea, a pesar de que los otros miembros se tengan que tapar las narices con nuestros tribunales y seamos los perritos falderos de los alemanes, franceses y demás democracias legítimas. Aunque también en la UE conviene andar de puntillas para no pisar basura inglesa, polaca o italiana que se acumula en algunas cancillerías europeas y en el BCE y OTAN.

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